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Dedicado a mis hijos Alberto y Teresa en el día de su boda

El pasado cuatro de diciembre sobre la una de medio día, tuvo lugar el enlace matrimonial entre Teresa Almerich Torres y Alberto Vivó Pérez.  La ceremonia se celebró en el Excelentísimo ayuntamiento de Torrente, sin invitados a causa de la pandemia, pero muy emotiva y entrañable con los pocos familiares que estuvimos (en total éramos 12). Teresa, la novia, estaba guapísima con un traje azul celeste y su ramito de flores; estaba impresionante y Alberto muy guapo.  Ese día fueron a comer con los amigos que habían sido los testigos y al día siguiente, sábado, nos llevaron a los familiares a un buen restaurante.

            Fue una celebración rara, ya que en principio era una boda con muchísimos invitados, que se tenía que haber celebrado en Julio y que de momento se aplaza la celebración a julio de 2021 si Dios quiere y el covid lo permite.

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Alberto, este es tu nuevo amanecer,

unes tu corazón al de Teresa,

la mujer que para ti siempre soñé.

Y nacerá la vida entre vosotros

y entre los dos, un nuevo amanecer.

EL HADA AZUL

He considerado apropiado adaptar este bonito poema para Teresa, mi hija política, porque creo que le va como anillo al dedo:

 

Cierto día el Hada Azul,

quiso a la tierra bajar

y se mandó preparar

su gran carroza de tul.

Diciendo: «A cada mujer

de las diversas naciones,

les voy a dar tantos dones

como pueda conceder».

Bajó aquí sin dilación,

tocó su cuerno amarante

y acudieron al instante

una de cada nación.

Llamó y dijo a la italiana:

Tú tendrás ardientes ojos…

y tendrás labios tan rojos

que parecerán de grana.

Por tu cutis sonrosado,

dijo a la inglesa, serás

entre todas las demás

un tesoro codiciado.

Por tus nacarados dientes

le dijo a la austriaca luego,

verás quemar en el fuego

de amor a tus pretendientes.

A la mujer parisina

le dio una distinción,

ingenio, corrección…

y hasta corazón también.

Y así fue haciendo lo mismo

pródiga con todas ellas,

repartiendo entre las bellas;

a una, sentimentalismo,

a otra, ingenio, a otra blancura,

a otra, claro entendimiento,

a esa otra un alma pura…

Así acabó sus dones,

que entre todas repartió,

cuando al terminar salió

de entre todas las naciones

una gallarda manola

que lucía un traje azul

de rica gasa española

y que, acercándose al Hada,

ruborosa dijo así:

Según veo para mí

no me habéis dejado nada.

Quedose el hada un momento

suspensa de admiración

y fijando su atención en ella,

con acento dijo luego:

¿Tú qué quieres

que yo te pueda otorgar?

¿Tienes algo que envidiar

a todas estas mujeres?

¿No tienes el pelo acaso

abundante, negro, hermoso?

¿No tienes el porte airoso?

¿No hay en tu mirada clara,

rayos de sol que fascina?

¿No es tu sonrisa divina?

¿No es bellísima tu cara?

Entonces, ¿qué quieres?, di

si aun juntando a todas ellas,

resultan menos bellas que tú

¿Qué buscas aquí?

si vas vestida de azul

lo mismo que visto yo,

¿Que pretendes ser un Hada

cuando lo tuyo es mejor?

¿No te he buscado un esposo

entre todos el mejor?

Tiene el porte de un galán

siendo un señor director,

es cariñoso y honesto;

ese es Alberto vivo

que además de todo eso,

es productor en amor.

Tu vida será de cine,

esto te lo otorgo yo

y para siempre felices

que es mi regalo mayor.

Sin embargo, dijo el Hada:

yo no quiero que al marcharte

tengas porqué lamentarte

de que no te he dado nada.

Vuelve a mirar a Teresa

 y dice alzando más el tono:

¡A ver, que traigan un trono

para esta novia española!

Y en este cuento me fundo

si es que este cuento no engaña,

para decir que en España

está lo mejor del mundo.

 Isabel Pérez Fernández

Peñón s

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