EL DÍA QUE CONOCÍ AL POETA Y ESCRITOR MIQUEL BOTA TOTXO
Conocí al poeta y escritor Miquel Bota Totxo, por casualidad, una mañana de verano en el chalet que tenía en un paraje maravilloso, lleno de paz y en contacto directo con la exuberante naturaleza en la Cala de San Vicente, en el término municipal de Pollensa. Tenía yo unos amigos en Pollensa y en una visita que les hice –por ser estos muy amigos de Miquel–, me acompañaron a conocerlo. Yo ya había oído hablar de este poeta e incluso había leído algo de él, tanto en castellano como en catalán. Nuestra llegada le cogió leyendo en el porche de su casa. En un ambiente sereno y apacible, aparte del olor de las flores oíamos el canto de los pájaros que nos llenaba de paz.
Miquel Bota Totxo (1920-2003), poeta, escritor y autor teatral, fue profesor de lengua y literatura. Era también un buen dibujante. Fue, entre otros muchos cargos, consejero de Cultura de la Caja de Ahorros «Sa Nostra». Su humanidad era casi de franciscana sencillez. Ha obtenido distintos premios, entre ellos el Premio Ciudad de Palma 1973
Una vez que mis amigos me lo presentaron, nos invitó a sentarnos y estuvimos hablando mientras degustábamos un refresco que muy gentilmente nos sirvió la encantadora esposa de Miquel. Hablamos, como no podía ser de otra manera, de poesía, aunque después nuestra conversación derivó a hablar sobre el idílico paisaje que nos rodeaba y sobre la historia de Pollensa, que él muy bien conocía, ya que había sido, o era en esos momentos, el cronista oficial de la población. Nos habló de los muchos personajes de la literatura, tanto de España como del extranjero, que habían visitado Pollensa y que él había conocido. Así fueron pasando el par de horas que estuvimos con Miquel, antes de despedirnos nos leyó algunos poemas escritos por él últimamente, tanto en castellano como en catalán. Nos despedimos de él, con el deseo por ambas partes de volver a vernos a no tardar mucho.
Y ese día llegó unos meses más tarde en una nueva visita mía al Puerto de Pollensa, en donde debía verme con el poeta Santiago Alonso Uriarte. Teníamos que visitar varios restaurantes, con los que previamente Santiago había hablado, para obtener una publicidad para la revista literaria Arboleda, que dirigía. Fue una visita provechosa, ya que obtuvimos dos publicidades que duraron tres años. Santiago estaba más contento que yo, ya que él, como tantas otras personas, quería lo mejor para la revista. Me invitó a almorzar en uno de los restaurantes que nos habían concedido la publicidad. Al regreso hacia Palma entré en Pollensa y fui a visitar a Miquel a su casa. Tuve la suerte de que estuviera en ella. Se alegró de verme y mientras tomábamos un oloroso café hablamos de cosas diversas y de la revista Arboleda, y sobre por qué la fundé, y así fue pasando una buena parte de la tarde. Ya con el sol poniéndose, emprendí el regreso hacia Palma, donde llegué casi de noche.
Otro de mis encuentros con Miquel fue su participación en una conferencia que dio en una de las Semanas Culturales que organizaba, concretamente la dio en el salón de actos de la Caixa ubicado en las Avenidas, ese día estuvo expuesto en la sala un cuadro original de Miquel que se había autopintado. Un cuadro magnífico que fue muy comentado por todos y junto al cual estoy fotografiado con el autor y conferenciante. La conferencia fue magnífica y muy aplaudida por el muchísimo público que asistió a dicho acto.
La última vez que tuve la gratísima oportunidad de verlo fue con motivo del fallo de la cuarta convocatoria de los Premios de Poesía de Primavera de Palma de Mallorca, y que por aquellas fechas convocaba dentro de la AHE. El jurado esa vez estuvo compuesto por D. Gaspar Sabater, D. Miquel Bota Totxo y D. Esteban Pisón. A diferencia de los años anteriores, en que el jurado se reunía en alguna institución, ese año por comodidad –quizás mía– convoqué al jurado en mi domicilio a las 8 de la tarde, anteriormente pedí a mi esposa que preparara algo de comida para tomar una vez fallados los premios. Un amigo mío residente en esas fechas en Pollensa se cuidó de traer a Miquel y después devolverlo a su residencia. El fallo se fue alargando en el tiempo, nos encontrábamos en las diez de la noche y aquello seguía sin fallar. –Aparte de los miembros del jurado había unas seis o siete personas invitadas para poder seguir sus deliberaciones–. El asunto estaba enroscado porque uno de los miembros del jurado no aceptaba que al que había obtenido el primer premio, según su punto de vista, le faltase una coma en uno de los versos. Cansado de escucharlo debatir tal circunstancia con el resto del jurado, y debido también a que ya tenía ganas de comer, le dije a Pisón: «Enséñame dónde, según tú, falta la coma». Él me indicó el sitio. Cogí un bolígrafo y puse la coma que faltaba al verso. Problema solucionado. Ahora, a cenar. El resto de los componentes del jurado lo aceptaron con aplauso y fue D. Gaspar Sabater quien apostilló el asusto diciendo: «Esteban, a lo mejor el poeta no ha querido poner la coma ahí donde tú crees que debe ir, no deja de ser al fin y al cabo algo subjetivo».
Pero esa noche aún nos esperaban más sorpresas. Una vez que habíamos cenado, y ya más relajados, las conversaciones se centraron en hablar de todo un poco. Ya avanzada la noche, Miquel Bota Totxo cantó dos coplas en mallorquín que fueron muy aplaudidas, pero quedaba una grata sorpresa más. Fue cuando dijo que él también sabía cantar flamenco. «Que diu», le dijo D. Gaspar, «no sabía yo nada de eso». Sin guitarra, a palo seco y a las doce de la noche se arrancó por fandangos tan bien cantados que nos dejó a todos los presentes maravillados, y así, entre canto, charlas y buen humor, llegamos hasta bien entrada la media noche. Las tres personas mencionadas, desgraciadamente, ya fallecieron, pero siempre estarán en mi recuerdo más entrañable. De ellas hablaré en próximas crónicas.
JOVENTUT
Per la joia d´un cantar
D´enceta la meva vida,
Joventut, alba garrida,
Que al fogir no saps tornar.
Calze coral ou beuria
El do de l´eternitat,
Joventut, flor exquerida
Joventut, i me´has deixat.
Juventut la que voldria
Per embarca-me en l´espai
I vol que no acabi mai.
Marcelino Arellano Alabarces
Palma de Mallorca