COLUMNA DEDICADA A NATI MISTRAL
“Me decían al mirarme tan dichosa: Es rosa de Madrid, es rosa de Madrid…”. Sí, se nos fue Nati Mistral, que tantas veces y con tanto arte cantara este chotis… “Madrileña la más barbi y cariñosa, la flor de Chamberí, la flor de Chamberí…”
Sí, se ha ido -y no es el típico tópico de la hora de las alabanzas- una de las mejores actrices de la escena española, una de las mejores voces y la mejor rapsoda femenina, pues en este género no tenía rival; era única.
Mujer de gran personalidad, nunca ocultó sus ideas ni opiniones y valientemente las exponía ante cualquier medio. “Soy española y monárquica y a mí no me calla nadie”. Ella lo decía y estaba bien dicho.
Nati, yo tuve la suerte de conocerte durante un homenaje que se te hizo en Segorbe (Valencia). Aún te conservabas guapa, pisando fuerte, con unos ojos inmensos llenos de vida y expresividad, atendiendo amablemente a todos con aquella sonrisa tuya tan amplia.
Recuerdo que después de recibir los homenajes, diplomas, obsequios y demás muestras de cariño, dominando el escenario con tu presencia, recitaste a viva voz y nos contaste, con el gracejo que te caracterizaba, que tu primera actuación fue siendo una niña y que, al no tener medios para comprarte un vestido nuevo, tu madre te puso el de Primera Comunión y con él saliste a cantar… tan bien que con apenas quince años ya ganaste un premio en la emisora de Radio Madrid. Luego vinieron los grandes éxitos pues eras una artista polifacética: cine, TV, teatro, medio en el que brillaste como una auténtica estrella pues interpretabas todos los géneros, tanto la comedia como la tragedia, el drama, los musicales, la zarzuela…
También fuiste la primera cantante española en actuar en la BBC de Londres y la que mejor recitaste, tanto a Lorca como a cualquiera de los poetas que llevaras en tu extenso repertorio.
Te llovieron los premios, entre ellos, el Premio Nacional de Teatro, en 1997, y la Medalla de Oro de las Bellas Artes, en 2007. Pero el mejor premio para ti era el cariño y reconocimiento del público que apreciaba tu valer, como artista y como persona.
Yo aún conservo aquella foto que me hice contigo, ahora casi como una reliquia, y recuerdo que, al pedirte permiso para hacerla, me contestaste dedicándome tu mejor sonrisa: “Con sumo gusto y fina voluntad”.
Querida Nati, tu voz no se ha apagado pues seguro que en el Cielo seguirás cantando tu “Rosa de Madrid”, alegrando al cascarrabias de San Pedro y a la corte de angelitos que, encantados al escuchar tu chotis, te acompañarán haciéndote los coros.
Tristeza azul.
Pentagrama en tu vida
que se quebró.
Carmen Carrasco Ramos