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El mundo del arte esconde secretos

Nicole Dvorak no tardó en llegar con Marcelo, al juzgar por lo animados que llegaban Rosana sospecho que estaba en lo cierto, fueron antiguos amantes. Sin embargo en cuanto vio los lienzos Nicole pareció transformarse en una auténtica profesional casi ignorando a Marcelo, se notaba que aquella era una pasión mayor que la que el mismo Marcelo pudiera despertar en ella.

            –Hola soy Rosana me alegra contar contigo –y le estrechó la mano.

            –Es un placer colaborar en algo tan excitante –dijo sin dejar de mirar los cuadros.

            Viendo su interés Rosana no dijo nada más solo hizo un gesto como diciendo “adelante todo tuyo”

            Marcelo ya la había puesto en antecedentes de modo que tanto él como Rosana la miraban acercarse y alejarse de las pinturas girando la cabeza a un lado y otro moviendo su melena rubia. A sus cincuenta años se conservaba esbelta y una piel envidiable y aunque tenía la nariz aguileña al estilo Barbra Streisand y no podía decirse que fuese guapa, si resultaba atractiva en su conjunto, sus movimientos eran cautivadores y sus ojos azules deslumbraban.

            –Existen sentimientos y emociones percibidas en una obra de arte que no pueden ser expresadas en palabras. –Dijo Nicole como si estuviera sola– las palabras solo sirven como significante para designar un significado arbitrario a lo que escuchamos, vemos o pensamos, no es un instrumento de contacto directo con la realidad, el lenguaje entumece la creatividad instintiva, las emociones, pasiones y los sentimientos.

            Marcelo y Rosana se miraron asintiendo con la cabeza impresionados por el breve discurso.

            –Ya te lo dije –dijo Marcelo– es la mejor.

            Nicole se giró como si se hubiese dado cuenta en aquel momento que no estaba sola.

            –Lo siento a veces la pasión nos arrebata, Marcelo sabe muy bien de lo que hablo –Nicole le dedicó una mirada cómplice que decía más cosas de las que Rosana quería saber.

            –Por supuesto lo entiendo –dijo Rosana cruzándose entre las miradas– ¿podrías hablarnos del arlequín que se muestra como figura repetitiva en cada una de las obras?

–Bueno está claro que me habéis llamado por eso, porque de la tristeza que se observa en el trazo Marcelo ya se habrá dado cuenta. Y la mezcla de colores solo me hace pensar en una persona que se sentía prisionera.

–Sí, es lo que Marcelo percibió –dijo Rosana.

–El Arlequín… –dijo Nicole dando forma en su mente a la figura–   Un ente burlón y hasta diabólico en las leyendas chinas, malasias y griegas, que más tarde se convertiría en carnavalesco y objeto de diversión para reyes, con un lado tragicómico y una imagen cromática que terminarían convirtiendo al Arlequín en un rotundo arquetipo para el Arte. Ese arquetipo es el del niño al que le gusta jugar pero no le dejan, el del sirviente humilde y hambriento que cubre su tristeza con aparente felicidad. Originalmente su vestido estaba hecho con retazos de tela que él mismo se habría cosido, mostrando así el lado modesto del personaje. Parches que con el tiempo se convirtieron en cuadros en forma de rombo como los conocemos hoy día. A Picasso le encantaban los arlequines, de hecho le dedicó toda una serie de obras metafóricas.

–Sí, se le dio el nombre de “época rosa”  –dijo Rosana que conocía el contexto histórico– en esta etapa de la obra de Picasso la temática más abundante fue la vida circense.

            –Efectivamente –continuó Nicole– en su obra Picasso pintó Arlequines entre otros arquetipos mediante los cuales representó la soledad, el sufrimiento y la incomprensión humana. Creo que Elena se autorretrato mediante esta figura.

            Rosana miró a Marcelo con un leve gesto asintiendo con la cabeza para decirle “¿ves? tenía razón”.

            –Ella ya lo dedujo ¿verdad? –dijo Nicole que se había dado cuenta del gesto.

            –Si ya me lo dijo –reconoció Marcelo– pero en realidad queríamos una segunda opinión.

            –Y si es posible –añadió Rosana– que nos ayudaras a interpretar algo más que nos hable de ella, como historiadora trato de descubrir que es lo que pasó realmente más allá de la historia oficial.

            –Por supuesto –dijo Nicole–, según las teorías de Rudolph Arnheim el arquetipo no solo representa sino transmite un mensaje, desde la máscara, el vestido hasta los gestos. Pintores como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Diego Velázquez buscaban la forma de expresar sus pensamientos y sentimientos ocultos en sus obras pues muchas de sus ideas bien le podían haber costado la vida. De modo que utilizaban mensajes cifrados para mostrar su pensamiento a quien supiera encontrarlos, aunque fuera de forma «secreta». Está claro que Elena quería transmitir un mensaje y no se trataba de una llamada de auxilio, el nivel de tristeza muestra que no tenía esperanza de huir de su prisión sino de enviar un mensaje que perdurara después de ella para que algún día alguien sacara a la luz la verdad y se hiciese justicia, de algún modo ella sentía cierta liberación solo imaginándolo.

            –Y cuál es ese mensaje –preguntó Rosana casi impaciente.

            –Eso es lo que os voy a ayudar a hacer, descubrir cuál es el mensaje de Elena –dijo Nicole mientras se quitaba la chaqueta como diciendo “de aquí no me muevo hasta que no lo descubra”.

            –Bien, por donde empezamos –dijo Rosana.

            –Quiero fotografiar todas las figuras y hacer ampliaciones.

            Nicole transmitió un nuevo aire de esperanza a una investigación que parecía haberse estancado, entraba y salía con nuevos libros de consulta, contrastaban con otras obras, estudiaron minuciosamente las figuras durante horas hasta que Nicole dio con algo.

            –Cuesta un poco apreciarlo pero me da la impresión de que tiene las manos desfiguradas y en cada figura además son malformaciones diferentes.

            Entonces Rosana miró con rapidez las catorce imágenes una y otra vez, cogió una lupa y se acercaba… pensaba… volvía a mirar y por fin soltó una fuerte carcajada.

            –Lo hemos tenido delante todo el tiempo, las manos no están desfiguradas sino que está haciendo figuras con ellas.

            –¿Qué quieres decir?

            Rosana volvió a reír, recordando aquella foto en la que estaba con su hermana y ésta hacia figuras con las manos para cuando no pudieran hablar.

            –El lenguaje universal de los sordos.

            –¡Dios! Es cierto… no le faltan dedos sino que los esconde…

–Solo tenemos que ordenar los lienzos y debería aparecer un mensaje de al menos catorce letras.

Se miraban emocionados como miró Carter al Conde de Carnarvon después de avistar con una vela el interior de la tumba de Tutankamon a través del hueco de una puerta.

Pero todavía tendrían que abrir aquella puerta, a Nicole que ya llevaba horas allí se le antojo un arduo trabajo de modo que se dispuso a marchar para seguir al día siguiente.

–Sous mon tombeau –dijo Rosana sin dejar de mirar los catorce oleos.

–¿Cómo dices? –preguntó Nicole.

–Sous mon tombeau, bajo mi tumba –repitió Rosana como si estuviese hipnotizada, con la mirada fija en los lienzos.

–¿Hablaba francés? ¿Bajo mi tumba? ¿Qué quieres decir? –dijo Marcelo.

–Es lo que quería Elena que viésemos.

Nicole con un papel y un lápiz garabateaba nerviosa hasta que se quedó junto a ella mirando como si la hipnosis fuese ahora colectiva.

–Pero no entiendo esto nos hubiese llevado meses, años o no haberlo descubierto jamás, como sabes qué es eso lo que quería decir Elena. –dijo Marcelo.

–Lo sé y no me preguntes porque, solo lo sé.

Aquel fue un momento de los que cuentas a los nietos aunque no te crean. En la mente de Rosana explotaban imágenes sin sentido como fuegos artificiales en las cálidas noches de San Juan. Un secreto yacía bajo el sepulcro de aquella pintora.

Manuel Salcedo Galvez

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