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El corazón pensante desde el horror

El holocausto fue una tragedia judía de consecuencias universales

 

ELIE WIESEL

  

Hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Tanto ha inventado las cámaras de gas como ha entrado en ellas con la cabeza erguida y el padrenuestro o el Shema yisrael en sus labios.

 

VÍCTOR FRANKL

 

El 27 de enero es el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Ese día se conmemora la liberación en 1945 por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. La Asamblea General de las Naciones Unidas, proclamó oficialmente esa fecha, para recordar a las víctimas y acentuar su compromiso de luchar contra el antisemitismo, el racismo y toda otra forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra determinados grupos humanos. Auschwitz no es una cuestión clausurada, es una presencia que acostumbra actuar en forma de ausencia y que, en nuestras sociedades de la indiferencia, corre el peligro de activarse y convertirse en realidades concretas y tangibles.

Ningún otro suceso de la historia sigue tan presente en el corazón del mundo, moldea nuestra forma de pensar y de hablar del mayor crimen de la historia. En hebreo, la Shoa, supuso el exterminio de dos terceras partes de la población judía europea de todos los territorios ocupados por el régimen nazi en lo que llamaban “la solución final”. Sigue siendo un recordatorio de la barbarie y del fracaso de la comunidad internacional de proteger a la población judía perseguida y a otros grupos y minorías que murieron en los campos de concentración.

Para ese día tan señalado, me gustaría recordar a Etty Hillesum, una joven holandesa judía que a los 29 años muere en el campo de concentración de Auschwitz. En el campo de exterminio entre 1941 y 1943, escribirá un diario íntimo en el que expresa sus sentimientos durante su cautiverio. En sus diarios y cartas, se alumbran pequeñas luces desde el horror y la noche de los campos de concentración. No esconde el sombrío panorama, pero su visión no es trágica. Se fija en el otro con un amor inmenso, en los colores del atardecer, en la posibilidad de un tiempo mejor. No hay rendición en su voluntad de vivir, ni siquiera cuando considera probable, demasiado probable, su viaje hacia la muerte. En ellos se desvela una experiencia humana y religiosa muy profunda, es posiblemente una de las mejores respuestas a esa pregunta de si se puede hablar de Dios después de Auschwitz.

Es una mujer culta, licenciada en derecho, se matricula en la facultad de lenguas eslavas, se interesa por los estudios de psicología, y leerá a los grandes autores de su época. Con la llegada de los nazis a Holanda, trabajará en el Consejo Judío de Ámsterdam, hasta su traslado al campo de Westerbork, desde donde miles de judíos holandeses fueron trasladados a los campos de exterminio.  Los diarios y las cartas fueron escritos en el campo de Westerbork, por su delicada salud y gracias a un permiso especial, llevaba consigo cartas y mensajes de los prisioneros, además de recoger medicinas para llevar al campo. En alguna de ellas, informaba a sus amigos cómo era el campo y en medio del horror y lo estremecedor de muchas de las descripciones, se aprecia una ausencia de odio y la afirmación de que la vida sigue siendo bella, aún allí, afirmando que al final seremos juzgados por nuestra calidad humana.

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Etty Hillesum

En la página 136 de su diario escribe: “El sufrimiento no está por debajo de la dignidad humana”(…) “La mayor parte de los occidentales no comprenden el arte del dolor, y por eso viven obsesionados por miles de miedos” (…) “Hay que aceptar la muerte, hasta la más atroz como parte de la vida” (…), “estoy junto a los hambrientos, junto a los maltratados y moribundos todos los días, pero estoy también junto al jazmín y a ese pedazo de cielo que veo desde mi ventana, en una vida en la que hay sitio para todo, para la fe en Dios y para un fin miserable”.

La obra se abre con una nota sin fecha que refleja su estado de ánimo todo ese tiempo: «Mi corazón ha muerto hoy varias veces y otras tantas ha resucitado. De minuto en minuto me despido y me desprendo de todas las cosas que me atan con el exterior” (…) “Me pregunto si mi corazón no estará ya tan cansado y gastado, que no podrá ir nunca más, como un pájaro libre, donde quiera».

A pesar de todo fue una mujer feliz y una gran buscadora de Dios. Se puede hablar de Dios después de Auschwitz, debido a que en Auschwitz se hablaba de Dios y con Dios, se buscaba a Dios incluso en medio de la oscuridad y la tragedia. “Amo tanto al prójimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los demás”. El dolor compartido es dolor superado, porque aproxima los corazones y en el corazón de lo imposible surge la esperanza. Uno conoce la intensidad de su vida por la profundidad de sus encuentros. Encuentros con Dios y encuentros con el prójimo. Las relaciones y los encuentros son el sabor, el color y la esencia misma del destino humano.

En 1943, junto con su padre, su madre y Misha, uno de sus dos hermanos, junto con casi mil personas más, fueron metidos en un tren que los deportó directamente a Polonia. Murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943. Su otro hermano, Jaap, que había sobrevivido, murió mientras retornaba a Holanda. En una de sus cartas afirma: “Quisiera vivir muchos años, para poder explicarlo posteriormente. Mas si no se me concede este deseo, otro lo hará, otro continuará viviendo mi vida, desde donde terminó” (…) “Si llegase a sobrevivir esta etapa, surgiré como un ser más sabio y profundo. Más si sucumbo, moriré como un ser más sabio y profundo”.

 

Juan Antonio Mateos Pérez

Molvízar web

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