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DOS PERSONAJES ILUSTRES VISITAN A DON ANDRÉS MANJÓN

Todo lo que acontece en Granada, ya sea bueno o malo, me interesa desde el principio al final, debido a mi amor, como el de cualquier granadino de buena voluntad, a esta tierra por mí tan deseada y loada. Asimismo, me atañe lo que no sucede, en ella, por diferentes motivos, pero que debe llevarse a cabo, a pesar del tira y afloja, de las críticas demoledoras, de la intención de asfixiar ciertos proyectos soleados y progresistas… por parte de algunos o de muchos de los políticos de turno, tanto a nivel provincial como autonómico o nacional. Por ello, y por ansiar para Granada, la quintaesencia del paraíso, lo que un corazón amante puede anhelar para su amada, asistí el pasado 18 de enero, previa invitación, a una reunión informal de intelectuales y políticos granadinos. La edad de los contertulios no excedía de los cincuenta años.

Dicho acto fue organizado para debatir lo favorable y lo adverso, lo positivo y lo negativo de la enseñanza pública y privada en Granada capital y provincia. Como es obvio, se habló y se habló, entre múltiples temas educacionales y culturales, de la pedagogía manjoniana en la actualidad. Con respecto a la obra docente de D. Andrés Manjón que tantos frutos dio, da y dará, no sólo en Granada sino en el mundo entero, hubo, como siempre que se disputa sobre algún tema esencial y vital, detractores y defensores, desequilibrándose la balanza, significativamente, a favor de estos últimos, entre los que yo me encontraba.

Todos los españoles sabemos el lugar tan privilegiado que ocupa D. Andrés Manjón y Manjón, como persona, como sacerdote, como docente y como fundador de las Escuelas del Ave María y del Seminario de Maestros, en los corazones de la inmensa mayoría de los granadinos de siempre. Es un honor, una delectación sin límites y sin medida y una gloria extraordinaria para este “jardín de delicias y emociones nuevas”, así como para el alma que lo disfruta, el poseer sobre su “cuerpo” feraz y hechicero la obra inmortal de D. Andrés, cada día más enraizada, extendida y fructuosa para beneficio de los propios granadinos y de los jóvenes estudiantes de otros lugares de Andalucía y del resto de España y del orbe.

En dicho acaecimiento, fui designado para exponer cómo se desarrolla actualmente la enseñanza en sus distintos niveles, según los principios de D. Andrés, en los centros avemarianos. Antes de desgranar mi improvisada disertación, expuse una breve semblanza del sacerdote nacido el 30 de noviembre de 1846 en el pueblecito de Sargentes de Lora (Burgos) y fallecido el 10 de julio de 1923 en Granada. Don Andrés Manjón llegó a la ciudad de la Alhambra el 30 de mayo de 1880 para ocupar la Cátedra de Derecho Canónico de la Universidad de Granada, que había quedado vacante. Don Andrés, siempre alegre y esperanzado, la solicita. Le es adjudicada en abril de 1880. Y se encamina a Granada. Por esta bella ciudad andaluza pasaba su destino. Lo que nadie sabía es que éste llegaría a su fin en la misma urbe 43 años después de su llegada.

Entre otros hechos, y por petición de los allí reunidos, comenté las visitas que realizaron D. Miguel de Unamuno y el Rey Alfonso XIII, ya que un significativo número de ellos desconocían tales eventos. La visita que llevó a cabo, el 10 de septiembre del año 1903, D. Miguel de Unamuno, a la sazón rector de la Universidad de Salamanca, aunque con anterioridad estuvo al frente de la cátedra de griego en dicho centro universitario, fue para conocer “in situ” a Don Andrés y su creación en los campos de la enseñanza. Unamuno había oído hablar de aquel cura provinciano, catedrático, que revolucionó, desde sus raíces, las almas y una enseñanza enquistada, incoherente y devaluada al máximo. “¿Quién es aquel campesino burgalés? ¿Quién es aquel padre Manjón para que el pueblo, sobre todo el humilde, inmerso en el mar negro de la pobreza, lo quiera y lo alabe encarecidamente? ¿Es un embelecador o un santo?”. Ya en el año 1900, le informaron, desde Madrid, a D. Andrés de la visita a las Escuelas del Ave María de Granada del polémico rector de Salamanca -tardaría tres largos años en realizarla-. Después de leer la obra de ensayos “La vida es sueño” (1898) de D. Miguel, escrita con posterioridad a la profunda crisis personal y religiosa que sufrió, anotó D. Andrés en su Diario estas palabras sobre el catedrático bilbaíno: “Me dormía, como de costumbre, a las 9 de la noche. Leí cosas raras de un medio-chiflado, medio- científico, medio-cristiano, medio-pagano, llamado Miguel de Unamuno, sobre enseñanza superior…”.

Antes de viajar a Granada (1903), Unamuno le escribe una carta a su amigo José Manuel Segura Fernández, catedrático de Derecho Romano de la Universidad granadina. En ella, le manifiesta “el deseo de ver por mí mismo su obra (la de Manjón) es acaso el más fuerte de los que a Granada me han de llevar”. Después de visitar durante cuatro horas el Ave María, escribió, en presencia de D. Andrés, una conmovedora y deslumbrante página en el álbum de firmas de las Escuelas. Al dar por finalizada la visita, Unamuno le prometió a D. Andrés que volvería. Sobre las impresiones que ambos docentes dejaron escritas tras este encuentro, es imposible darle cabida y comentarlas en un artículo periodístico.

También el rey Alfonso XIII visitó las Escuelas del Ave María de Granada el 30 de mayo de 1904. Granada entera relucía más que siete soles. D. Andrés asistió a la recepción en el Ayuntamiento. La visita del monarca a dichas Escuelas no llegó a una hora, debido a la apretada agenda que portaban sus acompañantes sobre los actos oficiales a celebrar. Contempló Su Majestad cómo desfilaba, ante él, un numeroso grupo de niños con dos bandas de música también infantiles y de las propias Escuelas. Se extasió ante la diversidad y frondosidad de plantas, sobre todo le llamó la atención las arboledas de los jardines de la Casa Madre, no olvidemos que fue en mayo, y este mes en Granada posee esa energía de vida nueva, impoluta y célica, ese atractivo, típico de ella, pero más crecido por su reverdecimiento y dilatadas floraciones, ese estallido de luz, embrujo, alegría… y esa apacibilidad que todos conocemos y disfrutamos. Anduvo el soberano por distintas aulas, preguntando y observándolo todo. Uno de los recursos docentes que más llamó su atención fue el mapa de España en relieve, con sus ríos, lagos y mares de agua. El mismo que se encuentra, en la actualidad, cerca de la Iglesia- Capilla de la Casa Madre, donde descansan los restos del Fundador de las Escuelas del Ave María, en una humilde cripta y bajo una losa de mármol con la inscripción “A.M.”.  El rey se mostró satisfecho de cuanto vio y le explicaron, mientras que los convocados para asistir a tal evento exteriorizaron y compartieron su asombro y complacencia.

Cuando se dio por concluido el debate, salí a la calle. En medio de una brisa helada y bajo un cielo plomizo empezó a caer esa aguanieve tan característica de los inviernos granadinos. La noche… Una noche gélida y oscura envolvió mi cuerpo, pero no la dejé que también se adueñara de mi alma ardiente por estas vivencias de mi querido y admirado Padre Manjón.

Carlos Benítez Villodres

Málaga

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