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EL PRESENTIMIENTO – CUENTOS Y RELATOS TURULATOS

Siempre tuvo el presentimiento de que podía quedarse coja, por correr como una loca. A todos los sitios iba recorriendo. Sin llevar reloj, se guiaba por el sol, como si la esperaran a una hora.

Si iba a comprar comida, carne, pescado o casquería, era la primera cuando abrían. Con el peine en la puerta porque sabía que tenía prisa, la esperaban en la peluquería.

Corría de día, de noche también corría. Hacía la ruta del colesterol y el camino a la casa de Santiago, que quedaba fuera del barrio, por el gusto de saludarlo.

Un día sintió que cojeaba desde que salió de casa. Su mundo se derrumbó.

¡Se había quedado coja!

Como pudo, fue a urgencias y le dijeron: ¡Tenga paciencia!

Nerviosa perdida, pidió una silla y un vaso de agua fría para mojarse la frente, que le ardía. Se bajó la cremallera. Se aflojó el sujetador. Y gritó:

EL PRESENTIMIENTO
¡Que se moría! ¡Que se moría!

Acudió el doctor, la enfermera, la señora de la limpieza. Un fontanero que iba de paso, además del celador. Todos le decían:

¡Tenga paciencia! Hace un momento no había nadie. Ella ya sabía que llevaba tarde. Si llega a saberlo … ¡Se hubiera levantado antes!

—A ver, señora, túmbese en la camilla para verle el pie.— Le pidió el doctor.

—¡Solo me tumbaré si lleva motor! Pues tengo mucha prisa— Le contestó.

— Esto tiene de primera vista mal arreglo. Por lo que veo, no es cosa mía.

—¡Doctor! ¡Doctor!…¿De esta me muero sin remedio?

—Mire señora…Yo la mandaría a vd. a otro sitio, pero primero vaya al zapatero a que le ponga el tacón.

María Eloina Bonet Sánchez

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