AY, EL TURISMO
Dicen los medios especializados españoles y lo confirman los de Reino Unido y Alemania, que Grecia se está llevando nuestra suculenta tajada turística de tantos años y no acabo de creerlo. Cierto es, que nuestro vecino mediterráneo, supo apartarse a tiempo de los populismos políticos, volvió a los tiempos mejores del reciente pasado y se dejó llevar por aquellos hombres de negro que venían de Europa a vigilar el gasto y a ordenar las finanzas de los amigos de Pablo Iglesias, de forma que en poco tiempo volverá a ser un país con la seguridad sanitaria que busca el turista y la seguridad jurídica que tanto valoran las empresas para invertir sus dineros.
Aunque puedo comprenderlo, por los problemas que venimos soportando en las principales ciudades españolas de Madrid, Barcelona y Valencia, promovidas a favor de un rapero condenado por delincuente, y practicadas por niños de escasos 16 años hasta jóvenes de 26, cuyas armas caseras caben en una mochila aparentemente inofensiva, y cuyas herramientas son capaces de horadar con punteros y martillos los duros adoquines de un empedrado madrileños y aplicarlos en el tirachinas de sus potentes manos y la energía de sus brazos, para hacerlos llegar a la cabeza del policía de turno que les está protegiendo… ¡Son cosas de niños que sólo pretenden divertirse! dicen los inductores que disfrutan con las travesías de los “pequeños”, que viendo como arden las calles, las motocicletas, los coches, los contenedores y como asaltan bancos y comercios, y hasta consiguen acorralar a los bárbaros policías, a los que se quitan de en medio a golpes, para enviarlos al hospital con alguna heridilla sin importancia…
Es cierto que estos inconvenientes si se evitasen, animarían a tan numerosos clientes europeos a volver a las mejores infraestructuras turísticas del continente y a nuestra oferta sanitaria de antaño (quiero decir de hace dos años) y volviera a resurgir la industria teniendo vacunados de la pandemia a los millones de trabajadores que descansan en el paro y que un buen número de ellos eran los atentos camareros, magníficos cocineros, serviciales playeros, puntuales taxistas, y tantos autónomos y servicios complementarios que han venido facilitando las vacaciones a los millones de visitantes de años atrás, que venían a disfrutar de nuestras costas como si estuvieran en su propia casa.
Nada tengo que criticar a Grecia ni a los numerosos países del entorno mediterráneo que compiten con nosotros. Pero sí puedo comparar aquellos que conozco como Malta, Túnez, Croacia, Corfú o Dubrovnik y en fechas más recientes el recorrido que hice por las islas griegas, y valorar el esfuerzo de dichos países para atraerse el magnífico turismo que venía a nuestras islas Canarias y Baleares, así como a las imponentes playas peninsulares que disponemos. Porque a pesar de que, aquellos bonitos países se esforzaban para agradar a los nuevos visitantes, ni su estructura, ni sus vinos, ni sus frutas ni su gastronomía en general, tenían nada que ver con el “edén turístico” que la industria española había creado.
Puedo creer, según me comentan diferentes empresarios del sector con los que estoy relacionado, que sin Semana Santa, sin Rocío, sin Sanfermines, sin Sanisidros y sin toros en las plazas de Sevilla, ni verbenas en las fiestas veraniegas pueblerinas, y con nuestras cualificadas playas sin apenas bañistas, y cerrados los numerosos chiringuitos cuyos propietarios habían gastado sus ahorros para decorar y mejorar las instalaciones antes de que llegara la pandemia, el verano que se acerca será el segundo sin turismo y con un paro escalofriante.
Es posible que tengan razón los hosteleros cuando dicen, que, si se impone una nueva ola o cepa de coronavirus como la del Reino Unido y se incrementa el número de contagiados y fallecidos, se perderá irremediablemente el cercano ejercicio estival del presente año y debamos esperar al próximo 22 ó 23 para recuperar la industria turística que habíamos creado y en justicia nos pertenecía.
Pero a fuer de ser optimista, tengo la certeza de que, si la vacuna se extiende y el virus remite, nuestro turismo volverá y los empresarios del sector serán capaces de reponer sus economías en un tiempo récord y ocuparán los puestos de trabajo que tantos profesionales han tenido que abandonar. De la misma manera que lo han hecho los científicos ante la adversidad, reaccionando de manera fulminante y creando diversas vacunas en tiempo imprevisible y anticipándose a cuantas experiencias se habían desarrollado internacionalmente hasta la fecha presente.
Confirma mi optimismo de cara al futuro de la industria turística, que a finales del presente mes de marzo y a pesar de la cuarta ola que se viene anunciando, en Alemania, la señora Merkel ha intentado poner freno a la demanda que se ha disparado en su país, para viajar a Mallorca de cara a la Semana Santa que se aproxima…
Julián Díaz Robledo