Déjense de tanto cuento para la cuenta de unas pensiones dignas

Como ya apunté hace unas semanas en mi artículo de opinión sobre el denigrante estado de la hucha de las pensiones y cómo seguiré en el lugar que me ocupa, y que lamentablemente va para largo hasta que no se le dé la solución que se merece al problema, la justa lucha de los pensionistas por la dignidad de la jubilación no ha hecho más que comenzar. Porque ni el Gobierno ni el resto de formaciones políticas están preparadas para afrontar la oportunidad más importante de demostrar una verdadera voluntad y capacidad de gestionar. Para mejorar la situación de una jubilación digna, que a medio plazo afectará a una gran parte de la población, por encima de sus intereses partidistas e individualistas, al ponerse a prueba su compromiso público con el pueblo. Hasta dónde y cuántas prebendas pueden renunciar para arreglar algo, en el que se necesita realmente de su aportación económica, que conllevaría una reducción considerable de sus sueldos. Asimismo tampoco las distintas propuestas desde la Oposición, desde un incremento poco significativo, rebajas impositivas o revalorización vinculada al IPC o inflación no aportan la solución definitiva a la descompensación tan grande del mantenimiento del poder adquisitivo perdido. Aparte de la lamentable manifestación institucional de que tener una vivienda forma parte de la pensión. En este sentido, invoco a los Gobernantes a que arreglen el problema de una vez. Porque no se debe dejar pasar, y si algún partido quiere recuperar la confianza, ahora es el momento; porque miles de jubilados desde el 22 de febrero, han vuelto el 1 de marzo y volverán en próximas convocatorias a llenar las calles de España para protestar por un incremento de las pensiones, de insignificante cuantía, que se considera como una tomadura de pelo y hasta vergonzoso cuando no ridículo por la población afectada, que exige una revalorización digna y ligada a la descompensación que conlleva la pérdida adquisitiva, cada vez más mermada. Ya que les cuesta afrontar los gastos básicos de las subidas de luz, gas, agua, alimentación, copago farmacéutico entre otros, y en muchos casos siendo único sustento de sus hijos en paro. Máxime cuando sabemos que no es un problema coyuntural sino estructural, y que desde siempre ha existido; véase cuando nuestro dramaturgo Buero Vallejo trataba el mismo problema en Historia de una escalera; y que desde la crisis económica del 2008 va a más.  Aunque se hable de recuperación según convenga ahora el gobierno justifica con que no hemos alcanzado el nivel deseado. Lo que se pretende es conseguir unos ingresos decentes, una reforma integral, sostenible, mejorable y que solucione el problema definitivamente. Y la solución no es para una ocurrencia puntual de unas circunstancias particulares sino generales para garantizar una estabilidad y seguridad, que no dependa de lo que estime oportuno el gobierno de turno y los parches a que nos tienen acostumbrados. Así pues no es difícil pensar que el sistema de la Seguridad Social debería sustentarse con una partida de los Presupuestos Generales-hoy del 40%- suficiente y acorde a sus necesidades. Por tanto no es de recibo que desde el Gobierno se responda que en la medida en que se vaya creando empleo, se subirá poco a poco porque lo que no se puede gastar es lo que no tenemos, y que se ajustará en función del envejecimiento o de las cuentas de la Seguridad Social. Entonces mi pregunta por qué se gastan lo que no tenemos en sus sueldos y en cargos de 260 senadores innecesarios, , o su gasto sólo tiene en cuenta sus intereses porque en muchos países casi prescinden de ellos, por qué no rebajan las partidas de transferencias a sindicatos, partidos políticos, fundaciones opacas y duplicidad de administraciones paralelas pues se ahorraría lo suficiente para garantizar las pensiones, como tampoco haría falta recortar 6.000 millones en inversión pública, para la aplicación del factor de la sostenibilidad a partir de 2019. Y si sabemos que somos el país con más viejos de Europa, con una gran precariedad laboral y bajísima natalidad a qué esperan para mejorarla. En este sentido señores del gobierno y aspirantes no se trata de calmar los ánimos de los jubilados sino de reponerles una jubilación tan digna y meritoria como los sueldos de ustedes, y de apoyarles como ahora los sindicatos y los más jóvenes por el gesto ejemplar de defender su bienestar. Tanto es así que se vaya a pronunciar el gobierno ante cómo incrementar el gasto no soluciona nada si no hay intención de mejorarlo como se merece; pero si ha dejado pasar el problema no hay argumento que valga, pues el asunto tiene tanta envergadura que no valdría cualquier justificación para lamentar que no es el momento sino que debería haber un consenso entre los partidos, donde aporten renuncias razonables y dejar la demagogia porque es una herida que está ahí desde siempre, que debería ser tratada con la dignidad que se merecen nuestros mayores. Una vez expuestos estos motivos, no se entiende cómo las pensiones son caras o no se pueden sustentar en España, cuando son el pilar base para gozar de la tranquilidad que tanta falta hace y es necesaria para la salud de nuestros mayores. Ni que decir tiene que es incomprensible que no suban adecuadamente ni por comparación económica con Europa. Lo que no tiene sentido es que no se haya garantizado como es debido en un Estado  de derecho constitucional, que no piensa ni le pesa el despilfarro de los honorarios de los gobernantes y tantos acólitos, pues  como dice el artículo 50 de la Constitución: Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio. De modo que es un derecho de amparo cuando más falta le hace a nuestros mayores, la protección de un sistema público de Seguridad Social digno, mientras sigamos viviendo por encima de las estadísticas sobre la muerte. Concluyendo, sorprende e insisto además que los gobernantes y sus aspirantes no den ejemplo con la humildad con la que deberían asignarse sus sueldos y pensiones, que consiguen saqueando durante años de las instituciones en que nos representan, rescatando cínicamente al sistema bancario con dinero público, para hablarnos después de la insostenibilidad del sistema de pensiones, por supuesto de las suyas y no de la mayoría. El arreglo del traje depende de que el sastre quiera  coser y prescindir de mejores ropas que los demás, y para colmo resulta curioso que todavía no se haya pronunciado la institución del Defensor del Pueblo.

Francisco Velasco Rey

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