ECOS DE LA CALLE – BREVE REFLEXIÓNSOBRE EL MUNDO ACTUAL
Reflexión profunda sobre un mundo convulso donde la moral se quiebra y la humanidad parece extraviarse. Un llamado urgente a recuperar la paz, la empatía y la cordura antes de que el planeta, las guerras y la injusticia pasen una factura irreversible.

Difíciles momentos los que estamos viviendo, la fe, la política, la ciencia y la moral se resquebrajan y convulsionan. El desconcierto prevalece cada vez más en el futuro del hombre y hora parece ser, de reforzar nuestras convicciones en bien del entendimiento, la paz y la racionalidad de la humanidad, pero especialmente, en defensa de lo que desde siempre fundamentamos la cordialidad, la empatía y el amor, para que vuelvan a prevalecer sobre todas las cosas ficticias, intranscendentes y nefastas, a las que hoy rendimos culto en este mundo de odios, de rencillas, de enfrentamientos y de guerras, que esparce a manos llenas el demonio, cuando el ser humano sabe por experiencia que, solamente con la paz y la fraternidad surge el progreso, el bienestar, la caridad, el amor y la felicidad, aunque parece ser que casi siempre, se empeña el hombre en conducir su propio destino, inmerso como está, en un condicionante social que de algún modo le lleva a creer que lo que somos o representamos es lo único que cuenta, y lo que estará ya por siempre presente en nuestra vida, en nuestro desarrollo intelectual, en nuestra realización personal como seres humanos, o como integrantes o integradores de un estado social determinado.
En nuestras vidas se suceden los acontecimientos casi de forma cronológica, como si todo correspondiera a un esquema preconcebido. Es una apariencia fútil, porque en nuestro interior laten nuestras inquietudes, nuestros deseos de perfección, la incuestionable pregunta del destino y el móvil de nuestra existencia.
Desde el fondo de nuestro corazón arranca nuestra fortaleza, nuestra fe, y en él, se cobijan y hallan lugar lo más exquisito de nuestros sentimientos. De ahí, que juzga mal el hombre que enjuicia a otro en razón de la cultura que ha adquirido, de su estamento social, de sus creencias religiosas, de su talento, o de su simplicidad. Porque son insondables los designios del hombre, con su destino y su amor, que se prodiga lejos de los parámetros de la conciencia o de la capacidad de juzgar y de entender del hombre que busca y ama sobre todo, la paz, la prosperidad y la felicidad para todos por igual.
Ahora, cada vez con más frecuencia vemos que el hombre no solamente se aparta de Dios, que prescinde de Él, sino que los parámetros éticos y morales en que nos educaron a nuestra generación y que emanaban de la religión, van perdiendo valor y relevancia en el comportamiento generalizado en todo el mundo, hoy la veracidad, la honradez, la dignidad, el respeto, la lealtad, son valores cada vez más en desuso, y la mentira, el robo, la corrupción, el egoísmo y la violencia, toman protagonismo hasta el rango de cotidianidad, como si eso precisamente fuera la normal y deseable, transformando nuestras conciencias para su total aceptación.
Nos quejamos de las injusticias que aquejan a la sociedad por una parte, y por la otra, nos hacemos cómplices de esos desmanes con nuestro silencio y nuestro voto. Triste días nos esperan, si cada cual solamente piensa en sí mismo, si no aprendemos a decir pan al pan, y agua al agua, y vamos dando cobardemente como bueno, todo aquello que no lo es, ni lo será nunca.
Por el bien de la humanidad, los aires imperialistas deben cortarse de cuajo, soplen de la dirección que soplen, con decisión y contundencia, porque la PAZ, es muy frágil y no podemos andarnos con titubeos.
Pero el tiempo apremia, cada vez más inconscientemente jugamos con el planeta, jugamos con la guerra, jugamos con la marginación y el hambre de naciones enteras, y nuestra hipocresía parece que todo lo consiente, hasta el día quizá, que sin pensarlo, la guerra o la devastación nos afecten irremisiblemente a todos.
Estamos ya próximos a la Navidad, tiempo de amor, de perdón y de paz. Esperemos que el buen criterio y la racionalidad se impongan sobre todos los intereses mezquinos y una paz estable y duradera, sea el mejor regalo para esta atribulada humanidad.


Querido amigo Álvaro, muchas gracias por tu magistral introducción a mi artículo. Un abrazo.