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“El milagro del Puente de Lata”

En la sección de “Cartas al Director” de la edición de uno de agosto de mil novecientos noventa y nueve del diario “Ideal de Granada”, Diego Moreno Fernández cuenta una curiosa anécdota que tuvo lugar durante la construcción del puente.

Vecino de Dúrcal, trabajó durante muchos años como ingeniero técnico de Obras Públicas en la Confederación Hidrográfica del Sur y en la dirección de obras que el Estado realizaba en Motril. Allí coincidió y forjó su amistad con el motrileño Miguel Sánchez Ivar.

En el texto, escrito en primera persona, el autor describe a Miguel como una persona “…de cuya seriedad actualmente quizás haya más de un paisano que dé fe…”. Pretende reforzar así la veracidad del sorprendente suceso del que su amigo fue testigo:

“…Miguel era el encargado de la obra civil (obra de hormigón) cuando se trasladó el puente de Gor a Dúrcal, mientras la obra metálica la hacía una empresa alemana.

 Estaba cierto día Miguel, desde la Cuesta de la Valdesa, por bajo del puente, enseñando la obra a una pareja de la Guardia Civil y señalando a un muchacho alemán que se movía por la plataforma de la estructura, cuando he aquí que vieron que el joven perdía el equilibrio y como piedra caía al lecho del río. “Pero Miguel- dije yo a mi amigo- ¿no dio en alguna rama?”. “No, señor -replicó con seriedad casi ofendida Miguel- ¡lo vi yo caer!”. Y mi amigo siguió contándome que siendo entonces joven, corrió hasta el bulto inmóvil del alemán, lo cogió en brazos y lo llevó a una especie de enfermería que tenían a pie de obra. Allí tendió al inconsciente obrero y avisó a don Evaristo Pérez Carrillo.

 Foto 1 Artículo abril 2021

Era el médico de Dúrcal, quien también me confirmó en todo la historia de Miguel. Don Evaristo no quiso mover lo que era o estaba a punto de ser un cadáver, y así cogió unas tijeras e intentó cortar una manga de la cazadora que tenía puesta el muchacho; vieron que éste se incorporaba y, sin apenas conocimiento, él mismo ayudaba a quitarse la cazadora. Don Evaristo lo reconoció: sólo tenía roto un hueso de una pierna, pero estaba vivo. Lo trasladaron al hospital y su fuerte naturaleza hizo que algunas semanas después estuviera de nuevo trabajando en la obra.

 Cuando le daban bromas sobre lo acaecido, él en su chapurreo decía “mocha suerte, mocha suerte”. Cuando yo, tanto a mi amigo Miguel, como a don Evaristo, les exponía mi extrañeza ante el final feliz de una caída desde una altura de 53 metros (altura que un servidor midió en su día junto con José Enrique Puerta Jorge, siendo éste alcalde de Dúrcal), me dijeron que la única explicación era la siguiente: El alemán tenía una fuerte cazadora de cuero cerrada por delante con una cremallera; se supone que al

caer se infló sirviendo en parte como paracaídas.

 Foto 3 Artículo 2021

También de las manifestaciones del protagonista dedujeron que perdió el conocimiento de la impresión al empezar a caer, o sea llegó a tierra como un borracho, como muñeco de trapo. Su fuerte naturaleza y el destino hicieron lo demás.

 Aun así, el caso es por demás extraordinario y pienso que de tan singular hecho bien merece, creo, la pena que quede constancia por escrito”.

Artículo y fotos por David Ríos

Frutas Fajardo

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