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CULTURA FLAMENCA (LVII). FLAMENCO  Y  TOROS  (XXIX). Rafael  Guerra  “GUERRITA”(1862 -1941)

Todavía quiero recordar aquel  “Cante por Alegrías” del inolvidable Juan Valderrama Blanca “JUANITO VALDERRAMA” (1916 -2004): “En Córdoba hay un  cortijo / en lo alto de la  sierra /  en  donde  dió  Lagartijo / la  primer  lección al Guerra”…, torero  cordobés y uno de los  matadores más completos de la  historia de la tauromaquia. Rafael  Guerra  Bejarano “GUERRITA” nació en Códoba el 6 de marzo de 1862 en el Barrio del Matadero/ Merced, cuna de grandes toreros. Se sabe que una tía de Guerrita estaba casada con el también  matador cordobés  José  Rodríguez “Pepete”, quien, por  desgracia,  falleció en Madrid en las astas del toro “Jocinero”, de la ganadería Miura, el mismo año del nacimiento de Rafael. Este triste percance  lleva a su familia a sentir especial animadversión hacia la Fiesta, si bien  el padre del futuro matador trabaja como portero en  el matadero local. Allí es donde, acompañado de su  amigo Rafael Rodríguez “Mojino”, hijo del banderillero Caniqui, da sus primeros lances a espaldas de sus progenitores. Cuando estos conocen las correrias del  joven Guerra  -cfr. “Historia General de Andalucía”, T. 9, pág. 4207 – , deciden  enviarlo a un colegio de Archidona (Málaga) para preparar el ingreso en una academia  militar. Todo resulta en vano, Rafael vuelve al matadero y termina  por  convencer a su padre de sus habilidades para el toreo. ¡Y qué torero, Dios mío!.

La primera comparecencia la hizo Guerrita en Loja (Granada) el 5 de marzo de 1878, formando parte de una cuadrilla de niños cordobeses  organizada por Caniqui. Más tarde, con la cuadrilla de Manuel Díaz  Lavi, llegó a torear en la plaza de los Campos Elíseos. El 26 de junio de 1879, se presenta en Madrid con el apodo “Llaverito” y disfruta de triunfos memorables como el de Córdoba en septiembre de 1880. Fue tal su fama que algunos empresarios exigían a Rafael Gómez “El Gallo” (1882 – 1960), a cuya cuadrilla pertenecía, que nunca faltase su banderillero. Y así, a las órdenes  de “El Gallo”, y a petición  del público  cordobés, mata  su primer  toro, el 2 de junio  de 1884.

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En el complejo mundo de los toros  suceden cosas “mu parecías” a las del flamenco, me repetía a menudo mi inolvidable “maestro” Pepe el de la Matrona (1887 -1980): cuando El Gallo  hace la competencia a Lagartijo ( Rafael  Molina  Sánchez, 1841- 1900), Guerita, sin la menor duda, se marcha a la cuadrilla del sevillano. Su fama como banderillero y el reconocimiento de los públicos le facilitan  el  salto al  escalafón de matadores. Toma, pues, su alternativa en Madrid, el 29 de septiembre de 1887, en la corrida de homenaje a  Lagartijo, su último maestro. Su doctorado – de manos de Lagartijo – tuvo lugar en la Plaza de las Ventas, donde se las tuvo que ver con el toro “Arrecio”, de la divisa de Gallardo. Desde ese momento, la afición  de  la  capital le proclama su torero, a pesar de haber sufrido una aparatosa cogida y seguir  en  el ruedo. Esa misma incondicional afición, años después, le volvería la  espalda. El ¡O tempora, o mores!, que muchos siglos antes preconizara Marco Tulio Cicerón, se viene repitiendo inexorablemente en la vida de los flamencos y toreros. El 15 de abril de 1888 Guerrita se mide  a “El Espartero” en Sevilla, le supera en su actuación  y provoca  auténticas alteraciones del orden público en los tendidos. Su  divorcio con la  afición  madrileña – opinan algunos críticos – parece gestarse a raíz  de la despedida de Frascuelo (Salvador  Sánchez Povedano, 1842 – 1898) de  esa  misma  plaza, el 12 de mayo de 1890. Guerrita se brinda, por amistad, a banderillear los toros  de su veterano compañero. Pero los  seguidores de  Lagartijo interpretaron  el gesto como una maniobra para ganarse los adeptos  de Frascuelo; desde entonces empezó a decrecer su popularidad. La  indiferencia hacia  el torero de Córdoba  comienza  a generalizarse y  el  público ve con mejores ojos a su gran rival de entonces, Rafael  Molina “Lagartijo”.

Lejos de apenarse, sucedió que la temporada de 1894 fue la más grandiosa de Guerra: torea 80 corridas, mata 224 toros y, además de cosechar nuevos éxitos en Madrid, inaugura la plaza de Jerez de la Frontera. Un año  más tarde, en  plena efervescencia torera, se marca un espectacular logro: matar tres corridas de toros en un mismo día: 19 de mayo de 1895. La primera, en San Fernando (Cádiz), ante toros de Saltillo; la segunda, en Jreez, con toros de Cámara; y a las cinco y media de la tarde remata la histórica jornada en la Maestranza de Sevilla, con un  encierro de Murube. Sin  embargo, el 11 de junio de 1899 recibe una tan monumental como injusta bronca del público de Madrid; ante tan desagradable  situación, Rafael se confiesa a su íntimo amigo Pepe Bilbao: “No toreo más en Madrid ni  para  el  beneficio de María Santísima”. Su última corrida sería el 15 de octubre de 1899 en la plaza de Toros de Zaragoza. Se despide, con lágrimas en  los ojos, de los hombres de  su cuadrilla: “No me voy de los toros: me echan”, sentenció el estóico  cordobés. Se dedica, lógicamente, a sus negocios, a su familia así como al Club Guerrita, club  social que se hizo muy popular  en Córdoba.

Si fue grande como torero no le fue a la zaga su peculiar personalidad, la que  acentuaba con unas frases categóricas que encarnaban la quintaesencia de la sabiduría popular. Digamos, al menos, algunas de las más conocidas: “Ca uno es ca uno”; “hay  gente  pa  tó”;  “Hay por  ahí  ca  morlaco  suelto…”; “Después de mí, “naide” y después de “naide”, Fuentes. Yo fuí el mejor torero de mi tiempo”. Cuando  se retiró, un  amigo le preguntó: “Rafael, tendrá pena por no torear”. El Guerra  le respondió con una  frase  corta y contundente: “La pena  es vuestra porque no  me vais a  ver “atorear” más”.

“Rafael Guerra, uno de los toreros más completos, largos y poderosos de la historia de la  tauromaquia, desarrolla los tres tercios de la lidia con una pasmosa facilidad y, además, maneja el estoque de manera fulminante. De hecho, jamás recibe los tres avisos”, cfr. op. cit. pág. 4.208.

Rafael Guerra Bejarano “GUERRITA” falleció en Córdoba el 21 de febrero de 1941, siendo sepultado en el Cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Está considerado como uno de los cinco Califas del toreo. El periodista-escritor Manuel Medina González (1903-1993) dice  que “… Guerrita poseía un carácter serio, dominante, altanero, pero en el ruedo, ante el toro bravo, adquiría grandeza de  dominador  y vencedor. Suyos son estos versos: “ CON TODA SU ALTANERÍA, / “GUERRITA” LOGRÓ  LLEGAR / A SER  EN  LA TORERIA /  IGUAL  QUE  EL  GRAN  CAPITAN”.

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