Dejemos de hablar de sociedades enfermas
Siempre que escucho la frase de que la sociedad está enferma, no puedo dejar de pensar en porqué recurrimos una y otra vez a pensamientos negativos para tratar de explicar lo que ocurre a nuestro alrededor y no buscamos soluciones para construir una realidad en la que poder exponer nuestro talento y construir un mundo mejor para todos. La sociedad solo se puede considerar enferma desde la propia esencia del ser humano, a partir de su debilidad y de sus contrariedades. Y esa impronta es lo que genera las guerras, las desigualdades y los enfrentamientos entre unos y otros que solo derivan en el caos, la destrucción, la inseguridad y las lágrimas que se derraman sobre cadáveres que han sido ultrajados en su inocencia. Tal vez nuestra condición de ciudadanos, sin rango de políticos, nos impida alcanzar un acuerdo que abarque a personas de varios países para unirnos en una sola identidad, pero desde nuestra posición, con humildad, con el regalo de un abrazo dado a un semejante, con el respeto por cada cultura y por las diferentes costumbres, podamos hallar ese punto de equilibrio que nos permita sentir que podemos forjar los lazos de una sociedad más justa, en constante desarrollo, donde no haya miedo a hacer preguntas sin que nadie te amenace con coartar tus principios y la esencia que define tu libertad. A veces, basta con escuchar a la persona que está sentada a tu lado en el autobús que cada día te lleva hasta tu lugar de trabajo. O al anciano que camina apoyado en su bastón y que sonríe a esa vida que le ha llenado de sabiduría. Escucha. Simplemente eso. Deja que los individuos que te rodean, te hablen, que te cuenten su historia. Todos tenemos una sombra en la que hemos cobijado nuestro pasado. Y todos necesitamos que, en algún momento, alguien descubra quienes somos. Hacer a otra persona partícipe de nuestros sueños, de nuestras preocupaciones, de las anécdotas que marcaron nuestros pasos en un momento dado. La sociedad no está enferma, aunque algunos se empeñen en dar validez a esa máxima. La sociedad necesita más corazones que latan con cariño y compasión, que anhelen la paz frente a la discordia y que se dejen llevar por la calma y el apoyo mutuo. Y solo cuando comprendamos que nos necesitamos los unos a los otros para alcanzar la consecución personal de nuestros objetivos, habremos logrados que se haga justicia en el mundo sin recurrir a la violencia, ni al maltrato, ni a la superioridad ética de unas élites que hace mucho tiempo que olvidaron que algún día ellos también fueron alumbrados desde la desnudez. En estos momentos, tal vez más que en otras épocas de la historia de la humanidad, debemos atemperar nuestras reacciones, potenciar la empatía y sentir que todos somos iguales, que somos personas unidas bajo un mismo cielo y sobre una misma tierra.
Un texto escrito por Alberto Blanco Rubio
Maravilloso artículo
Alberto. Lanzando este mensaje de paz entre las personas. El mundo cambiará cuando las personas cambiemos.
Cómo bien dice un cuento de Gabriel García Márquez. «ARREGLAR EL MUNDO»
Todos somos iguales, aunque nos enseñen que no desde pequeños. Todos tenemos las mismas emociones, aunque afloren por distintos estímulos. Todos queremos lo mismo: Amar y ser amados, vivir rodeados de los nuestros y ser felices, con las mínimas preocupaciones. Hasta que llega alguno y le gusta jugar a soldaditos como si fuera un tablero de mesa y un juego de estrategia porque aún no sabe que alimentar así el ego no le hace feliz. Es mejor Amar.
Cuando se conoce a las personas desaparecen las fronteras.
Excelente artículo Alberto, y muy oportuno. Me agrada la sensibilidad con la que hilas tus ideas, de forma nítida cargadas de razones. Suscribo lo que dices. Tu texto me ha supuesto una pequeña ventana de aire fresco y puro en los tiempos que corren. Enhorabuena y un fuerte abrazo