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    Desde hace varios años venimos oyendo y viendo en todos los medios de comunicación las palabras “cambio climático”. Y éstas se aplican a todos los desastres naturales y no naturales, pero nunca a los errores y falta de previsión y acción de los políticos que nos gobiernan en esta España de hoy. El Sr. Presidente de Gobierno ante la negra humareda y río de lava del volcán de la Palma, sólo dijo con solemnidad: “el cambio climático mata”, ahí terminó su actuación. Si cae una tormenta descomunal, si no llueve, si hace un terremoto o despierta un volcán, o se prende fuego a toda España como ha ocurrido en este 2023, es debido al “cambio climático” y no a los individuos que le prendieron fuego. Y cabe preguntarse, ¿No es misión del Gobierno prevenir y proteger al país en todos los aspectos?

    Ante la “pertinaz sequía”, en el régimen anterior se construyeron 739 pantanos y se hicieron muchas obras hidráulicas que redujo en gran medida la falta de lluvia. Ahora no hay ni previsión ni provisión y menos aún acción. A estos gobernantes los males que ocurren en España les cogen de sorpresa y en su incompetencia le echan la culpa al cambio climático. Con cuánta razón escribió D. Miguel de Unamuno en el año 1936 aquel artículo titulado: “Mandarines y no mandones” sobre los gobiernos españoles: “Lo que no le gusta es mandar. Le gusta ocupar el puesto de mando, pero no mandar, sentarse en la presidencia, pero no presidir”. Es decir, gozar de mando y de sus privilegios, pero sin dar golpe, enriquecerse y vivir a lo grande.

     Ver cómo se está destruyendo a marchas forzadas la ganadería y la agricultura, , se cae el alma por los suelos y no es sólo por la falta de lluvia, sino por la falta de atención a estos dos sectores de riqueza, bien por la falta de lluvia y aún más por los enormes gastos de producción y los gravámenes de los impuestos. El plan hidrológico que elaboró el gobierno del Sr. Aznar se lo cargó el Sr. Zapatero, y no hizo ninguno en su lugar. Después el Sr. Rajoy pudo llevar a cabo el del Sr. Aznar con mayoría absoluta, y no hizo nada.  Al gobierno actual, le importa un pimiento, tiene otras cosas más importantes que atender.

Allá por el siglo XVIII, el Padre Feijoo en su ensayo titulado “Honra y provecho de la Agricultura”, se lamentaba de la poca atención que los gobiernos le prestaban a la agricultura: “El descuido de España lloro, porque el descuido de España me duele”. Así me pronuncio yo también me duele ver el Valle del Río Verde, hasta hace poco tiempo esplendoroso con las plantaciones de aguacates en las faldas de las montañas, que ha sido el sustento y vida de los pequeños agricultores y tanto puestos de trabajo que han creado. Hoy, y más mañana, la falta de agua ha sumido estos campos en la miseria y han sido abandonados por los agricultores.

   Ver desaparecer estas plantaciones me duele, no sólo por haber nacido en esta tierra, sino por la vinculación tan fuerte que me une a la agricultura por haber sido alcalde de Jete y de Almuñecar, Secretario de la Hermandad de Labradores, de la Comunidad de Regantes de Río Verde, Secretario de la Cámara Agraria y ser agricultor de aguacates.

     Hay cosas que no se olvidan, están siempre presentes como si estuvieran ocurriendo en el mismo momento de su evocación. Entre los recuerdos más vivos que tengo son los de aquella época de los años 60 cuando un alemán-chileno llamado Robert Magdah y un vasco Luis Sarasola, escogieron Almuñecar para una plantación de aguacates en una finca de 3 Ha que bautizaron con el nombre de Rancho California. Allí conocí al que sería el más entrañable de mis amigos, JULIÁN DÍAZ ROBLEDO, que a pesar de su juventud ya tenía un gran conocimiento y experiencia sobre el aguacate, pues fue pionero e impulsor en la plantación y comercialización en Canarias que después extendió por toda España. Recuerdo con admiración cómo Julián solía llevar bolsas con huesos de aguacate del Rancho California para plantar y multiplicar la plantación de aguacates, difícil de encontrar porque era en el comienzo. Después haría lo mismo para que todo el Valle de Río Verde fuera un bosque de aguacates. Julián fue el colaborador imprescindible para que el aguacate se plantara, se multiplicara, y también se comercializara, creando una gran riqueza. Y hay que repetirlo cuantas veces sea necesario, toda su labor y ayuda fue totalmente ALTRUISTA, todo por amor a las plantas y, especialmente, al aguacate.

     En mi caso, que siempre me he definido como agricultor, a pesar de haber desarrollado otras actividades, siempre asistí a las conferencias que Julián daba por toda la costa de Granada y de Málaga, pues lo hacía con tan profundo conocimiento, convicción y entusiasmo que era imposible resistirse a no sembrar aguacates.

     El día que venga por esta zona y vea los esqueletos de los árboles, puedo imaginar su dolor, él que tanto trabajó para que el aguacate floreciera en estos campos. Un dolor más intenso que el de los propios agricultores, porque Julián tiene el don de poder hablar  con los árboles y, muy especialmente, con los aguacates. Sólo un hombre como él podía escribir esos encantadores libros: “La magia milenaria del aguacate” y “La historia del aguacate”, en los que con un lenguaje sencillo, claro y ameno y a la vez científico y elegante narra la fascinante vida y sus excelencias como alimento.

    Como la deuda que tiene esta comarca con Julián Díaz Robledo es impagable, la Cámara Agraria, como reconocimiento a su inmensa labor le otorgó el PRIMER AGUACATE DE ORO.

    En este trópico de Europa los aguacates se mueren, pero le hacemos una sugerencia a Julián que escribió ese libro con el título  de “FRUTOS, RAROS, RAROS, RAROS”, que nos indique uno o varios de esos raros que no necesiten agua para plantarlos en esta tierra nuestra.

JOSÉ ANTONIO BUSTOS  (20-10-2023)

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