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CALLE JOSÉ MARTÍN RECUERDA Y CALLE GRANADA (ÍTRABO)

La calle José Martín Recuerda (1926-2007) lleva el nombre del célebre dramaturgo, del mismo nombre, nacido en Granada. Entre sus obras destaca El Cristo. Sus publicaciones son abundantes. Obtuvo el Premio Nacional de Teatro y el Premio Lope de Vega (1958 y 1975), fue doctor en Filosofía y Letras (Sección Filología Románica). Tiene varias calles y plazas dedicadas por distintas poblaciones de la provincia de Granada.

Martín Recuerda 2

Esta calle parte desde la calle Picasso y desemboca en la «Carmeta». Es una vía llana y casi recta con distintos callejones a ambos lados de la calle. Pero es al final de ella donde encontramos distintos callejones que se entrecruzan, tan estrechos que apenas si pueden cruzarse dos personas sin rozarse. Esta calle era popularmente conocida por calle «Carmeta», las personas que vivían en ella eran mayoritariamente de clase media, ya que disponían de bastantes tierras que cultivaban y de las que vivían. Eran, en una palabra, medianos terratenientes que no tenían la necesidad de trabajar para otros. Por supuesto, había también muchas otras familias que trabajaban como jornaleros, por lo que vivían siempre de una forma muy precaria y llena de incertidumbre. Con el tiempo, muchas de esas familias tuvieron que emigrar, buscando un futuro mejor para sus familias.

Al principio de esta calle (y siempre desde el recuerdo de mi niñez y juventud), a la derecha, recuerdo que había una pequeña tienda de ultramarinos, que regentaba una señora llamada Evangelina. Un poco más adelante y, también en el lado derecho, montó allí una tienda de ultramarinos Paco «el Calioso», que trasladó desde la calle Federico García Lorca a esta nueva ubicación. Hoy en día, en esa casa vive Elena González (madre del policía local). Un poco más adelante en este mismo lateral había un molino de moler cereales, cuyo propietario fue Fabián Sánchez, en donde se molía trigo, cebada, maíz…; de niño me gustaba asomarme cuando estaba moliendo. Junto a este molino estaba la «Casilla de la luz», que distribuía la electricidad a la población, era humilde, ya que Ítrabo disponía de escasas industrias y en muchísimas de las casas solamente contaban con una bombilla o dos. La electricidad a la población llegó en el año 1915 y venía de una pequeña fábrica ubicada el Guajar Alto. Hoy sigue estando allí el repartidor de electricidad, pero ya con más prestancia y acorde a la época en que estamos. Pasado este enclave a la derecha, existe un callejón que desemboca en la calle Cuesta Río, al comienzo de este callejón hay un trozo de calle sin salida, en donde hay varias casas habitadas, en esta calle vivía Rafael el de «Antonio María», cuyo único hijo, Rafael, se casó con una sobrina de Virtudes Pérez-Cea, esposa de Gerardo Suárez Villodres. Con el tiempo se marchó a vivir a la Herradura. Existen también una o dos casas casi en ruinas y que deberían ser demolidas para evitar su derrumbe, ya que da un aspecto triste a los que por allí pasan. A continuación, está la casa de Antonio de «Federo», tenía aquí una panadería, de la cual en el año 2000 se derrumbó una parte del local que da a la huerta por un deslizamiento del terreno. Afortunadamente, no hubo que lamentar pérdidas humanas. Debido a este incidente, ya no se volvió a poner en marcha la panadería. Una vez arreglada la parte dañada, sigue Antonio y su familia viviendo en dicha casa. Su hija Susi trabaja actualmente en la farmacia.

Un poco más adelante encontramos una entrada que conduce a una placita. A la izquierda está ubicada la casa que fue de Antonio «Sangaya» y su esposa Sacramento, ganaderos de cabras (hoy vive en ella una hija de este matrimonio). De ellos guardo un sincero recuerdo. Cada vez que volvía por Navidad al pueblo, Encarnación me preparaba varios quesos para guardarlos en aceite. También por esa época vivía en este lugar Pepe «Potaje», creo a no equivocarme que tenía dos hijas y dos hijos, una de ellas ingresó en un convento de monjas en Granada. Fui amigo de su hijo Manuel, ahora residente en Motril, por cierto, le tocó hacer la mili en Palma de Mallorca, residiendo yo ya aquí. También en esta placita existe un callejón que no descubrí hasta hace unos pocos años. Tiene la suficiente anchura para pasar un animal de carga y está techado en forma de «tinao», en donde había cuadras para los mulos, burros, pajares y alguna que otra vivienda. Desemboca en una pequeña terraza, que se asoma al río, y desde donde se divisa un bonito paisaje. Hay una casa reformada ocupada por una familia extranjera. Pero si es conocido este lugar es por la «Compañía», ya que, durante los años 50, hubo instalada en este sitio una compañía de soldados, procedentes de Almería, para proteger a la población de los maquis que por aquel tiempo transitaban por los montes. Una vez que la presencia de los maquis disminuyó, los soldados volvieron a su cuartel de procedencia. Recuerdo que en esa compañía había un soldado que era del pueblo y, aunque ya mayor, aún vive y su nombre es Rafael Sáez Montes, primo hermano de mi madre. Si tenemos en cuenta que, por aquellas fechas, Ítrabo tenía 1800 habitantes, además de un cuartel de la Guardia Civil con sus respectivas familias, una compañía de soldados, con sus mandos, fue un hecho que desbordó a la población existente.

Siguiendo por dicha calle recuerdo a algunas familias –no a todas–, ya que el tiempo ha pasado y es difícil recordar a todos, e incluso recordar los pequeños sucesos que pudieran haber sucedido, y aunque algunos sí recuerdo, omitiré todos aquellos que sean desagradables de ser contados por su trascendencia para sus familiares actuales y sí contaré, en sucesivas entregas, aquellos que hayan sido de dominio público, por lo que al ser contados de nuevo no incidiré en perjuicio de posibles descendientes actuales. Ya que esos hechos han sido publicados en todos los medios de comunicación de esas épocas. No está en mi intención que algunos de los descendientes pudiesen ofenderse. En esta calle vivía Juan «Cupío», Andrés Viñas, al que conocía muy bien porque tenía una finca que limitaba por la parte norte con una de mi abuelo Antonio Alabarces Jiménez. Otra familia que recuerdo era la de José «Tarrán», que tenía tres hijos: Aurora (ya fallecida), Avelino y Carmen. También vivía en esta calle la familia de Antonio Cano, que tenía cuatro hijos. Esta familia emigró a Granada. Uno de sus hijos, Antonio, es médico en Pilar de la Horadada (Alicante). Tuve la alegría de verlo en Ítrabo, hace unos años, en la presentación de uno de mis libros. Al final de esta calle, como mencioné, existen varios callejones que van a dar al camino que antiguamente conducía al río, en donde las amas de casa iban a lavar la ropa. Esta calle, como ya he dicho, desemboca en la «Carmeta» y el antiguo molino de aceite, que estuvo funcionando durante muchísimos años y del que era dueño D. Ramón González (el Capitán). Su último propietario ha sido Vicente Sánchez López (fallecido hace unos años).

Si escribo desde el recuerdo, debo decir que en nada tienen que ver los edificios de esta calle ni de ninguna otra del pueblo con las que había en mi niñez y juventud, entre los años 1950-60, de los que hablaré en otras crónicas. En aquellos años (1950-60), en su mayoría eran casas de una y dos plantas como máximo y, como era natural, junto a la casa estaba la cuadra en donde se encerraba al mulo o al burro, único medio de transporte para los agricultores en aquella época.

Paralela a esta calle y en forma de escuadra, se encuentra la calle Granada, llana y de trazado corto, que arranca desde la calle Picasso y desemboca en forma de recodo en la calle José Martín Recuerda. Al principio de esta calle a la izquierda y bajo el edificio del antiguo ayuntamiento, estaba ubicada la «Cárcel» del pueblo, que era solamente un habitáculo, ya que los que entraban en ella solamente estaban poco tiempo, y la mayoría de las veces por algún altercado o pequeños hurtos. Permanecían en ella hasta que el juez les imponía una multa. La persona que cometía un delito grave era conducida por la Guardia Civil a las autoridades judiciales de Motril. En la puerta de la cárcel había una obertura con barrotes cruzados por donde se les introducía la comida a los detenidos, y por dicha obertura los arrestados podían hablar con sus familiares o amigos. El antiguo ayuntamiento fue derruido y hoy es un solar, que sirve para aparcar algunos coches, aunque se da por hecho que terminará siendo algún edificio. A la derecha se encuentra la casona de los «Collantes», que han tenido el gusto de restaurarla interiormente, pero guardando la fachada primitiva que poseía. Esta era una de las familias pudientes de la población. Conocí a doña Asunción, hoy en día dicha casona la habita un hijo de un hermano de esta señora que se llamaba Vicente Collante Bustos, que fue militar y residía en Girona, una vez jubilado, retornó a Ítrabo, donde falleció. Según me dijeron, cuando a él le preguntaban por qué había vuelto al pueblo, contestaba: «Porque quiero ser enterrado en mi “Menchón”», que es el pago en donde está ubicado el Cementerio Municipal. El retorno de este señor propició que la casona siguiera en pie. Otra de las casas que estaba habitada era la de  la familia de Antonio «Mauraca», un poco más adelante vivía la familia de Juan Franco «El capaor», que falleció hace unos años en Palma de Mallorca, estaba casado con Frasquita la «Maja». Al final de este tramo de la calle estaba ubicada la «Botica», cuyo propietario era el archiconocido popularmente como Paco «El boticario». Era todo un referente en el pueblo en aquella época ya que, aparte de la botica, se cuidó de todo lo relacionado con la tramitación de cualquier documento o papeleo vinculado con las personas del pueblo. Fue el director de la primera Caja de Ahorros que hubo en Ítrabo. Era oriundo de Almuñécar y se caso con una señora de Ítrabo, de nombre Filomena, ambos ya fallecidos. Fue un hombre muy servicial para todas las gentes de la localidad. La última vez que estuve hablando con él, ya era muy mayor, así como su esposa. Qué duda cabe de que fue un personaje destacado en el pueblo y al que todos recordarán. A continuación, viene el tramo de calle que hace escuadra, es corta y quizás sea uno de los sitios que más profusamente está adornado de macetas, tanto a pie de calle como en los balcones, lo cual hace que sean como pequeños jardines colgantes. En este trozo de calle vivía la familia de Encarnación la «Calderona», que emigraron a Málaga. Hace unos años pude hablar con uno de sus hijos, Joaquín, pues en 2015 coincidimos en la fiesta del vino, que cada año se celebra en Ítrabo.

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Recuerdo un hecho siendo yo niño: en este tramo de calle tuvo que entrar un coche para recoger a una señora que estaba enferma y era bastante gruesa, debido al mal estado de la calle, estrecha y con muchas esquinas, fue toda una odisea que el coche pudiese llegar a este lugar. Aquello produjo que todos los niños del pueblo estuviéramos allí para verlo. Era una forma de salir de la rutina de siempre.

Desde este punto parte un callejón estrecho, semejante a los callejones que existen en las ciudades y pueblos de Marruecos, que desemboca en la calle Zanja. Recuerdo que en mi infancia vivían aquí algunas familias, «los Vox», «los Montoros». Esta familia emigró a Barcelona y el hijo menor, de nombre Paco, falleció en una Nochevieja al regresar de una fiesta con su hermana, dos hombres se estaban peleando delante de una obra, uno de ellos arrojó al otro un ladrillo que impactó con tan mala suerte en la cabeza de este muchacho falleciendo en el acto. Casi al final de esta calleja vivía una señora que se llamaba Anica y no sé por qué era muy popular. Recuerdo que tenía un pequeño cortijo más arriba del puente Zapata, por donde hoy transcurre la carretera que va a Jete y Almuñécar. Lo interesante para los habitantes actuales de Ítrabo es recordar el pasado, que posiblemente muchos ignoren o desconozcan. Deben perdonarme que omita hechos y sucesos dolorosos, pero –salvo algunos que sí comentaré– no quiero que algunos descendientes se puedan molestar conmigo. Escribir desde el recuerdo, muchos años ausente del pueblo, es a veces luchar con los sentimientos y recordar que somos, solamente, una pequeña brisa de aire que nadie ve.

 

Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca

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