CUANDO LA GENEROSIDAD EMPAPA NUESTROS ACTOS: UNA LECCIÓN A TENER EN CONSIDERACIÓN
Las acciones realizadas y/o recibidas son la mejor carta de presentación del alma de quienes las llevan a cabo o de quienes las reciben.
A menudo, cuando determinadas actitudes observadas en nuestro entorno nos producen apatía, recelo e, incluso, decepción, la vida misma emerge como un surtidor de opciones que nos llevan a la conclusión de que la percepción de eso que nos podía resultar lesivo, cambia diametralmente el enfoque que nos había llegado.
Y eso es lo que he vivido hoy día uno de julio.
El relato de lo sucedido se va gestando a lo largo de trayecto que me lleva desde el faro mesa de Roldan, en Carboneras, a mi casa.
Suena el móvil y mi admirada Ángeles Martínez, autora, entre otras obras de “El Quijote en verso”, me llama para comunicarme que se encuentra en Huércal-Overa y que le encantaría verme y comer juntas. Una gran alegría me invade y le informo que en breve podremos vernos, aunque no puedo comer con ella porque tengo un compromiso ineludible.
Efectivamente, cuando llego al pueblo, nos encontramos en un bar y me siento a tomar una cerveza con ella, su marido, su hermano y su cuñada. La amena charla va derivando en el tema de la asociación” Tierra de Esparto” a la cual ambas pertenecemos y, desde ahí, charlamos acerca del auge que está tomando el uso ornamental de esta antiquísima fibra del esparto en la actualidad, tras superar la crisis en el que se había visto inmersa en la década de los sesenta del pasado siglo. Aplaudimos todo lo relacionado con el uso y fabricación de objetos con la mencionada fibra y el gran mérito y valor que tuvo la fabricación de aquella multitud de objetos para el servicio de las casas y los trabajos relacionados con el ámbito agrícola, fundamentalmente. Objetos muy útiles para una economía precaria que con el tiempo desarrolló toda una industria que vinculada con la cordelería aplicada a distintas labores: minería, marina…
En un momento dado, el hermano de Ángeles me dice que me vuelva hacia mi izquierda y, al hacerlo, veo un señor de edad indefinida con una cuerda de esparto en la mano dirigiéndose a mí y comentando algo respecto a la misma.
Interesada en saber qué nos quería comunicar le atiendo y entonces alarga la mano y me dice que esa pieza que portaba era una honda de pastor, que la había hecho un familiar suyo hacía casi cien años. La miro y la toco. Era muy antigua, efectivamente y se apreciaba que estaba muy usada. El tacto de la misma era más suave de lo que a simple vista pudiera percibirse. No se le notaban las incorporaciones de las hebras de esparto. Me pareció una pieza bien realizada y, sobre todo, muy, muy usada.
El propietario me ofrece la honda y las lágrimas acuden a sus ojos. Se ha emocionado; aun así, haciendo un esfuerzo me la regala. Rehusé tomar el obsequio aduciendo que, al ser una pieza con valor sentimental, le agradecía su extremada generosidad pero que no puedo aceptarla. El señor insiste en que me la quede, pero que “por favor no la tire porque tiene mucha historia”.
Al parecer ha estado pendiente de la conversación que manteníamos y comenta, corroborando nuestra perspectiva, la importancia de los usos del esparto desde hacía muchísimo tiempo. Es posible que le llamase la atención el hecho de saber que he colaborado en la escritura de un libro “Esparto vivo” en el que el tema, como evidencia el título, gira en torno al mismo. Vuelvo dudar si debo aceptar quedarme la mencionada honda. Miro a mis acompañantes y creo percibir en ellos el animarme a aceptar el regalo. Disipan mis dudas el ánimo que me dan. Ante la insistencia, accedo a llevármela. Ruego al señor que me facilite su número de teléfono para poder comunicarle cuando se realice un evento relacionado con el mismo. Y… aquí tengo la pieza a la que miro con un sentimiento de admiración por la pieza en sí misma y por la acción del desconocido que me la regaló Mi firme propósito es conservarla en todo su valor: el de la antigüedad, el sentimental y por ser un objeto que porta su propia historia y la de su último dueño que, a mi modo de ver, es el exponente máximo de un ser de nobleza en extremo. ¡Qué generosidad!. Debo confesar que cada vez siento más amor, más respeto y más admiración por todo lo que gira en torno a esta preciada y apreciada fibra llamada esparto.