Corazón que escucha III
Cada vez que se encuentran dos personas se da una nueva oportunidad de vida. Ya se conozcan o no de ante mano, cuando dos seres humanos se cruzan en la tierra… a otro nivel confluyen los astros. Por eso, muchas veces lo que cuenta no es lo que a simple vista parece que está sucediendo sino el trasfondo de lo que ocurre. Asimismo lo importante de lo que se dice radica en lo que no se dice.
Corazón que escucha se va a detener hoy sobre la importancia de la comunicación entre las personas. Somos seres relacionales. Esta afirmación tan sencilla como rotunda la secundan los nuevos paradigmas de la psicología y la sociología. En realidad, dos de los factores que más atemorizan al ser humano con el paso de los años es el miedo al dolor y a la soledad. Lo que indican todos los estudios es que no hemos venido al mundo para ser estar solos, o para ser «islas»; con todo, y que lo sabemos casi todo de las islas.
Si examinamos los elementos que intervienen en una comunicación entre dos personas los signos más eminentes los ofrece la comunicación no verbal, formada por gestos y percepciones sensoriales. Hay estudios que afirman que más de un cincuenta por ciento del impacto que se recibe al escuchar un mensaje viene dado por el movimiento del cuerpo y la expresión facial. Otro porcentaje bastante elevado del impacto del mensaje se capta a través del tono, las resonancias y el ritmo del mensaje. Al contenido verbal de la información le corresponde tan solo una proporción nimia.
Parecería adecuado incluso solicitar a las personas del entorno más próximo una opinión objetiva sobre lo que perciben ante un mensaje, y estar dispuestos a revisar aquellos aspectos que facilitan o dificultan la comunicación; pues, no solo posibilitaría el ver aquellos matices que se pueden mejorar, sino que además resultaría una ayuda inestimable para la autoestima.
En efecto, si una persona no mira a los ojos de su interlocutor, aunque la causa sean unas gafas de sol, el hecho dificulta notablemente la comunicación. Otro ejemplo es mantener una comunicación por vía telefónica, pues cansa mucho más al interlocutor; puesto que se ha de acentuar más la atención para captar mejor aquellos rasgos físicos y corporales que no se visualizan. Los gestos y la expresión corporal van en concordancia y coherencia con el pensamiento; por ejemplo, sería incongruente que si una persona lastima a otra mientras le realiza una extracción de sangre se disculpe sonriendo.
Otro factor a tener presente en la comunicación es la distancia entre las personas, este rasgo tiene mucho que ver con los hábitos culturales. También conviene en este caso adecuarlos al contexto y las costumbres del lugar. Por ejemplo, determinados gestos o movimientos de brazos y piernas pueden llegar a considerarse ofensivos. Existen estudios en el ámbito de la antropología que recogen algunas características que engloban las distancias interpersonales: distancia íntima (entre 0 y 45 cm), distancia personal (entre 45 y 120 cm), distancia social (entre 120-350 cm), y distancia pública (más de 350 cm). Por supuesto, los datos varían de una cultura a otra.
Respecto de la tonalidad del habla cabe añadir que un tono monocorde sin juego ni variaciones en la voz dificulta la atención del oyente. Sin embargo cuando se trata de un tono elevado se pueden tener en cuenta tres aspectos, que se estudian desde la psicología como factores que entorpecen la comunicación y el diálogo:
- Observar si la elevación de tono es un mandato, u orden imperativa.
- Observar si la exclamación es para llamar la atención reclamando superioridad.
- Observar si la actitud del hablante contiene rasgos de agresividad, cólera o ira.
Existe una escucha interna y una escucha externa. En el caso que concierne a la escucha externa y honesta se entiende que comporta principalmente: tratar de entender al otro, disfrutar de la escucha, aprender algo, ayudar o consolar.
Mas algunas personas tienen verdaderas dificultades para escuchar al otro, porque tienen hábitos inadecuados, y comenten ciertos errores que dificultan la escucha activa. Algunos de los detonantes que dificultan la escucha activa son entre otros: hacer suposiciones, estar preparando el comentario siguiente en lugar de escuchar, estar únicamente interesado en algún tipo de información y desatender el resto, juzgar, etiquetar, pretender imponer la razón, dar consejos, cambiar de tema, e incluso bromear para evitar la conversación.
Lo más adecuado para mejorar la escucha activa es implicarse honestamente en la escucha, hacer preguntas, prestar atención con la mente abierta, apartar los prejuicios, estar dispuesto a cambiar de opinión, y como no puede ser de otro modo aceptar que el prójimo tenga una opinión o tome una decisión distinta de la propia. También es importante escuchar desde lo que uno sabe, atendiendo a lo que uno no sabe, y reaccionar con liberalidad y sin discrepancias.
Por lo expuesto es fácil dilucidar que al escuchar y reaccionar sin agredir ni mostrar pasividad, mostrando una conducta cooperadora y razonable, se gana respeto y aceptación. El principal causante de las discordias son los reproches, las acusaciones, las amenazas, los chantajes emocionales, etc. En cierto modo la persona que muestra una actitud poco respetuosa y agresiva es porque tampoco está satisfecha consigo misma. Una actitud pasiva en la escucha tampoco es lo más aconsejable. Una actitud pasiva es la que se reprime, o no sabe manifestar sus emociones y sentimientos ni defender sus derechos. La pasividad es causante de muchos bloqueos, frustraciones y desequilibrios emocionales. Es bien sabido que para cambiar ciertas actitudes hay que empezar a pensar de un modo distinto. Recordando una de las citas que se atribuye a Albert Einstein,
«Los problemas no se pueden solucionar en el mismo nivel de conciencia en el que fueron creados».
Marisa Barros