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CULTURA FLAMENCA (XLVII). FLAMENCO Y TOROS (XIX): LUIS MIGUEL DOMINGUIN (1926-1996)

Las crónicas taurinas, por  lo  general, han  presentado  siempre  a Luís  Miguel  González  Lucas, de nombre artístico “LUIS  MIGUEL  DOMINGUÍN”, como un personaje presumido y vanidoso: dos vicios humanos muy frecuentes en el mundo artístico. Yo tuve la suerte de verlo torear – sólo una vez – en la Plaza de Toros  de Granada. No  debo emitir el más simple juicio sobre este renombrado torero, sino ofrecer a mis lectores de GRANADA COSTA un breve perfil biográfico y artístico.

El  torero Luís  Miguel Domínguín  nació  en Madrid el día 8 de mayo de 1926. Era hijo  del  afamado  matador de toros Domingo  González  “Dominguín”, y hermano de Domingo y Pepe Dominguín, también  toreros.  Al igual  que  sus hermanos, adoptó  el apodo “Dominguín” de su padre, dada la popularidad y familiaridad que en  el  mundo taurino tenía  este  sobrenombre. Fue tío político  de  Francisco  Rivera  “Paquirri” ( pues era tío carnal de la primera esposa  de éste, Carmen  Ordoñez), Juan  Carlos  Beca  Belmonte, Ángel  Teruel, Curro  Vázquez y Paco Alcaide, y tío abuelo de  Francisco  y Cayetano  Rivera  Ordoñez.

Luís  Miguel  Dominguín es tenido como uno de los más populares de las décadas de 1940 y 1950. Hizo su debut – a los  doce  años – en la Plaza de Toros de Campo  Pequeño (Lisboa- Portugal). Tomó la  alternativa el día 2 de agosto de 1944 de  manos de Domingo  Ortega y su hermano  Domingo  como  testigo.; el toro de  la ceremonia  se llamaba “Cuenco” de  Samuel  Hermanos, si bien aparentemente a los  14 años había ya tomado  la  alternativa en  Bogotá  (Colombia), el  día  23 de  octubre  de 1941. El torero  madrileño se enamoró perdidamente de Colombia.

La confirmación  de su alternativa tuvo  lugar en Madrid – Plaza de Las Ventas – el día  14 de junio  de 1945, apadrinado nada menos que por  Manolete y Pepe  Luís  Vázquez de testigo. El toro  de “su  confirmación” se  llamaba Secretario. Luís Miguel Dominguín  estuvo presente  en  el cartel de la  trágica  tarde  de  Linares en que falleció  Manolete (1947). La  historia del toreo nos  refiere que fue famosa su  rivalidad con  su cuñado  Antonio  Ordóñez, casado precisamente con  su hermana Carmina, que aparece en  “El  verano  sangriento” de Hermingway. Luís   Miguel fue gran  figura  del  mundo de  los  toros, y fue, además, importante y controvertida  personalidad  pública. Fue un torero  de mando, poder  y dominio; un  gran  matador de toros con  orgullo,  ambición y  de grandes  conocimientos. Se lucía  mejor con  con la muleta que con  el  capote. Le cupo  el  honor  de ser “Primero” de escalafón  de  España en 1946, con 62  corridas; 1948 con 100 y 1951 hizo 98  corridas. Las crónicas periodísticas cuentan que  salió  varias  veces por la “Puerta Grande”  de  Las Ventas (Madrid). Se retiró en  el  año 1961, pero  volvió en  el 1971, poniendo fin definitivo de su  actividad  torera en  el 1973.

Respecto a su  vida personal, se  dice  que  Luis  Miguel  Dominguín fue reconocido, socialmente,  por  su romances con figuras  como María  Félix, Ava  Gadner, Lana  Turner, Rita Hayworth, Lauren  Bacal, Cecilia  Albéniz y Miroslava Stern, quien – según  algunas fuentes – se suicidó  por  él. Tenía un lema: “No merece la pena  conquistar una  mujer  de primera, si  después  no  se lo puedes  contar  a los  amigos”. Apreciaba tanto  al “lince  ibérico” que  prohibió que  se cazara en  su  finca. ¡Todos los  genios tienen sus íntimas  manías!. El 1/03/1955 se casó,  por lo civil, con  la  actriz Lucía  Bosé en  Las  Vegas (México); el día 16 de octubre lo hizo  por la Iglesia para que Franco siguiera  invitándole a  sus cacerías. Fruto de este matrimonio fueron  Miguel, Lucía y Paola. Luis Miguel Dominguín, según  sus biógrafos, fue un  hombre controvertido  en  lo político: amigo de Franco y  de Picasso: personajes totalmente disímiles. De Picasso lo fue por su afición  a los toros. También hizo el diestro  madrileño  sus pinitos  en  el cine: El  6º  sentido” (1963). Murió  en San  Roque (Cádiz), el día  8  de  mayo  de  1996.

En  memoria y honor de haber compartido cartel con Manolete (Linares, 1947), le ofrezco – como homenaje póstumo – esta breve reflexión: “LOS  TOREROS  ESPAÑOLES, / LLORAN LAGRIMAS  A  MARES./ YA  SE APAGARON  LOS  OLÉS / QUE  LA  MUERTE POR  LINARES / VA  ENCENDIENDO SUS  FAROLES”, dijo la voz  de Juan Valderrama por Taranta, uno de los más  difíciles estilos flamencos  de interpretar. La Taranta y  la mina, o al  revés, según  se  quiera, que,  a veces, no  importa  tanto el orden  como el “ser”. La Taranta como forma  de identidad, y la mina, como forma  de vida, han  constituído dos paralelas por  entre las  cuales  anduvo durante  mucho  tiempo  este pueblo viejo y sabio: LINARES (Jaén), presente  siempre  en  los  toros y  en  el cante. Hace muchos años,  en  el patio de su Ayuntamiento, no pude inhibirme, ante un  entendido auditorio, de cantar  coplas que  evocaban el complejo y triste mundo de la mina y la trágica  muerte del “Maestro”  Manuel  Rodriguez  “Manolete” (1917 – 1947): “QUE  LLOREN  LOS OLIVARES / Y  SE ENLUTEN  LOS  CHIQUEROS, / QUE  EN  LA  PLAZA  DE LINARES / MURIÓ EL “EL REY  DE  LOS TOREROS”. SU  NOMBRE  ESTÁ EN  LOS  CANTARES” ( Taranta  de Linares).

Se cuenta que  Manolo Caracol dijo lo siguiente: “ Mi ideal sería  que, al ver torear por  derecho, se sustituyera la música de  viento por unas buenas  seguiriyas mías”. El  cantaor  sevillano estuvo en  lo cierto, porque la Seguiriya es la “quintaesencia” del cante flamenco, el cante que  mejor  define  el “ser existencial y moral”  del  pueblo  andaluz. El cantaor  Aurelio  de Cádiz (1887 – 1974) contaba  en  sus “célebres  conversaciones” que en  el siglo pasado (XIX), se cantaba en Cádiz unas “alegrías  especiales” para  la  noche  de los  encierros cuando  venían  los  toros  andando, las  cantábamos  entre siete u ocho  muchachos”, cfr. J.  Blas  Vega en “Conversaciones  flamencas  con Aurelio  de Cádiz”.

Madrid,  1978. Puede añadirse, sin la menor duda, que las  ventas o  colmaos, los tablaos y  cafés  cantantes, y las plazas  de toros  han  sido puntos  habituales  de confluencias  tauroflamencas.  En  el libro  de Julián  Pemartín . “Guía  alfabética  del  flamenco” ,Madrid, 1946 –  las  ventas  clásicas gozan  de una bellísima definición y  preciosa  referencia  taurina. Todos  estos  motivos  nos  llevan, lógicamente, a pensar  que el toreo,  como  el  cante, tuvo  que nacer ineludiblemente en un  mismo  lugar, en una misma cuna y  en una  misma  fuente  de inspiración. ANDALUCIA. No se  excluyen otras regiones, es  cierto; pero  es  aquí donde está  el fundamento nutriz, idest, el “alma mater” de  estas  dos  manifestaciones  artísticas.

 

                  Alfredo  Arrebola, Profesor – Cantaor

 

 

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