En determinadas esferas de la sociedad actual, hay quienes piensan que la razón habita en ellos y la sinrazón en sus contrincantes en oposición abierta al humo que intentan “vender” los otros. Son tan necios que ven la paja en los ojos de aquellos que caminan con ellos y, sin embargo, no ven las vigas que ciegan los suyos. ¿Por qué no toman conciencia de sus errores y aceptan sus equivocaciones?, o expresado con otras palabras: ¿por qué a sabiendas de que los han derrotado, proclaman que la victoria ha sido suya, si lo que aún defienden a capa y espada, incluso después del rotundo fracaso, no tiene lógica alguna? De humanos es equivocarse, salir vencidos, y de humanos es recomenzar de nuevo la lucha con más sabiduría sobre la vida al asimilar tanto las omisiones como los errores cometidos. Lo que es inhumano es permanecer en el error y combatir para que otros comulguen con él, engañados o esclavizados por estos seres sin conciencia, sin escrúpulos, o por aquellos fanáticos que los siguen ciegamente.

 

¡Cómo esas personas que ni siquiera conocieron el respeto pueden reconocer y solucionar los problemas de los demás seres que en ellas confían! Aquel individuo, ya sea político, o empresario, o militar, o clérigo, que no reconoce hasta las raíces los múltiples y variados problemas que pesan sobre la sociedad, a la que pertenece, es el primero que permite que las tragedias hagan acto de presencia en medio de esa comunidad, y la acosen y la ataquen hasta devastarla por completo, si no se lo impiden aquellos que tienen poder para ello. Lo más curioso de estas actitudes y acciones prepotentes y nefastas es que los sujetos que las mantienen y las realizan se creen que están optimizando, con sus ideas, entrega y trabajos, la vida de la sociedad que rigen de una forma o de otra, es decir, están inmersos en el error y, sin embargo, piensan, y así lo manifiestan, que la equivocación está en sus oponentes. Más aún, si alguien osa decirles, incluso demostrarles que es una farsa lo que cultivan en sus mentes, lo quitan de en medio, arrojándolo a los abismos y aplastándolo allá en sus simas.

 

Que una industria fracase y cierre, nunca la causa está en sus operarios, sino en la pésima gestión de aquellos que tienen el deber de hacerla prosperar para bien de todos los que en ella trabajan y de los que se benefician con sus productos. Si una parte muy significativa de la sociedad actual se aleja de los políticos, es porque éstos no se adaptan, en los tiempos que vivimos, a dicha ciudadanía. En definitiva, ese no acoplamiento es en sí un problema de gestión, que en este caso concreto consiste en la inadaptación de las políticas realizadas al modus vivendi del hombre del siglo XXI. Pero  para que esta concordancia se produzca hay que “ser siempre flexible como la caña, dice Johann J. Engel, pero no rígido como el cedro”, y, por desgracia, ese sinnúmero de políticos, a quienes me refiero, tiene actualmente mucho más de cedro que de caña. Todo lo anteriormente expresado lo podemos extrapolar a cualquier otro tipo de sociedad. Y es que las mentes son como los paracaídas: sólo funcionan cuando están abiertas. Ciertamente, en los albores del siglo XXI abundan más las mentes cerradas a cal y canto que las totalmente abiertas en especial en la clase política. Por ello, así nos va en la vida.

Carlos Benítez Villodres

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