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CULTURA ANDALUZA (LXXVII) FLAMENCOS TOREROS (VI): Paco Mazaco (1898 – 1949)

Es muy lógico tener

en la vida aspiraciones.

Pero para ser torero

hacen  falta condiciones,

inteligencia y salero.  (Fandango de Huelva)  . Este fandango, con un contenido didáctico para impartir una clase de “Cante y Toros”, está perfectamente encajado

en la vida del cantaor flamenco Francisco González Sanromán, un gran artista apenas conocido no sólo en el mundo flamenco, sino en general, a pesar de que tiene una Peña Flamenca con su nombre en Coria del Río (Sevilla), de donde era su familia y donde Paco pasó gran parte de su vida, de manera especial su infancia. Su vida fue más bien corta: 51 años, ya que nació  a finales del siglo XIX (1898) y murió en el primer tercio del siblo XX (1949). Y como otros muchos cantaores, tambien Mazaco quiso ser torero, como su paisano  Manuel Centeno.

     Cuenta la tradición oral que Paco Mazaco fue un torero de arte, de corte sevillano, de esos que nacen – es casi una  hipérbole – cada cincuenta  años. Sin embargo, la escasa suerte y, sobre todo, las cornadas, lo obligaron a dejar el toreo. Y como dice el refrán, “no hay bien que  por mal  no venga”, el complejo mundo flamenco ganó a un gran intérprete de los rancios, puros y  ortodoxos  palos flamencos. También se sabe que  Mazaco vivió plenamente la música desde su infancia, dado que su padre, Baldomero González, era miembro de la Banda Municipal de Sevilla, que pasó su  niñez en Coria del Río junto a su abuela materna, Ramona, quien pretendía hacer de su nieto un buen panadero, cuyo oficio logró aprender. Pero como cualquier otro niño de su época, al chiquillo le atraía el mundo del toro tanto, que dejó al lado la música y se metió de lleno en el arte de Curro Cúchares (Francisco  Arjona Herrera, 1818 – 1868).

   Sus amigos lo llamaban “Mazaco” en honor del famoso matador de toros Machaco/ Machaquito (Rafael González Madrid, 1880 – 1955). Y dicen que nuestro cantaor era un torero de auténtico arte, de esos que Sevilla da de tarde en tarde; pero –  volvamos al refranero español: “Suerte te dé Dios que ciencia no te hará falta…”, – las frustraciones, los desengaños y “ese difícil mundo del toro” lo alejaron de él y, dado que  Paco  ya cantaba,  pudo encontrar  en el “cante jondo” una manera fina  de no apartarse del arte.

     En Coria del  Río ya pudo alternar con grandes cantaores, con los naturales del pueblo y con otros que, como Fernando el de Triana, La Niña de los Peines, Niño      Gloria,  Manuel Torre y su hermano Pepe, solían ir mucho a esta localidad en busca de la  manzanilla que Fernando el de Triana – Cantaor y Guitarrista: Fernando  Rodríguez Gómez, 1867 – 1940 – vendía en su taberna y que traía en barca por el río directamente desde Sanlúcar, en barriles empapados en agua del Guadalquivir para  evitar   que se remontara el precioso caldo, según leemos en “Antología de Grandes  Clásicos del Cante Flamenco”, pág. 399.

       Estos famosos artistas  visitaban con frecuencia Coria del Río por la fama que habían adquirido allí las “peleas de gallos” y también – ¡cómo no! – porque en este pueblo había muchos y buenos “afisionaos” que se gastaban el dinero a chorros. Hoy, por fortuna, el  flamenco – desde mediados de los años sesenta – ha tomado un giro totalmente distinto. Incluso me atrevo a decir que ahora se canta  mejor y más completo. Y en cuanto a la guitarra, ni siquiera se pueden hacer comparaciones, sin quitar la más mínima gloria a los “grandes maestros” de los siglos   XIX y XX.

     Paco Mazaco había nacido sin estar sus padres casados; pero cuando decidieron  casarse por la Iglesia y legalizar así su relación definitivamente, ya vive con ellos  en Sevilla, donde  comienza su formación  como torero y cantaor asistiendo a las fiestas flamencas de Triana y la Alameda. Tuvo la suerte, aún siendo joven, de conocer al famoso cantaor Tomás Pavón (1893 -1952) y  a Currito el de la Jeroma (1900 -1935) – Cantaor, Guitarrista y Bailaor-  para  colarse en las fiestas donde cantaban Manuel Torre, Chacón y Arturo Pavón. Al instante comprendió que, descartado lo de ser  torero, sólo le quedaba  el cante para “buscarse la vida” y, especialmente, para realizarse  como artista. Y así, a finales del año 1920, Paco Mazaco era ya un cantaor bien  conocido en las fiestas del Pasaje del Duque, La Vinícola y La Sacristía en su sevilla natal. Vinieron, lógicamente, las primeras grabaciones discográficas con el  Niño  Ricardo (Manuel  Serrapí Sánchez, Sevilla, 1904 – 1974). Y gracias a la buena aceptación de los discos, llegaron los contratos para abandonar las fiestas y empezar a cantar por todas las plazas de toros españolas, compartiendo cartel con todas las grandes figuras de la época.

    Los flamencos conocemos las grandes dificultades que conlleva el cante y, además, sabemos que la vida de aquellos antepasados artistas era sumamente dura para todo cantaor ( las fiestas, las juergas, el vino, la noche, los aficionados…) – mi experiencia artística es sumamente larga -, y Mazaco comienza a tener problemas de salud. La triste, inolvidable guerra civil – mejor, “incivil” – de 1936 la pasó en Madrid en compañía de La Niña de los Peines, Manolo Caracol y Pepe Pinto, dedicándose a las pocas fiestas que, por desgracia, se celebraban y a dar galas benéficas para  los heridos del bando republicano.

   Una vez terminada la guerra, su familia se sirvió de sus influencias para localizarlo y  que regresara a Sevilla, puesto que sabían claramente que Paco estaba muy enfermo. Seguía Mazaco cantando, pero la cirrosis hepática lo iba destrozando poco a poco  y  -¡cómo no! – su voz, “su pequeña industria”, había ya perdido el brillo y la fuerza de  sus  mejores tiempos. Algo semejante le sucedería  al famoso cantaor Pepe Aznalcóllar (José  Losada Carballo, 1912 – 1973).

     Mazaco, ciertamente, volvió  a Sevilla, afincándose en la famosa Alameda de Hércules – calle Hombre de Piedra – donde pasó las  mayores penurias económicas –

común en los artístas flamencos de antes – y, víctima de la terrible cirrosis hepática , murió en el año 1949.  Paco Mazaco sentía   fuerte  predilección por el  romántico  mundo  del bandolerismo, reflejándolo en las letras de sus cantes. Sobresalió en los difíciles estilos  por Soleá, Seguiriyas, Martinetes y Fandangos. Fue un cantaor que gustaba mucho al público.

FLAMENCOS  TOREROS (VI): Paco Mazaco (1898 – 1949)

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