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    Amelia y María todos los días, y desde hace dos años, a las 12,30  en punto salen de su casa camino del comedor parroquial para ocupar un asiento en la mesa y no tener que guardar cola -cada día más larga- para poder comer. Es una comida sencilla, humilde, pero “digna”, diríamos hoy. Son hermanas gemelas que han cumplido los 80 años y las dos están solteras, y nadie se explica, ni ellas mismas, el porqué no se casaron a pesar de su hermosura y elegancia, cualidades que aún conservan después de tantos años pasados; el aseo, el arreglo personal, el vestido y el comportamiento les aporta el resto. Quizás se cumpla en ellas ese dicho tan extendido antes en los pueblos de que “los de a pie no llegaban y los de a caballo se pasaban”. Conservan ese aire de grandes señoras de antaño, y la merma de su belleza física la compensan con su porte elegante, en parte heredada y en parte aprendida, y cuando salen a la calle podrán tener en su interior el corazón doliente pero la fachada siempre compuesta.

Vivieron en un pueblo hasta los 18 años, después se trasladaron a Granada y viven en una casa de un barrio antiguo donde las casas no tienen ascensor. Llevan una vida sencilla, tan sencilla que para la mayoría de los mortales es monótona y para algunos insoportable: misa todos los días y asistencia a  los actos religiosos; visita  las exposiciones de pintura y otras artes; asistencia a  las numerosas conferencias y a todos esos actos que pasan por culturales. “Vamos a todos estos sitios porque nos gusta y además son gratis, nuestra economía no da para otras cosas. No obstante, nuestros vecinos creen que siempre estamos de fiesta y de restaurantes, pues comemos fuera de casa, y llevan razón, pero lo que no saben (tampoco se lo vamos a decir) es que comemos en el restaurante de la “beneficencia”. Hace años que aprendimos que en la vida es necesario algo de apariencia, pues de lo contrario lo pasarás fatal, pues unes a la pobreza el desprecio. Esta es la razón de que recorramos todos los días cerca de dos kilómetros, entre ida y vuelta, para mantenernos lejos de nuestro barrio y poder guardar el secreto de nuestra pobreza que cada día va en aumento por los altos precios en que se ha puesto todo. Somos de esos que suelen llamar “pobres vergonzantes”. Seguiremos en el secreto mientras podamos seguir aparentando bienestar y felicidad que con un poco de imaginación e ilusión se puede conseguir”.

Esto me lo cuenta Amelia que es la que lleva la voz cantante; María permanece en silencio, pero asintiendo con el movimiento de cabeza y con los gestos, que parece ser más expresiva que con el lenguaje. Les pregunto qué diferencias notorias han observado sobre la situación de las mujeres entre los regímenes que les ha tocado vivir, el autoritario de Franco y el de ahora, que insistentemente todos llaman democracia. Como antes, contesta Amelia:

“Las sociedades no permanecen estáticas, evolucionan continuamente, unas veces para mejorar y, otras, para lo contrario. Ahora hay otra cosa, y, si tuviera que escoger me quedo con la anterior, y de ningún modo me considero una reaccionaria. Los movimientos feministas que han surgido en España con la pretensión de defender y promocionar a las mujeres es un puro engaño que sólo se da en las palabras y en el papel, pero no en la práctica. Con ministerio o sin él nunca ha estado la mujer tan poco valorada y menos aún protegida. El número de violaciones, el maltrato y las muertes en vez de disminuir va en aumento. ¿Nadie se pregunta por qué?

Las que hemos conocido otros tiempos, que los políticos de ahora denigran, sabemos bien qué es eso de la libertad. Se siente vergüenza y asco cuando se oyen a esas mujeres que ahora se sienten “liberadas” y también “realizadas” y tienen derechos. ¿Acaso es que antes no los tenían? Qué gran mentira, salvo que estar liberadas y realizadas signifique el derecho a envilecerse. Dudo mucho que a cualquier madre sea del estatus social que sea le guste que su hija se vaya de fiesta y vuelvan al día siguiente “borrachas y solas”, y tengan la libertad de tener relaciones sexuales con quien les apetezca y luego vayan a abortar sin el consentimiento de los padres, porque la sanidad pública se lo paga. Eso no es libertad sino libertinaje, degeneración, envilecimiento.

  El feminismo no es más que una fea caricatura del llamado “machismo” y esto traerá muchas y muy malas consecuencias. De momento el enfrentamiento entre hombres y mujeres. Se ha abierto   la veda, ya se puede ir a la caza del hombre.

   Después de oír a Amelia me acordé de las palabras de aquel duque y político francés Talleyrand sobre la diferencia o antiparalelismo entre el diplomático y la dama: “Si el diplomático dice sí, quiere decir quizá; si dice quizá, quiere decir, no; si dice no, pues no es diplomático. En cuanto a la dama, si dice no, quiere decir, quizá; si dice quizá, quiere decir, sí; si dice sí, pues no es una dama”. Ahora deberíamos preguntarnos ¿hay damas en el poder?

    Amelia continua con su exposición y dice que, por supuesto, en épocas pasadas también había podredumbre, pero menos, en absoluto lo podemos llamar hipocresía, sencillamente se guardaban las formas, había modales, cortesía y respeto hacia la mujer. Nuestra época se ha hecho grosera; la ordinariez en el hablar, escribir y en el comportamiento se ha hecho habitual, nadie guarda compostura alguna, y en esto no hay distinción entre hombres y mujeres y todo en ese bastardo derecho de “libertad de expresión”. Y no quiero dejar de condenar ese macabro acto de violar las tumbas de los muertos, que no se libra ningún partido. Hasta los llamados salvajes respetan a los muertos, en España, los civilizados no. A mi padre lo mataron en el 36 porque intentó defender al cura del pueblo, ese fue su delito y lo asesinaron junto con el cura. Nosotras nunca hemos sentido y menos aún, manifestado rencor ni venganza para esos criminales, allá cada uno con su conciencia.

   Amelia se ha quedado mirándome en silencio con un aire de resignada dignidad a la par que femenino. Quiso continuar porque tenía muchas cosas que decir, pero lo dejamos para otro día. Y con la vaga intención de dejarles un buen sabor de boca le dije que ellas representaban el auténtico carácter de la mujer española: la fortaleza.

ROGELIO BUSTOS ( 7- febrero -2023)

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