DETRÁS DEL MURO: Entre el valor y el miedo
Aquí, detrás del muro, los que estamos, a los que nos llaman refugiados, de una o de varias guerras, tenemos mucho tiempo. Mucho tiempo para no hacer nada, mucho tiempo para pensar en todo, y mucho tiempo para conciliar sensaciones que surcan horizontes imposibles de otear.
Las personas en las guerras.
Los que somos civiles no podemos calcular la distancia que hay entre el valor y el miedo.
Hay hombres que hacen las guerras.
Hay quienes las sufren, y ambos las padecen.
Las guerras las hacen los soldados.
Las guerras las sufrimos los civiles.
Las guerras son padecidas por los soldados y los civiles.
Un soldado sí necesita buscar el equilibrio exacto de la alternancia entre el valor y el miedo. Es soldado, participa en la guerra y siente el valor, como manifestación del miedo.
Los civiles no participamos en la guerra activa. No nos hace falta el valor, aunque lo necesitemos. Solo tenemos el miedo, que podemos controlar, que nos deshace, que nos rebaja.
Un civil que pretenda el valor, es porque puede participar en la guerra. Puede hacerla. No la sufre. La padece. Entonces es soldado. En filas, o por su cuenta. Pero soldado.
Quizás algo de esto ocurre con los refugiados. En algún momento de aquella terrible guerra y de las otras que ya no contamos, no encontramos el equilibrio entre el valor y el miedo, y, por tanto, sufrimos y padecimos la guerra, las guerras, pero no encontramos el valor para hacerlas.