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CAMILLE CLAUDEL: MUSA DE RODIN

   “La excelencia o la inferioridad de los seres no  residen en sus cuerpos sino en la perfección de sus conductas y virtudes”

(Christian de Pizan, S. XIV)

       Entre las numerosas mujeres artistas que han pasado a la Historia, unas lo han sido  por  su linaje, otras por su talento y otras por su belleza, o tal vez, en alguna ocasión por las tres cosas a la vez.  Si  cada   una de estas cualidades por separado es importante, ni qué decir tiene que no lo son menos las otras dos, pues el linaje implica relación con la aristocracia y el poder. Sin el  talento  es difícil   escalar en la sociedad. Las mujeres artistas con talento: escritoras, pintoras, bailarinas, actrices, escultoras, etc. a  través de sus obras  han sido conocidas en su país, y otras muchas han traspasado fronteras; incluso sus libros han sido traducidos a varios idiomas, sus cuadros han recorrido miles de kilómetros  y lo mismo podríamos decir   de las demás artistas. Entre otras,  podemos citar  a Concha Méndez, Rosalía de Castro, Mª  Teresa León, Rosa Chacel, la condesa Dª Emilia Pardo Bazán, Emily Dickinson, las hermanas Brontë, Coco Chanel, Frida Khalo, Isadora Duncan, Madame de Scudéry, Blanca de los Ríos, Camille Claudel…

¡Y qué decir de la belleza!  La mujer por naturaleza es inspiradora y embajadora de la belleza; es una cualidad que nos produce un deleite espiritual  y un sentimiento de admiración. Todos conocemos bonitas caras y cuerpos que le  han servido para triunfar en el cine, televisión, moda…  Nieves  Álvarez, Martina Klein, Tita Cervera, Carmen Sevilla,  Claudia Schiffer…

         En Occidente, las alternativas de las mujeres durante muchas décadas fueron muy limitadas, pues la gran mayoría sólo aspiraban a casarse, tener hijos y ver cómo pasaba su vida.  Ser mujer consistía en aceptar las condiciones que le imponía la sociedad de su época.  Sin embargo, siempre hubo excepciones: aquellas más rebeldes, atrevidas, inquietas y seductoras, con fuerte personalidad, aventureras, artistas…  que no tuvieron miedo y “vivieron su vida” haciendo  aquello que les gustaba. Pero claro, esto sólo lo pudieron hacer unas pocas, digamos que privilegiadas.  Veamos, por ejemplo la vida de Camille Claudel. Nació en 1864, en Villenueve (París),  en el seno de una familia de funcionarios. Era una chica de apariencia fuerte y vigorosa, de carácter voluntarioso y apasionado; desde muy joven se sentía atraída por la escultura, jugaba con el barro y esculpía a   las personas que convivían con ella.  Era la mayor de dos hermanos. Paul, su hermano predilecto y más tarde famoso poeta, y Louise.  Al poco tiempo su familia se trasladó a París para que ella realizase estudios de  escultura que tanto le apasionaba. Estudios que le resultaría imposible  iniciar académicamente.  La Escuela de Bellas Artes donde la presenta el escultor  Alfred  Boucher, amigo del padre de Camille, no la  aceptó  como  alumna por ser mujer. Este fue el motivo que expuso el Director de la Escuela aunque por otra parte,  quedó  impactado al ver una muestra de sus obras;   impactado por la calidad y por la originalidad de las esculturas.

Tras serle negado el ingreso  en Bellas Artes, Camillle comienza  a trabajar en un estudio de la calle Notre-Dame- des-Champs, que comparte con dos jóvenes norteamericanas y donde el escultor Boucher va a darles clase. Esto le lleva a distanciarse de su familia y sobre todo se enfrenta con su madre, una mujer muy rígida, fría y conservadora que consideraba un deshonor y despropósito la vocación  artística de su hija mayor  y  por otra parte, la clase de vida independiente  y libre que tendría que llevar de ahora en adelante.

         La labor artística y creativa  de Camille iba a seguir un camino difícil y tortuoso en el mundo de la escultura, pues aunque ya había habido otras mujeres en el mundo de las artes que destacaron a finales del S. XIX, bien fueron como pintoras de flores, bien  como escritoras de versos líricos pero con una vida social y familiar dentro de un orden.  Este no era el caso de Camille que para empezar practicaba una escultura cargada de erotismo, avanzada para la época, y encima era la amante de Rodin.

DE  BOUCHER   A  RODIN .-  Al poco tiempo  Alfred Boucher tiene que trasladarse a Roma y pide a Rodin que dé clase a sus alumnas. Rodin tenía entonces 44 años y sólo hacía 7 que había iniciado una fulgurante carrera y en este momento tenía gran cantidad de encargos, estaba trabajando en   la que sería  una de sus obras más famosas:” las puertas del infierno”. Por otra parte su vida personal era  demasiado complicada como para dedicar  tiempo  a tres señoritas con veleidades artísticas. Pronto Rodin cambia de parecer, y un día de otoño de 1883 se presenta en el taller de las jóvenes con intención de rechazar la oferta de Boucher  pero  lo primero que se encuentra es a Camille Claudel que está trabajando la cabeza de la  escultura   de un joven de 17 años,  la cual  le causa gran impacto porque presenta  las nuevas formas que Rodin cree  estar  aportando al arte escultórico. Queda tan impresionado que le parece  que es obra suya, salida de sus propias manos.  Rodin la invita para que vaya a trabajar a su taller, pero Camille tarda en aceptar la invitación.

         Desde el principio, trabajaba el mármol ella sola, sin ayudantes, desde el boceto en barro hasta la total realización de la obra  en mármol, motivo por el  que fue muy elogiada por la crítica pero a su vez era poco rentable pues una escultura podía durar varias semanas o meses y Camille no tenía  otros ingresos, hasta que llegó un momento que no tenía dinero ni para comprar materiales, se encontraba sola y le resultaba muy difícil abrirse camino  en los medios artísticos parisinos, también había dejado de recibir encargos oficiales, y ante esta penosa situación decide ir a trabajar con Rodin.

         Camille se convierte en la  musa y amante de Rodin, pero esta  relación  sólo  duraría 15 años. Frecuentaron los ambientrs artísticos y culturales más importantes de París y realizaron largos viajes.  Pero a pesar de esto fue una relación tormentosa y compleja, Rodin vivía con Rose Beuret con la que tenía un hijo de la edad de Camille, y  que  a pesar de todo nunca la abandonó. Camille y Rodin  frecuentaron los ambientes artísticos y culturales  más importantes de la época y pasaron largas temporadas fuera de París.   Rodin  no comprendía que Camille quisiera triunfar siendo tan joven, sólo tenía 19 años y ya una de sus esculturas llamada “Cabeza de mujer vieja o vieja Helena”  había llamado la atención de la crítica en el Salón de Mayo donde había sido expuesta.

Camille trabajó  con Rodin en varias esculturas entre ellas en “Las puertas del infierno” pero comienza a tener crisis emocionales  y a dar muestra de una supuesta paranoia. Será ella la que corte la relación con Rodin. Luego iniciaría otra con Claude  Debusy  aunque él vivía  con otra mujer.

Camille posaba  para otros artistas pero sus crisis nerviosas se agudizaron y  se recluye en su casa-taller donde vive sola y sin apoyo familiar. Un día la encontraron  tendida en el suelo, inconsciente, sumida en el delirio producido por intoxicación etílica y junto a ella encontraron  todas sus esculturas rotas, no quiso dejar ningún rastro de su obra artística, que  sola y enferma  y en la más absoluta miseria  había conseguido realizar.  Su familia la ingresó en un manicomio donde pasaría el resto de su vida. Murió a los 79 años.

Y nos preguntamos ¿Quién originó  la tragedia  de Camille precipitándola  a  la marginación,  a  la pobreza,  y finalmente a  la locura?

         Aquella mujer que había sido una artista genial saludada por la crítica, la hermana del poeta Paul Claudel, y discípula y amante de Rodin, ha pasado a ser  una leyenda en la que todo cabe: arte, marginación, alcohol, sexo, locura, amor, pasión, traición… perpetrado por dos genios intocables, el  escultor Rodin y el poeta Paul Claudel.

                            AURORA FERNÁNDEZ GÓMEZ

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