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DE NUEVO CON EL PADRE ANGEL

En mi corta estancia en Madrid, el pasado día 20 de mayo tuve la oportunidad de reencontrarme de nuevo con el Padre Ángel, en esta ocasión en la Fundación Juan March con un salón de Actos repleto de gente, y en su escenario representando una charla a dos, con el título “Conversaciones en la Fundación” llevado de la mano por el conocido periodista de Radio y TV Antonio San José.

Aunque no necesita presentación, porque es de todo el mundo conocido, y ocupó hace unos meses las páginas de Granada Costa con una entrevista que tuve el privilegio de poderle hacer, no obstante, incluyo un pequeño preámbulo como recordatorio del personaje:

El Padre Ángel es el Fundador y presidente de Mensajeros de la Paz

 –asociación galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia–, y una de las personalidades religiosas y sociales más destacadas de nuestro país y uno de los pioneros en el desarrollo de la beneficencia en España; su labor caritativa se extiende por todo el mundo y colabora activamente con los sectores de la sociedad más vulnerables, así como con las víctimas de desastres naturales y cuantas dificultades se presentan en cualquier lugar del planeta,  como guerras y situaciones de extraordinaria peligrosidad.

Y como el Padre Ángel siempre es noticia,  he recogido aquí algunos puntos interesantes de su reciente intervención que sirven para todo tipo de público, porque entre las extraordinarias perlas que  mencionó, dijo  “Que él acogía a religiosos,  agnósticos, creyentes y ateos  con el mismo cariño,  y que su iglesia de San Antón estaba absolutamente abierta a todas las personas que desearan acercarse, aunque la prioridad la tendrían siempre los sin techo, los ancianos y niños y cuantos enfermos pudieran  necesitar de los servicios que presta  Mensajeros  de la Paz”.

Y Antonio San José,  con su habitual maestría desgranó a lo largo de la entrevista numerosas preguntas cuyas respuestas seguidamente resumiré, pero he querido empezar por  la que pedía  al Padre Ángel,  una propuesta que, a su juicio, podrían contribuir a mejorar la sociedad, y el Padre  de  manera contundente respondió:  ¡¡Con el amor!!   “Porque es necesario que el cariño se manifieste entre los seres humanos, empezando por la familia, ahora tristemente distanciada por las separaciones, divorcios, intereses o dificultades económicas y tantos planteamientos egoístas que han llevado a que las relaciones entre padres e hijos, entre hermanos y parientes y aún entre los matrimonios y parejas que el amor esté ausente, y el odio aflore imparable entre la principal célula de la sociedad que es la familia. Por tanto, mi trabajo es promover ese amor que tanto necesitamos y de manera preferente con los más necesitados, que son los niños, ancianos y los sin techo que tanto abundan en las grandes ciudades y que pasean sus miserias entre grandes escaparates y ofertas de riqueza. El papa Francisco nos viene pidiendo a los sacerdotes que hagamos como Jesús, que iba al encuentro de los pobres, los cautivos, los enfermos, los que están tristes y solos, y yo que soy el primer fan desde que contacté con él siendo obispo en Buenos Aires,   sigo fielmente sus enseñanzas, aunque a veces me paso con sus consejos, y estoy expuesto a merecerme una tarjeta amarilla como diría en términos futbolísticos…”

Antonio San José aprovechó para preguntarle, que de qué equipo era, si madridista, culé o atlético y respondió sin dudarlo: “De ninguno, pero si insiste en preguntarme, le diré que podría ser del Oviedo que es la tierra donde nací, la tierra de mis padres y la de mi familia”.

Y prosiguió diciendo: “A veces cuando regreso a mi casa por la noche, me doy cuenta de que voy cargado de cicatrices de tantas miserias como a lo largo del día he vivido, de tanto como me han contado, de tanta injusticia como he comprobado y de tanta pobreza y soledad que no he podido soslayar por falta de medios, y me siento agotado. Pero al siguiente día me sumerjo con fuerza e ilusión en lo que me hace tan feliz, como es acariciar a un niño, escuchar a un anciano, poder dar un bocadillo a un hambriento, abrigar a un sin techo en los días de frío y cobijar en la iglesia a tanto desarrapado que duerme entre cartones a la puerta de un banco. Todo ello me hace dichoso y feliz para continuar con mi tarea”.

Padre Ángel, requiere Antonio:  Aunque la mayoría de la gente aprecia su labor, valora y agradece su titánico esfuerzo, también se escucha alguna crítica en cuanto a que aparece Ud. en todos los saraos o eventos que promueven los poderosos, tanto políticos, como artísticos o  sociales allá donde se organizan  y promueven. ¿Qué razones le asisten para ello?

“Nada me afecta, ni cuando se me ensalza, ni cuando se me critica. Yo considero que lo que hago es bueno y ello me hace sentirme feliz. Asisto a cualquier acto donde se me requiere, porque ese es mi trabajo y donde puedo conseguir los medios materiales o económicos para mis pobres y discapacitados; y no pierdo ocasión de criticar personalmente, con respeto y en directo, a cualquier autoridad en aquello que considero injusto, aunque no le guste. Y debo decir, que en la mayoría de los casos me atienden y rectifican, y con ello consigo lo que me propongo que es lo mejor para mis protegidos.

Tengo que repetir que las puertas de mi iglesia están abiertas para todo el mundo. Y cuando se me propuso celebrar en San Antón el funeral del difunto Pedro Zerolo no lo dudé un momento, porque la iglesia es de todos y yo no soy nadie para elegir entre aquellos que quieren oficiar y asistir a ella en un acto religioso. Todos somos hijos de Dios y todos tenemos derecho a visitar la que es nuestra casa. Personalmente no me preocupa la tendencia sexual o política ni las creencias de cuantos asisten a San Antón, ya que para mí son sencillamente feligreses o pueden serlo en el futuro que es lo que pretendo”.

Padre, pregunta Antonio: ¿esa corbata roja de siempre, a qué obedece?

“Si he de decirle la verdad, no lo sé. Puedo estimar  que algún  día,  para asistir a un acto que requería llevar corbata, me puse aquella  que tenía a mano, y después,  a medida que se precisaba mi asistencia a cualquier acto público, por respeto me la seguía poniendo y desde luego en la iglesia suelo llevarla porque es un lugar de culto donde yo debo dar ejemplo.  Y el color tal vez sea por costumbre, o porque es el que he llevado siempre… No lo sé”.

El diálogo se complementó con la proyección de vídeos e imágenes relacionadas con la actividad del cura invitado: D. Ángel García Rodríguez, natural de Mieres (Asturias) 1937.

 

Julián Díaz Robledo

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