EL PALACIO MARCH Y SU BELÉN NAPOLITANO
Como cada año en el mes de diciembre las calles de nuestras ciudades y comercios se engalanan con luces y adornos típicos para crear ese ambiente especial que envuelve estas fiestas tan entrañables, la Navidad. Los escaparates, plazas, edificios… son decorados con árboles y nacimientos navideños, algunos de estos son verdaderas obras de arte. Entre todos sobresalen los llamados napolitanos, tanto por su originalidad y espectacularidad como también por los pocos que hay y que son difíciles de encontrar.
A principios de este mes de diciembre he tenido la oportunidad de visitar el palacio March en Palma de Mallorca, el cual alberga, entre otras muchas obras de arte, su Belén Napolitano que junto con el del museo Salzillo en Murcia, el de la familia Jiménez-Gallardo, en Granada o el del Palacio Real de Madrid son de los pocos que conocemos, pues sólo lo tienen los coleccionistas.
Desde los años setenta, el matrimonio D. Juan March y Dª Leonor Servera fueron adquiriendo piezas, algunas firmadas por renombrados pesebristas, hasta completarlo con aproximadamente unas 2000 figuras. Las piezas en su mayoría son de barro cocido, cabezas,pies y manos; el cuerpo está formado de alambre y estopa. Todas las piezas están ricamente policromadas. Su tamaño puede llegar a alcanzar los 50cm de altura. En ellos encontramos obras de los prestigiosos artistas napolitanos como Marco Giuseppe Ferrigno, Francesco Testa o Marco Bottiglieri.
Cabe destacar la castañera, figura muy popular en este época del año, realizada con una maestría excepcional. Se le atribuye al artista Lorenzo Mosca (1721-1789). Y aunque no es frecuente ver figuras desnudas en los belenes tradicionales, éste de la Fundación March Servera posee varias figuras de este tipo representando escenas cotidianas como es el caso del mendigo, el niño ciego, etc. Vemos junto al portal los ángeles anunciadores y las escenas propiamente evangélicas como la adoración de los pastores además de otras gentes populares y humildes que dan sensación de realidad. El ambiente de las calles con sus barrios típicos, sus palacios, el mercado, el carro del vinatero, los borricos con verduras, el ajetreo de la posada, los músicos, los niños que curiosean, las mujeres conversando… Por un lado está el pueblo y por otro los cortejos exóticos de los grandes señores que vienen también a adorar al Niño guiados por la estrella.
Éste tipo de belenes se diferencian de los tradicionales en que son más laicos pues el protagonista absoluto es el pueblo napolitano. En resumen, todos se mezclan.
Dentro del belén se escenifica un teatro con actores inmóviles y escenarios imaginarios. Los pesebres del barroco napolitano no representaban sólo el Nacimiento de Jesús en la cueva de Belén, sino también un mundo próximo a los artistas que lo realizaban. En definitiva, una puesta en escena cuyo guión y mensaje es el que conmemoramos cada 25 de diciembre.
También merece especial atención la “comitiva de los Reyes Magos”, ocasión magnífica para presentar sus grandiosas figuras y animales exóticos como por ejemplo la Sultana negra en su palanquín de plata fina sobre un ataviado elefante, el cual pertenecía al zoo privado del palacio de Porticci de Carlos III. Este elefante despertó tanta admiración que los artesanos del belén quisieron que estuviera presente.
Su origen se remonta al S. XIII (1200-1226), cuando se realizó en la pequeña localidad de Torre del Greco (región de Campania, Nápoles) una representación viviente de los acontecimientos que rodearon la fecha de la Natividad. Parece que fue San Francisco de Asís el inspirador de esta representación escénica. Se cree que el primero de estos belenes se hizo con figuras de barro en Nápoles a finales del S. XV, pero su popularidad se la debemos al rey Carlos III. Podríamos seguir y seguir hablando de este maravilloso mundo que es el Belén napolitano pero sería interminable.
El Belén Napolitano de la Fundación March Servera está en consonancia con el Palacio que lo alberga. Fue construido por el financiero Juan March Ordinas entre 1939 y 1944, siendo director de las obras el prestigioso arquitecto mallorquín D. Gabriel Alomar Esteve. Se aprecia una gran influencia de los palacios barrocos italianos. La fachada principal es de una ornamentación muy refinada, así como su elegante galería porticada, continuación del Circulo Mallorquín, la cual nos conduce hasta la entrada al patio interior adornado de columnas y esculturas de renombrados escultores españoles y franceses y, que a través del cual se accede a la vivienda principal por un gran arco de estilo “campaner”.
El palacio está en un enclave privilegiado del centro histórico de Palma, pues junto con la catedral y el palacio de la Almudaina, los tres conforman un marco incomparable frente a la Bahía.
AURORA FERNÁNDEZ GÓMEZ