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EL SUEÑO: MI  PESADILLA

IMITANDO A CHARLES BAUDELAIRE

Bajo un amenazante cielo plomizo, en una enorme planicie reseca, sin caminos, sin vegetación, sin chumberas, sin pitas y sin espigas, di de bruces con un enjambre de humanos que caminaban doblados.

Cada cual portaba su mochila, tan cargada como un costal de sal o de puntiagudas piedras, tan pesada como el morral sangrante de un guerrillero de la selva amazónica.

Pero esas gigantescas vivencias no eran algo muerto; antes bien formaban una tupida red de experiencias que se aferraban a todos los espacios vitales dándoles un aspecto fantasmagórico en el que destacaba una testa cuasi coronada por un mechón de guerrero que hacía las veces de aguijón puntiagudo dispuesto para causar el terror de los enemigos.

Pregunté a uno de aquellos seres por la causa de que presentaran dicho aspecto y hacia donde se dirigían. Su respuesta fue decir que ignoraban cual era ese aspecto al que yo aludía  y que irían, seguramente, a algún lugar ignoto, porque sentían necesidad de caminar.

Curiosamente, ninguno de los personajes parecía enfadado o sobrecargado por el peso que soportaban de la propia vida ya experimentada. Sus caras tristes, cansadas, no daban signo de desesperación; el caminar bajo el cielo que se extendía sobre sus cabezas, los pies zarpeando en el polvoriento camino no  restaba a sus faces ni un ápice de la conformidad con la que se enfrentaban a su condena eterna.

El grupo pasó por mi lado y se perdió en el brumoso horizonte, allá donde se inicia la esfericidad de la tierra.

Me empeñé en comprender lo que sucedía; sin embargo, la apatía, el desánimo y el  miedo se apoderó de mi alma hasta el extremo de quedar más angustiada que la del enjambre de humanos encorvado que portaban sus propias mochilas.

Busqué en lo más intrincado de mi cerebro la luz que me permitiera entender la razón de las imágenes que tanto abrumaban mi corazón, pero no recibí estímulo alguno. El enjambre se alejó dejando a su paso una brumosa nube de polvo que amenazaba con envolverme y ahogarme.

Cuando sentía que la vida me abandonaba, un soplo de aire fresco inundó mis pulmones que reaccionaron con un vaivén entonado que distribuyó el aire oxigenando por mi cerebro que, al recibirlo, despertó súbitamente. La pesadilla  que pobló mi sueño se esfumó como el humo de una vela, dejando atrás la constatación de una realidad temida y ansiada: la vida y sus avatares.

“Charles Baudelaire fue el poeta precursor de simbolistas, parnasianos, modernistas, de la vanguardia latinoamericana y de todo poeta maldito. Su influencia traspasó el mundo de la poesía y cambió la mirada estética general”.

                                                              Ana Martínez Parra

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