El Café de doña Ramona
Uno que sale, otro que entra. Uno que pasa y tuerce la esquina, donde han dejado su firma los amigos de sus amos.
Un cartón entre las manos con TENGO HAMBRE clavado a golpe de Titanlux. Una gorrilla en el suelo, y cuatro monedas bailando el fox-tros de la tristeza, el hambre, la humillación.
El jabón en los cristales y el Rolex brillando al sol le recuerda, al limpia de ojos azules, que hay algo más que ese mundo de cubo, esponja y jabón.
Un autobús, dos taxi; el chico del Pizza hut sorteando la motillo entre los coches; sabe que si no la entrega a tiempo la pagará de su sueldo.
Una sirena, la del SAMUR, pide paso a la hora punta.
Dos religiosas, de las de antes.
Dos ladronzuelas de las de hoy.
Dos prostitutas en un portal.
Y uno que entra, y otro que sale.
Un pareja de adolescentes cargados hasta las cejas de feromonas.
Una pareja de enamorados juntan sus labios, sentados en la terraza del café de Doña Ramona; una señora a la que la vida le endiñó un hijo descerebrado, y una sobrina algo putón.

Una mujer y su desconsuelo, acompañada de un té con menta…
Un libro sobre la mesa.
Unas gafas, un móvil,
Y el pensamiento que vuela…
y ella se dice, que aún le quedan deseos, caricias nuevas; sonrisas bellas…
Y la vida pasando tras los cristales.
Y el pensamiento volando,
y los recuerdos dormidos,
y el corazón palpitando…
Un rayo de sol atravesando el cristal,
un avión cortando el cielo,
las palomas de la plaza alzando el vuelo,
Y aún le quedan caricias, sonrisas bellas…
Y aún conserva bajo la almohada la camiseta de Charlie Browm…
Y aquella guerra de almohadas,
¡La vida te da sorpresas!
Y aquel te amo, y yo más.
Y aún le quedan deseos…
y el pensamiento que vuela…
Y la vida…