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Navegante

Como un navegante sin rumbo

sin brújula, que me guíe en la tormenta

o la melancolía, así me encuentro,

en el horizonte de este barco sin timón que ha encallado

en los acantilados de tu silueta

sin percibir que su destino,

más que un destino, es una búsqueda urgente.

En este puerto ya no me solicitan la identidad

por estos muelles el suelo es tan frío

como el acero de una espada

mientras soy un susurro entre arrecifes solitarios.

Descansaba exhausto en un mar de versos vacíos

hasta que escuché en el eco

que llegaba a la bahía que me esperaba,

con el corazón robado en la despedida,

conquistando el espacio marítimo del que se sabe poeta

a punto de fundirse con las olas.

Tu rostro reflejado en las ventanas es mi bálsamo hoy,

salas de espera de ritmos lentos como vals perpetuos

girando hacia las manecillas de todos los relojes,

donde un equipaje es como un hogar en construcción constante,

cuando una maleta lleva consigo

el sabor inevitable de una despedida eterna.

Van a sellar mi pasaporte sin siquiera mirarme a los ojos

para ellos soy solo otro viajero guiado por instinto,

oculto tras una gorra y unas gafas de sol,

saben que sería diferente si decidiera volar

con mis propias alas desgastadas

y me rebelara contra todo,

dividido entre dos mundos con mi séquito de ángeles.

Como un guerrero sin batalla o sin piel donde la ira

o el desencanto resuene, así me plasmo

sobre las páginas de este cuaderno en blanco

que ha encontrado tierra

en los confines de tu figura

sin saber que su existencia, más que un adiós,

se desvanece en el ocaso.

Francisco Luque

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