EL NEGOCIO DE LA POLÍTICA

Los trabajadores de este país fuerte y activo son conscientes de que “el pan más sabroso y las comodidades más gratas, dice Cesare Cantú, son las que se ganan con el propio sudor”. Sin embargo, hay sobre esta “piel de toro” un sinnúmero de políticos, en todos los niveles del arte de obtener dinero fácil (política), que no saben lo que es el sudor y, por consiguiente, el trabajo. A pesar de ello, disfrutarán, como ya lo hicieron en veranos precedentes, de unas vacaciones inmerecidas a costa del sudor ajeno.

 

De estos políticos mediocres, y no de la sociedad, es la responsabilidad del actual estado convulso de nuestro país. Políticos de distintos colores que se han perdido el respeto los unos a los otros, desprestigiando no sólo a la clase política, sino a las propias instituciones del Estado. Por ello, la ramplonería política impera en los distintos estratos de la vida nacional y es, al mismo tiempo, la causa de todos los males que padece España.

 

Hoy en día ciertos políticos, demasiados, tan astutos como adocenados,  encuentran en esto de la política una confortable forma de vivir. Actualmente se es político porque no se corre ningún riesgo; porque al fin y al cabo sólo recibe  ganancias, ya que en este negocio de la política las pérdidas ni siquiera se conocen. Y como es el mejor de los negocios, no hay motivo ni razón justificada para abandonarlo.

 

La mezquindad y la avaricia enraizaron férreamente en los campos de la medianía de estos mandatarios que “desollarían un piojo, tal y como dice un proverbio belga, para obtener su piel”. Ellos son los que han hecho de la política una actividad reservada a los vulgares, a los trepadores, a los inescrupulosos, por lo que los podríamos calificar de “ineptos y gandules” de la política, ya que ésta es para dicha clase de vividores un medio para lograr cargos públicos bien remunerados, así como  una jubilación, al cabo de los años, con una excelente pensión.

 

El ciudadano de bien ya está harto de tantos políticos mequetrefes, vivales, que mienten, sí, mienten cada vez que aseguran públicamente, a bombo y platillo, que viven preocupados en suma por la altísima tasa de desempleados, por los contratos y salarios basura, por la quiebra de empresas pequeñas y medianas, por el despido libre y sin indemnización, por tantas prejubilaciones forzosas o anticipadas, por las pensiones irrisorias… Y esto sucede porque “a una colectividad, manifiesta Pío Baroja, se le engaña siempre mejor que a un hombre”.

 

La política engañosa y rastrera, que es la más practicada, siempre es un negocio próspero y pujante para la mayoría de los hombres y las mujeres que lo tienen como modus vivendi, y ser bueno en este tipo de negocio es de lo más indigno y despreciable.

 

                                                           Carlos Benítez Villodres

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