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DETRÁS DEL MURO: El odio.

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Aquí, donde las bombas no golpean nuestros oídos, pero sí los recuerdos de los días de sangre, también se disputan espacios físicos, pues cada uno de los refugiados, necesitamos nuestro lugar.

Encontrar nuestro lugar.

Un lugar en tiempos de guerra es un universo de ansiedades contenidas que arrastran a la violencia. Al odio.

Allí siguen muriendo personas, en aquella guerra del odio. De la incomprensión. Y los supervivientes encuentran sus espacios en hospitales, o refugios. Como este.

Aquí detrás de este muro también se odia.

Alguien nuevo, que ha llegado en este atardecer de primavera, cuenta que el odio se instala tan dentro que se ultrajan cementerios de muertos.

Igual que en este cementerio de vivos, también se ultraja, pues, quizás nosotros también ya, estemos muertos.

El odio. Esa terrible polilla que se apodera de nosotros hasta llegar a convertirnos en monstruos.

Odiamos. ¿Y por qué odiamos? Por dolor. Por envidia. Por educación.

Las garrapatas que se meten en nuestra mente y nos indisponen y predisponen en contra del otro.

Nos enseñan a odiar porque nos hacen concebir temores en contra de los otros.

El cristiano contra el musulmán.

El pueblo de arriba contra el pueblo de abajo.

La falta de lo que el otro tiene y el deseo de poseerlo nos hacen odiar al otro con la agravante de cubrirlo con una pátina de hipocresía.

El dolor que nos hace sentir el otro, nos hace odiarlo.

Pero, ¿se odian los pueblos musulmanes, entre ellos, los de unos y otros seguidores? ¿De entre ellos, los que quieren imponer sus leyes?

No estoy segura. No he visto, leído, o encontrado, lo que no quiere decir que no lo hubiera, un elemento de odio contra las personas que les producían dolor, envidia o sentimientos despectivos.

¿Quién odia? El débil, el oprimido, el inferior, el que tiene datos en su alma, oscuros y terribles, el que no encuentra la paz interior, el que se busca así mismo a costa  de los demás, el que se posiciona en un plano superior al plano del otro.

¿Por qué un sunita odia a un chiíta, o viceversa? Porque uno quiere ponerse un peldaño más arriba del otro, siendo el otro más fuerte de corazón.

Agustín Hervás Cobo Periodista, poeta y escritor.

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