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EL “ART DÉCO” EN RAFAEL DE PENAGOS

José Jaime Capel Molina

Delegado Nacional de Artes plásticas de la Academia Granada Costa

Rafael de Penagos el creador virtuoso de la Ilustración gráfica del “Art Déco” en España, que marcó un lenguaje de modernidad en la vida cotidiana, donde las transformaciones sociales eran imparables.

Penagos es un artista que crea su propio lenguaje de expresión, enmarcado en las amplias raíces clasicistas. Se enfrenta a la acción realizando aquello que concibe, inspira, crea o forja, por medio de composiciones con las que intenta difundir sus ideas, sueños y anhelos. Estas ideas pueden ser al comienzo poco concisas, a la espera de ser concebidas o plasmadas sobre una cartulina, una hoja de papel o pueden estar nítidamente  definidas aguardando ser plasmadas en un boceto, hasta que pasan, finalmente, a formar parte de una obra de arte. Además de los conocimientos teóricos proporcionados a su paso por la Academia de San Fernando, tenía importante nociones de dibujo, una innata habilidad para el mismo, y conocimiento de cuales eran y como se transformaban los variados elementos y superficies para adaptarlos a sus obras.

Penagos sabe la relevancia de las formas para estructurar adecuadamente una ilustración, un dibujo bien realizado que necesita de su tiempo. La mancha y la línea se comportan amigablemente sobre la cartulina.

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Define con sus trazos gráciles un nuevo estereotipo de mujer, la nueva Eva que representaba el nuevo modelo para la mujer española de la época. En 1925 obtendría una medalla de oro en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de Paris. La célebre muestra parisina que daría nombre a un nuevo estilo “Art Déco” más que surgir de ella lo que consolidaba y, sobre todo, lo popularizaba. Para Rafael de Penagos Madrid es el centro artístico por excelencia, moderno, cosmopolita, pleno de luchas y de fracasos, y como el mismo comentaría: “y sin sentido me vi luchando a brazo partido entre las olas de la corriente artística que inundaba la Escuela de Bellas Artes de San Fernando”.

Sus primeras obras, ligadas a la ilustración de libros, surgen dentro del proceso estético del modernismo, engarzado en reminiscencias románticas. Paisajes en los que el Simbolismo y el Romanticismo quedan patentes, haciendo de testigos a los montes y a las fuentes, las umbrosas sendas y  los espacios siempre verdes. Una naturaleza exuberante: fontanas, surtidores, cipreses y otras soledades de agua. Penagos difunde sus nuevos estereotipos, por medio de novedosos  instrumentos de comunicación: las revistas Blanco y Negro, La Esfera, Nuevo Mundo y España, cuyos iconos demanda esta incipiente sociedad de consumo que intenta imitarlos.

A partir de 1909 irrumpe  en el cartel, cosechando numerosos éxitos, dentro del nuevo diseño gráfico. Desenfado, humor y elegancia irán a la par. Penagos emplea una gama fuerte de colorido distribuido en manchas planas, colores puros. Pasa del Modernismo al Art Déco, de forma brusca, a modo de salto monzónico se iza como uno de los pilares más firmes del nuevo estilo representativo de la década de los años veinte.

De sus visiones de  la mujer, esa nueva Eva, esa mujer moderna, europea, urbana, delgada, fría, distante, insumisa, independiente. El “Arte Déco” manifiesta una clara ambición cosmopolita, las fronteras entre países dejan de estar blindadas y el trasiego de personas y bienes traspasa territorios y continentes, comienzan los rimeros balbuceos en los procesos hoy generalizados de la globalización.

Es el creador de imágenes de un nuevo ideal estético de mujer que se adelantaba a su tiempo. Nace como símbolo preferente  dentro de una sociedad y un mundo cambiantes, que se transforma velozmente en Europa tras la Primera Guerra Mundial. España estaría dentro de ese contexto, y Penagos lograría, como  ningún otro, imponer esta nueva mujer. La  “eva déco” europea se llamaría en España la “mujer Penagos”, esa mujer comprometida con la modernidad europea, delgada, independiente, siempre esbelta, grácil y seductora. La mujer moderna va adquiriendo hábitos nuevos y la moda le configura esa imagen de contemporaneidad. Una mujer que hace deporte, nada, esquía, juega al tenis, al golf, fuma cigarrillos, con una gran carga de erotismo. Iconos nuevos que configuran nuevos modos de comportamiento y aceptación social.

Los arquetipos femeninos son mujeres reales, llenos de sutileza, desenfado y gracia, que ha logrado toparse en sus andanzas por el mundo, que captó como ningún otro ilustrador gráfico. Inventa el tipo de mujer sofisticada y contemporánea: ”cuántas mujeres desfilaban   por su lado”, sea Madrid, Paris, Londres, Santiago de Chile o Buenos Aires.

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Penagos participó en los ambientes intelectuales y bohemios de Madrid entre 1910 y la  II República, intervino activamente en tertulias y debates de intelectuales, actores y artistas. Se relacionó, entre otros, con Azorín, Valle-Inclán, Pío Baroja, Pérez de Ayala, Julio Camba, Anselmo Miguel Nieto, Andrés Segovia, Juan Belmonte, Gutiérrez Solana, García Sanchís,  Vázquez Díaz, Zuloaga, Julio Romero de Torres y Juan Cristóbal. Estos círculos intelectuales dejaron indeleble huella en su obra gráfica. Penagos era hombre de la calle, cercano, culto exquisito, casi todo lo aprendió de su convivencia diaria con la vida, lo cotidiano, las tertulias y los cafés. El tenía un punto de vista diferente, asiduo de la noche de ambiente ambiguo, difuso y de cabarets de copas, dispersos por el barrio de Salamanca.

En Rafael de Penagos aparece siempre de manifiesto el Madrid que tanto amaba, inserto en Castilla, esa augusta llanura inmensa, inasible, invicta, inmortal e inolvidable. En él se atisba melancolía, la del recuerdo de un posible destino, intuido y abandonado, conscientemente, en los inicios su afamada carrera artística, -el de un excepcional pintor-, como lo fueron sus coetáneos y amigos, con los que compartió sensibilidad, lealtad, confidencias….Vázquez Díaz, Solana, Zuloaga, Romero de Torres, Anglada Camarasa o Joaquin Sorolla.  

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