ANZUELO PARA EL DESCONCIERTO. Elisa Remón
CRÍTICA.-
“La soledad naciente
busca en el recuerdo
el calor arrebatado”.
No soy, ciertamente, profesional de “Crítica literaria”, aunque la haya ejercido por mera afición: algo que me honra desde siempre; ni menos aún, “Periodista” titulado. Sin embargo, no puedo quedar en silencio ante la pausada, gozosa y reflexiva lectura de “Anzuelo para el desconcierto”, obra de la exquisita y lírica poeta Elisa Remón Badía, Profesora, Psicopedagoga y famosa “Arpista”, a quien le cabe el altísimo honor de haber sido alumna del Maestro Nicanor Zabaleta (1907 – 1993), uno de los más grandes arpistas del siglo XX.
Elisa Remón, como intérprete del arpa, ha recorrido medio mundo demostrando, clara y apodícticamente, que la música es uno de los medios más idóneos para conseguir la completa relajación y paz interior: máxima aspiración del ser humano. Tal vez por ello, la “Música” la ha llevado, suave y disciplinadamente, hacia el campo de la docencia – ¡tan deficiente, por desgracia, en esta patria nuestra! – no sólo en Institutos bilingües (español, francés e inglés, dominadora de ambos idiomas extranjeros), como a la enseñanza práctica del arpa en los Conservatorios. Todo esto mezclado en perfecta simbiosis de sus conocimientos en Psicopedagogía e Inteligencia Emocional.
No obstante, Elisa es “ex natura sua” Poeta de nacimiento y vocación. No se explica de otra manera su amplia colección de poemas que, a lo largo de su vida, nos ha venido regalando. Fruto de este trabajo es “Anzuelo para el desconcierto”, publicado por el Ayuntamiento de Priego (2016) – ¡cuántos recuerdos no trae a la memoria de la numerosa familia “GRANADA COSTA” este precioso y artístico pueblo cordobés!- y prologado por el eximio y laureado poeta granadino Pedro Enriquez (1956).
Este poemario, breve pero muy profundo de contenido, está expresado en sólo 53 páginas. Cabe decir aquí la famosa sentencia: “Non multa, sed multum”. Así es. Su estructura métrica es variadísima, dado el fondo poético del mismo. Aparecen, ciertamente, las más variadas figuras literarias: metáfora, símil, prosopopeya, metonimia, hipérbole, etopeya, etc. Posiblemente, a mi juicio, no esté al alcance del lector medianamente culto. Sin embargo, vale la pena leerlo. Personalmente, me ha seducido porque Elisa Remón ha conjugado muy bien la similitud entre “Literatura y Música”, lo que a mí, Cantaor (Dei gratia), me llena de satisfación y alegría. Por tal motivo me uno a su pensamiento manifestando, una vez más, que dicha relación no es únicamente “externa”, esto es, “colaboración” de la música con ciertos modelos literarios, como la ópera, la zarzuela, la canción, el flamenco, sino también “interna”, es decir: inspiración de la música en las concepciones ideales de los distintos géneros literarios. En este apartado, Elisa, como compositora de música, desde hace ya tiempo, inventa piezas musicales para arpa, basadas precisamente en poemas de varios autores, acompañados posteriormente en el escenario.
Quiero recordar, en su honor, que muchas composiciones líricas medievales – albas, mayas, serenatas, decires – fueron escritas para llenar con la palabra humana las provocaciones sentimentales de las músicas populares, tal como opina Federico Carlos Sainz de Robles en “Ensayo de un Diccionario de la Literatura”, pág. 846 (Madrid, 1952).
En la poesía lírica – “Anzuelo para el desconcierto” lo es en sumo grado – la “canción” ocupa el más antiguo rango; y la canción – lo digo por mi larga experiencia cantaora – es una armonía inefable entre la letra y la música. “Cancioneros” han sido llamadas las primeras colecciones de poesías líricas. “Cantares de gesta” las primeras formas de poesía épica. Los trovadores medievales cantaron sus poemas. Y el valor musical de las “Cantigas de Alfonso X el Sabio (1252 – 1284) no cede a su valor poético. Con música fueron recitados los romances del siglo XV y XVI. Los más extraordinarios dramaturgos del Siglo de Oro pusieron letra a muchos de los bailes que introducían en sus obras escénicas. Y son incontables los grandes compositores dedicados a armonizar su música con los poemas dramáticos y, a la inversa, los grandes poetas inspirados en temas musicales. Tú, Elisa, lo vienes realizando desde tiempo ha. Y como dominas el francés, pongo aquí las palabras de Charles Baudelaire (1821 – 1867): “Les perfums, les couleurs et les sons se répondent”. Por lo que respecta a mí, únicamente diré que el Cante jondo y el cante flamenco son incomprensibles a falta de música o de letra. Al polaco Chopin (1810 – 1849), representante del romanticismo musical, se le ha llamado siempre “el poeta del piano”. Ahora bien, yo, sorprendido y anonadado con tus líricos versos, sólo pido que tu ARPA ponga música a:
“Busco tus ojos:
sólo encuentro
la soledad de los recuerdos.
Te hablo palabras mudas:
ANZUELO PARA EL DESCONCIERTO”.
Alfredo Arrebola, Doctor en Filosofía y Letras y Cantaor