EDUCAR EN NORMAS CLARAS UN ANTÍDOTO PARA LA VIOLENCIA
El incremento de la violencia entre una población cada vez más joven empieza a ser preocupante. Últimamente, estamos asistiendo a conductas violentas desempeñadas por menores de edad contra personas u objetos tanto del mobiliario urbano como de la propiedad privada. Una violencia gratuita y sin ningún sentido más que el que les resulta divertido destruir por destruir, sin tener en cuenta contra quién o contra qué va dirigida esa violencia. Estas gamberradas las suben a sus redes sociales para que sus seguidores, que las ven como muy divertidas, les den likes de apoyo, y a su vez las reenvíen a otros menores. Resultó muy desagradable el video que se pasó en todas las cadenas de televisión, en el que se veía a unos menores de un pueblo de Pontevedra pegando patadas a nichos de un cementerio e insultando gravemente a las personas enterradas en los mismos. También es muy frecuente subir a la red peleas en las que un grupo puede agredir salvajemente a una persona mientras es coreado por el resto.
Es importante discriminar violencia de agresividad. La agresividad está relacionada con el instinto de vida y puede ser positiva si se usa desde una posición empática. Pero la violencia es una conducta aprendida, donde el otro es un objeto a usar, es decir, donde no existe la empatía. Los niños y las niñas, van a tender a imitar la conducta a partir de la observación personal y el medio ambiente. Los niños o niñas que han sido maltratados (tanto física como psicológicamente) tienden a tener problemas para procesar correctamente los procesos socio-cognitivos. Esto puede llevarlos a aumentar las posibilidades de reaccionar con altos niveles de violencia en situaciones que pueden ser muy ambiguas desde la perspectiva social, es decir, tener una reacción desmesurada en relación con la gravedad de los hechos amenazantes que la han motivado. No necesariamente sólo los niños con antecedentes de malos tratos van a presentar conductas violentas directas (físicas y / o verbales) o indirectas, dependerá de diferentes factores de riesgo o de protección, especialmente si tienen o no resiliencia. Es decir, si van o no a tener capacidad de organizarse a pesar de las situaciones desfavorables y/o traumáticas de la vida
Es muy importante el papel educador de la familia en los hijos e hijas. No se pude delegar este papel en la escuela, porque donde realmente los hijos e hijas van a aprender los modelos de conducta es observando el comportamiento de sus padres y madres. Es en esta interrelación donde se van a establecer los modelos internos de trabajo, que van a permitir organizar su aprendizaje social y la estructura de la personalidad, que autorregularan los aspectos emocionales que facilitaran el desarrollo de las habilidades de seguridad frente a las diferentes situaciones de estrés que se le pueden presentar a lo largo de su vida.
Como decía, la violencia desarrollada por niños y niñas, está muy ligada a la falta de normas claras. Se tiende a confundir la autoridad del padre y la madre como una forma de “traumatizar” en lugar de formar. Si no ponemos límites claros de lo que se puede hacer, donde y cuando, estamos generando un grave maltrato hacia estos niños y niñas. Maltrato porque no les damos instrumentos para poder organizarse frente a los conflictos y generándoles una falsa sensación de omnipotencia delante de los conflictos. Este es un problema que van a tener cuando deban de enfrentarse a la realidad social cuando sean adultos, condenándoles a ser eternos adolescentes. Sin estos límites interiorizados, difícilmente van a poder desarrollar la función reflexiva o mentalización, empatía o asertividad.
La presión del grupo cuando se perpetran acciones violentas, es muy importante en la infancia y adolescencia. El grupo da un sentido de identidad en esas etapas evolutivas. El que se elija pertenecer a este tipo de grupos violentos pude tener diferentes motivaciones que pueden ir de sentimientos de omnipotencia y poder, pero también por miedo a ser una víctima. Quedar fuera de estos grupos violentos resulta muy difícil sino se ha podido desarrollar previamente la empatía y el asertividad. Es decir, poder reconocer al otro y poder confiar y respetarse a uno mismo.
La empatía y la asertividad se aprenden desde pequeños. Les propongo un ejercicio fácil de hacer durante el periodo de vacaciones. En sitios públicos como piscinas o restaurantes, algunos niños y niñas se comportan sin respetar las normas mínimas y molestando a todo el mundo, sin que los padres o madres les indiquen que deben respetar al resto de las personas que comparten su espacio. Otro ejemplo es que, si ustedes suben a un transporte público, los pequeños están sentados en los espacios reservados para personas con algún tipo de dificultad y no se levantan para dejar el asiento y no solo esto, sino que los cuidadores no les hacen levantar. Ciertamente no necesariamente estos niños y niñas formaran parte de grupos violentos, pero si tendrán muchos problemas para desarrollar la empatía.
Las personas de mi generación, nos educaron en unas reglas básicas de convivencia y de respeto hacia el otro. Impensable que los padres o madres agredieran a los maestros por no estar de acuerdo con sus propuestas. Respetar, frustrar, poner límites, a nuestros hijos e hijas, en fin, usar el sentido común en su educación, es un buen antídoto para la falta de empatía y para la violencia. Educar a los hijos e hijas a pedir las cosas por favor y dar las gracias es una forma de que aprendan que no son los reyes del mundo, sino que son ciudadanos comprometidos con el bienestar general de toda la sociedad en la que viven.
Dra. Carme Tello Casany
Psicóloga clínica
Presidenta de la Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM
Presidenta de la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil FAPMI
Carme, estoy muy de acuerdo con tu artículo, pero hay que empezar muy pronto a poner esos límites. Y si algunas familias no los pueden poner porque no están presentes o porque son el modelo de esa violencia, la escuela tendrá que hacer su papel, pero desde muy pronto, desde la primaria. Que allí vean otro modelo y que encuentren estructura y medidas firmes. Para ello hay que valorizar el trabajo del profesor de primaria y darle formación continuada en estrategias de manejo de comportamientos disruptivos. He trabajado con estudiantes de 16-18 años en escuelas muy distintas. Y los que llegan habiendo tenido una disciplina adecuada, aprenden y disfrutaban. Los que no han tenido esas estructuras, ya están frustrados y no pueden manejar la carga académica que exige progresar en el currículum. Baja su asistencia, se enfadan, están desorientados frente a un futuro que tienen ya delante. Además de intervenir en la familia, hay que intervenir en la escuela, pero desde el principio. Me encanta este tema. Si tienes seminarios o jornadas, me interesaría asistir. Gracias por el artículo.