DIARIO DE UN POETA EL DÍA QUE CONOCÍ AL EMPRESARIO DON VICENTE ROTGER BUILS

Sin desmerecer a ninguna de las personalidades de la cultura, la política y las artes, que han pasado por esta página, que conocí personalmente, conviviendo un tiempo con alguno y guardando, de todos ellos y ellas, recuerdos imborrables y de agradecimiento, ya que de todos aprendí, me han hecho ser mejor y ver la vida con una perspectiva más tolerante y benévola. Todos tienen en mi corazón un recuerdo cariñoso, aún en mi personal humildad. Todos me brindaron su amistad sin darme de lado y, los que lo hicieron, pasado un tiempo, fui yo quien les abrió la puerta y ofrecí mi amistad, para qué publicaran en las dos revistas literarias que fundé y dirigí.

Pero aquí, no voy a hablar de mí, si no de un hombre extraordinario, con el que tuve, durante más de 40 años, una relación muy cercana, por trabajar en su gran empresa, la Distribuidora Rotger. Eso hizo que nuestra relación fuese, no solamente de empleado y empresario, si no que fue más allá, al adentrarse en mis inquietudes literarias. Él supo escuchar, entender y apoyarme en cuantas solicitudes le hice para realizar actos culturales, incluso me dio apoyo económico.

Durante bastantes años financió el segundo premio del Concurso de Poesía de Primavera de Palma de Mallorca. Asistía el día de la concesión de premios, para hacer entrega del galardón al ganador. Tuve la suerte de no tener nunca cerrada la puerta de su despacho, cada vez que necesitaba hablar con él, para exponerle la realización de algún acto y solicitar su colaboración.

Debo decir que nunca, tras escucharme, me dijo que no, como cuando le pedí traer a los niños saharauis, que pasaban sus vacaciones en Palma, apartándolos de las inclemencias del desierto, para que visitaran la Empresa y darles un paquete con cuadernos, lápices, bolígrafos y otros elementos necesarios para el colegio, de los cuales carecían y le pedí se les diera un desayuno en una de las salas de la empresa. Aceptó encantado y por supuesto, siguiendo siempre sus pertinentes indicaciones.

Recuerdo también los partidos de futbol, que se celebraban entre los empleados de la empresa, en el campo de futbol de Valldemossa. Al finalizar el partido nos ofrecía una “torrada”, con productos típicos de Mallorca. El disfrutaba, quizás más que nosotros, de aquellos eventos, pues siempre se consideró un trabajador más. Mi esposa recuerda que, una de esas veces, D. Vicente Rotger le dijo:

Para mí, es una gran satisfacción estar aquí con mis empleados, compartiendo estas tardes de sábado y saber que muchas familias viven de mi empresa.

Su trayectoria empresarial ha sido un total éxito, ya que, como si fuese poseedor de una varita mágica, triunfó en todos los proyectos que puso en marcha. Más, si tenemos en cuenta que empezó desde cero, pero, con su arrojo, decisión y valentía, logró llevar a feliz término todo cuanto decidió realizar.

Hombre de sensibilidad extrema que, a pesar de dirigir múltiples negocios, no le resto tiempo para escribir poesía y pensamientos, que plasmo en su libro titulado “Los poemas de Son Ripoll”, donde describe, con exquisita visión poética, los paisajes de Mallorca, de Menorca y, sobre todo, enaltece el sentimiento del amor. A lo largo del libro, nos encontramos con poemas muy bien logrados, la mayoría de ellos, para ser leídos, en cualquier tarde de otoño-invierno, delante de la chimenea. Otros donde canta al amor, a ese bello amor que siente por su esposa. También hay otros, dedicados a la familia, a sus hijos y sus nietos. En todos ellos se pueden encontrar bellas metáforas.

En el año 1994 publicó sus Memorias, donde explica todos los avatares de su familia, sin omitir nada, aunque puede que quede algo escondido por ahí sin contar. En ellas, ha sabido narrar con acierto y de forma cronológica, los diferentes episodios, tanto buenos como malos, desde que nació, hasta el momento de escribirlas. La introducción o presentación corrió a cargo del escritor y Catedrático de la Universidad de Baleares D. Gabriel Janer Manila, que, entre otras cosas, destaca su gran esfuerzo para redactarlas, aunque obvia hablar del estilo y rigor literario. Yo debo añadir, aunque no soy crítico literario, que el libro se lee con suma facilidad, por la sencillez de su contenido. Está muy bien estructurado y hay, en muchísimas de sus páginas, una velada prosa poética.

Es un libro de memorias, que se lee con delectación, por su comprensión y agilidad. Mucho más si, quien lo lee, ha tenido el privilegio de haberlo conocido personalmente, como ocurre con un servidor.

Hay una dedicatoria en el libro a sus nietos, en los que ve su propia trayectoria humana, tanto a nivel familiar como empresarial y, sobre todo, la prolongación de su apellido.

Alaior, fue para D. Vicente, no solo el lugar de su nacimiento sino también el de su primeros juegos y vivencias emocionales. La querida casa paterna, ubicada en la calle Doctor Martí, 20 (antigua calle Menor), esa casa que, con el tiempo, fue adquirida por nuestro protagonista de hoy, para crear una Fundación Cultural dedicada a la Enseñanza de la Música, que fue para él, una gran ilusión, porque, de alguna manera, era volver a encontrarse con sus raíces. Su padre fue un industrial platero, dedicado a la confección de monederos de plata para señoras y de oro para caballeros, pero, a partir del año 1923, empezaron a cambiar poco a poco las costumbres y tuvieron que cerrar la fábrica.

En el año 1924, sus padres se trasladaron a Mallorca para empezar de nuevo y buscar su más alto nivel de vida. El Sr. Rotger contaba entonces ocho años de edad. De niño, vendía caramelos en los teatros Lirico y Balear. Su primer trabajo fue de ayudante en un kiosco, ganando una peseta a la semana. Ese trabajo, le abrió la puerta para adentrarse en el mundo de la distribución de prensa, el germen, de lo que sería en un futuro la gran empresa Rotger.

Su primer local estuvo en la calle Mesquida. Por esa época se convirtió en fotógrafo, para la edición de sus propias postales turísticas. El segundo local, ya más amplio y dividido en diferentes secciones, fue en la calle Jaime se Santa Cecilia. En 1958 conoció al doctor Herman Stock, con el que inició una nueva actividad comercial, que resultó trascendente, para la buena marcha de la empresa.

Pero el empujón más notable, fue la construcción del amplio local en el polígono de Son Castelló, en el año 1977, que fue la gran expansión comercial de la empresa, llegando a tener más de 260 empleados. La nueva edificación, sirvió para reunir en ella todo el trabajo administrativo de sus muchos negocios. Tanto los referentes a la distribución de prensa, revistas, libros y material para colegios, como negocios de hostelería y de fincas agrícolas.

Se decía de él: Que era un buen negociante y empresario con sentido comercial muy desarrollado. Otros adjetivos, que se aplicaban a su persona, eran: Era un trabajador constante, tenaz, luchador, recto, intransigente, reflexivo, práctico, firme, seguro, compresivo, amable, sencillo, asequible, sabe escuchar y perdonar, se puede confiar en él….

Conocí a D. Vicente Rotger en una visita al recién estrenado local de Jaime de Santa Cecilia. Por aquel entonces, trabajaba yo en la compañía aérea Aviaco, después pasé a la compañía Iberia. Los turnos de trabajo, me permitían realizar parcialmente otro trabajo. Un día, vi un anunció en el periódico, que necesitan mozos de almacén y allí me presenté. Me recibió muy amable D. Vicente, que me preguntó dónde trabajaba, le contesté que en la compañía Iberia. Entonces me dijo que, si lo deseaba, podía empezar ya a trabajar y así lo hice.

Con Iberia trabajaba desde el mes de marzo hasta finales de octubre, los cinco meses restantes lo hacía en la Distribuidora. Así estuve durante unos 4 años. Recuerdo que un día me preguntó: ¿Cuántos años llevas de eventual en Iberia? Le contesté que 5 años. Si quieres, yo te hago fijo en este momento y tendrás más seguridad en el trabajo. Previa consulta con mi jefe en Iberia, este me aconsejó que aceptara el ofrecimiento del Sr. Rotger y acepte. Sumando el tiempo que trabaje parcialmente y el fijo, son más de 45 años de servicios en la Distribuidora Rotger. De lo que no me arrepiento, ya que, aunque hubo momentos malos, también los hubo muy buenos.

Me van a permitir que cuente una anécdota, de las muchas que podría contar, pero la escasez de espacio me lo impide.

Una mañana acudí a la secretaría para hablar con D. Vicente, allí se encontraba una señora que conocía y que, al verme tras el saludo, me preguntó: ¿Que trabajo realizas aquí? Le contesté: Trabajo de fray escoba. Entonces una de las secretarias le dijo: Señora, todos aquí hacemos de fray escoba, barremos para adentro. Y me salvo de dar más explicaciones a aquella buena señora.

Aunque mi trabajo, en la Distribuidora, fue humilde, pienso que todas las piezas, para que una empresa marche, son importantes, tanto el que barre, como el más importante directivo, sin ese ensamblaje total, no funciona nada.

Para mí, fue una gran satisfacción haber estado trabajando tantos años y haber tenido el honor de saber, que Don Vicente Rotger, al que admiraba por su afortunada trayectoria empresarial y personal, me tuviera en consideración y me brindara su amistad, ya que cuantas cosas le pedí en relación a la cultura, siempre me las concedió. Era un gran hombre, abierto, sencillo -como lo es el resto de su familia-. Sé, que él no consideraba a sus trabajadores un número en la estadística de la empresa, sino como parte de una gran familia. Sé positivamente, que todas aquellos compañeros y compañeras que trabajamos para él, nunca lo olvidaremos, fue más que un jefe, un compañero más.

D. Vicente falleció el día 2 de julio de 2014 a la edad de 97 años, que en paz descanse.

Marcelino Arellano Alabarces

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