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BOTELLAS, TAPONES, COPAS Y COMPLEMENTOS DEL VINO

El vino de mesa se embotella en cuatro formatos básicos, a saber, botellas bordelesa, borgoñona, Rhin, y cava/champán. También se pueden mencionar la botella jerezana y la italiana de Chianti. Referidas todas ellas al formato de 70 ó 75 centilitros. Aunque menos habituales, también se utilizan las de 37,5 Cl -conocidas como medias botellas- para vinos algo especiales (por ejemplo, algunos dulces). Cuando aumentan el tamaño, prácticamente todas son del tipo bordelés, salvo los formatos de champán, que mantienen su tipo general. Las capacidades que presentan y los nombres más conocidos de los formatos más habituales son los siguientes:

– Media/media botella: 0,1875 L (hoteles y aviones)

– Benjamín: 0,2 L

– Media botella: 0,375 L

– Medio litro: 0,5 L

– Estándar: 0,70-0,75 L

– Mágnum: 1,50 L

– Doble mágnum: 3 L (Jeroboam, en cava)

– Jeroboam: 4,5 L

– Imperial: 6 L

– Salmanazar: 9L

– Baltasar: 12 L

– Nabuconodosor: 15 L

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          Hasta de 30 litros existen formatos, sobre todo para Champán. Sin embargo, por encima del formato Imperial, resultan difíciles de manejar y la botella es bastante más cara de fabricar. No obstante, el Mágnum y el Jeroboam en Champán suelen ser habituales, pues el líquido evoluciona mucho mejor, cuanto mayor es el tamaño de la botella.

          En los últimos años, algunas marcas están utilizando lo que se denomina “botella pesada”, que no es otra cosa que un recipiente con un casco más grueso. De esa forma, una botella vacía de 75 Cl pesa casi lo mismo que otra normal llena. A los transportistas no les hace mucha gracia este “invento”. Y las botellas con diseños originales que no entran en los botelleros habituales, también tienen su “gracia”.

          El tapón tradicional, como saben, es de corcho. Sobre este material natural se han dicho infinidad de cosas. En la actualidad hay defensores y detractores en todo el mundo. En su contra, en las últimas dos décadas, la presencia de los tricloroanisoles (TCA), que proporcionan al vino ese olor a corcho húmedo tan desagradable. Aunque el problema está prácticamente resuelto, los tapones alternativos van en aumento. Entre los mismos, cabe destacar el tapón de rosca. Un dato: En Australia, la mitad de sus vinos se embotellan con ese sistema. Su uso será cada vez mayor, sin duda. Entre otros motivos, porque el tapón de corcho es bastante más caro.

Comienza a preocupar a la industria corchera el abandono, lento pero paulatino, de una práctica tan tradicional. Y no olviden que detrás del aprovechamiento de la corteza del alcornoque está, entre otros usos, el de la explotación de la dehesa, con lo que ello representa. Curiosa relación, la del vino con el cerdo ibérico…

          Otros modelos de tapón se hacen con aglomerado de corcho, o bien a base de silicona e, incluso, de vidrio. El de silicona y el de aglomerado de corcho tienen una utilización bastante generalizada en los vinos blancos sin crianza. La firma Nomacorc elabora tapones sintéticos con la permeabilidad que le solicite el enólogo de la bodega. No está de más recordar, llegado a este punto, cuál es la función del tapón de una botella de vino. Parece claro que un tapón de rosca (así vienen ya muchos finos y manzanillas) impide perfectamente la entrada de oxígeno en la botella. Lo que ocurre, y así hay que reconocerlo, es que cuesta imaginar un descorche en el restaurante, con toda la pompa, desenroscando un tapón…

Las copas han de ser de cristal transparente y con el borde lo más fino posible. Si se pueden utilizar copas hechas a mano, el placer de beber se ve realzado. La cristalería de la casa más prestigiosa (Riedel) cuenta, dentro de sus variadas series, con modelos diseñados para cada tipo de vino o de uva. Tanto las hechas a máquina como las sopladas a mano, son un auténtico lujo. Se suelen elegir de esta marca en los concursos de vinos y catadores, ya sean nacionales o internacionales. Y es que, aunque son muy delicadas, son muy recomendables.

Desde hace unos años, se utiliza un nuevo material en la composición del cristal, para series más económicas, que otorga una mayor dureza a la cristalería; de ese modo, las copas de Tritan o de Kwarx, aunque también se rompen, duran más y se rayan menos.

       No es rara una frecuente discusión entre aficionados y profesionales sobre si lo de utilizar una copa para cada vino es un exceso de sibaritismo, o más bien una auténtica cursilada. Quien esto escribe, y terciando en la cuestión, les asegura que el mismo vino NO SABE igual en dos copas diferentes. Es cierto que se deben tener conocimientos y bastante práctica en la cata de vinos para poder apreciarlo. A lo que yo añado el placer de elegir diferentes recipientes para vinos también distintos.

En la fotografía se recogen algunos modelos de copas de la serie Vinun. Al comparar las dos de la derecha (Burgundy, diseño de 1995 y Syrah, de 1986, en el catálogo de Riedel), los aromas no fluyen del mismo modo.

Es la nariz el sentido que más acusa la diferencia, desde luego. Si tienen ocasión, hagan la prueba. Les aseguro que es divertido y algo siempre se aprende.

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Los complementos en el mundo del vino son cada día más abundantes y, en no pocas veces, bastante curiosos. Un rápido repaso nos hace mencionar los sacacorchos, decantadores, aireadores, enfriadores, tapones -con o sin extracción de aire-, termómetros y, de más calado económico, los armarios climatizadores. Sólo en sacacorchos, la gama puede impresionar, por su variedad. Aunque pueda extrañar, algunos pueden llegar a romper el corcho al sacarlo. Y es que el tirabuzón ha de ser siempre de teflón, nunca metálico. En el ritual de abrir una botella de vino, un corcho que se rompe o se desmorona resulta lamentable. Salvo que se trate de botellas muy antiguas, casi siempre, el accidente es responsabilidad de la persona que extrae el tapón.

No quiero terminar este apartado sin dejar de mencionar las etiquetas. Y es que el vino tampoco puede sustraerse a las exigencias del mundo de la imagen. De ese modo, los vinos nuevos, que en los últimos años son multitud, suelen cuidar mucho el diseño de sus etiquetas. Es el escaparate para aquellos que no conocen el producto. Aunque algunos bodegueros célebres persistan en sus etiquetas de reconocida fealdad, la mayoría de elaboradores entienden que, siendo lo más importante lo que va en el interior, un bonito vestido contribuye a que su vino sea siempre algo más apreciado.

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Francisco Morales

 

 

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