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Carlos Benítez Villodres

 

 

“Convivencia, dice Enrique Rojas, es tolerancia y respeto del espacio del otro. Es el arte de hacer la vida fácil, sorteando con garbo las dificultades del trato”. Basándome en las palabras del psiquiatra deduzco que la convivencia familiar es la participación natural, en lo común, de un grupo de personas con lazos consanguíneos directos y con un trato afectivo familiar, cuya existencia permite el bienestar y desarrollo en la vida personal y familiar.

Cualquier miembro adulto de una familia sabe que la convivencia familiar entraña per se una complejidad extraordinaria. Debido, pues, a ese complexo y a la perturbación conductual de uno o de los dos pilares que son base y sostén de la familia, la convivencia entre ellos enferma. Patología esta que, si se cronifica y se agrava con el paso del tiempo, será causa de muerte para la armonía de vida en familia, es decir, cuando el amor recíproco de los esposos se debilita y desaparece, origina esta lamentable realidad.

Generalmente, la falta de madurez en especial la afectiva, de respeto, de libertad…, en uno o en ambos cónyuges, son las causas primigenias de esta enfermedad incurable en la mayoría de los casos. Por ello, cada año aumenta el número de los fracasos matrimoniales, lo cual conlleva un crecimiento de las parejas y familias rotas. Esta situación, a veces no deseada por la pareja, genera un amargor, un desencanto, una desdicha… que, inconscientemente, cada uno, incluido los hijos, si los hay, extrapolan e impregnan al mundo que los rodea.

El amor, que lo es todo para la convivencia conyugal, hay que cuidarlo, trabajarlo cada día con suma entrega y generosidad. ¿Cómo? Venciendo ese egoísmo devastador que arroja al ser humano a los abismos de la más terrible soledad y de la desesperanza; atendiendo, con mimo, los detalles que satisfacen a la persona con la que convivimos; dialogando con nuestra pareja sobre cualquier tema especialmente aquellos que pueden repercutir favorable o desfavorablemente en la comunión de los dos esposos, ya que cuando una pareja no tiene nada que decirse, aparece en uno o en los dos cónyuges la necesidad de buscar otro camino, otra persona con quien compartir su vida, en definitiva, pensando en nuestro ser amado antes que en nosotros mismos. No olvidemos nunca que cuanto más viejo es el árbol del amor más cuidados, más mimos necesita.

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