AMIGOS ETERNOS
«Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro»,
F.G. Lorca
Soy una vieja cleptómana de libros. Así que esta tarde me muevo por los puestos del rastrillo del pueblo de al lado, con el ojo a visor y los dedos hábiles para llenar la mochila; para aumentar la biblioteca que tengo en casa. La que me ayuda a contar historias combinadas con lo que imagino y recuerdo e incluso soporto, cuando algo no me gusta. Mi biblioteca que es lugar de trabajo, refugio y, un analgésico; de ésos que no eliminan las causas del dolor, pero ayudan a sobrellevarlo. Me permite comprender la complicada sociedad por la que camino desde que era niña.
A veces me pregunto: ¿Qué haría sin la biblioteca? Ella es mi gran amor. No podría vivir sin ella. Otras veces pienso que me gustaría ser escritora para ver mi nombre en el catálogo de las fichas y mis libros en los escaparates y ferias del libro en cualquier ciudad del mundo. «La lectura es una de mis grandes pasiones», me repito con frecuencia. Algunas noches me despierto a medianoche pensando en un mar de ideas que me han quedado fluctuando en la mente; enciendo la luz y rebusco en el limbo bibliotecario que yo llamo. Cuento con gran habilidad para localizar los libros a través del lomo, en mi trabajo, contamos con una biblioteca de más de dos mil volúmenes, cuando alguien quiere localizar un libro y no lo encuentra me llaman a mí y rápidamente los localizo por el color del lomo. La biblioteca particular de mi casa está ubicada en mi dormitorio. La lectura me permite ver todas las cosas ocultas, invisibles y escondidas del mundo que no acostumbramos a ver. Del mismo modo, me sirve de refugio y me permite reconciliarme con lo que soy. Mi vida lectora se hizo más plena y madura, cuando comprendí que nunca leería todos los libros que ansiaba leer, y acepté esa realidad con nostalgia. Los libros que nunca leeré me definen. Estaré orgullosa si sobreviven al fuego, al agua, a la estupidez del ser humano; un día serán de mis herederos. Y lo serán gracias a mí, que tuve el privilegio de rescatarlos de sus miles de naufragios y unirlos a mi vida. Por las tardes, cuando mis amigas vienen a mi biblioteca preguntan si he leído todos los libros. La respuesta siempre es la misma: unos sí y otros no; pero necesito que estén todos ahí. Mi biblioteca es memoria, compañía y afecto. Amuebla mi vida, y la define, es un tesoro de mis remedios de lo más profundo de mi corazón, es mi patria y mi emblema, les comento. Cumplen su función incluso quietos, silenciosos, alineados con sus títulos en los lomos, cuando estoy de bajón los miro y su silencio me transmite una paz infinita como si me tomara una tila o una manzanilla. Los abro, hojeo, huelo, acaricio, releo, los introduzco en la mochila cuando voy de viaje.
Es una tarde del mes de abril; se celebra la feria del libro en la estación del tren de Huércal Overa (Almería). Camino deteniéndome en las casetas y puestos de libreros. Son pocas y eso me entristece. Un día con buena temperatura, una buena hora, y no hay casi nadie. Hablo con algunos. Una señora me dice: «nos quedan dos telediarios», y comparto su pesimismo. «El ebook acabará con el formato de papel, están poniendo más bares de tapas y puestos de artesanía en el pueblo. Falta mucho interés por parte del público, indiferencia de los políticos y las nuevas tecnologías. Aquí no podemos decir que los libros son caros. Mientras existan lugares como este para la compra e intercambio de libros, quien no lee no es que no pueda. Es que no quiere».
Me produce una gran felicidad leer el papel viejo de los libros que leyeron otros ojos, tocar las tapas ajadas por otras manos, llenar la mochila verde que suelo traer cuando vengo aquí, a veces intercambio los que he releído y otras veces compro. Últimamente tengo la costumbre de comprar libros con tapas de cuero y suelo colocarlos en una misma estantería: El Quijote, la Ilíada, La semilla del diablo, En busca del tiempo perdido, Cumbres borrascosas, Madame Bovary, Armas y letras en el siglo de oro español, La celestina, La romana… Pero el impulso, la necesidad de acumular libros como una cleptómana y ponerlos en su cavidad tras acariciarlos y limpiarlos con un paño, así permanecen impolutos. Actúo por impulsos, como cuando como una palmera de chocolate, aunque ya tenga ese o aquel título en una edición distinta. Luego, en casa, vaciaré la mochila para situar cada uno en el lugar y la compañía que le corresponde. Como esos discos de música clásica: La serenata de Schubert, Adagio de Albinoni, Cinema Paradiso, In the mood for love que acabo de comprar a cinco euros. Hoy me siento frente a ellos, los miro con ternura y les pongo la Sinfonía nº 2 en Do menor “resurrección” y comienzo a escribirles un poema:
ANTORCHAS DEL PENSAMIENTO
Ahora que el sosiego me acaricia, /os abro, huelo y arrullo/
vuestras páginas, /seda al tacto de mis dedos./Y pienso: sois parte de mi esencia./Sin vosotros no vivo, /sin vosotros muero lentamente./Os reclamo como amantes, estandartes/y fieles compañeros./Manantiales del amor de /mis tristes noches./Sábanas henchidas /de locura, firmamento de interrogantes y consejos./Bálsamos de mis heridas,/logaritmos infinitos desde /Éfeso, Alejandría y Pérgamo./Temblorosa velo mis locos anhelos,/dando pábulo ardiente a mis pensamientos,/equilibristas sois en mi horizonte /Dianas de mi mundo adormecido,/Maná y haces de luz en los anocheceres/Bajo mi almohada con vosotros
comparto lecho y sueños, /Sin vosotros no vivo, /sin vosotros muero lentamente.
Recuerdo y conservo con sumo cariño un libro que rescaté en el rastro de Madrid, con las tapas de cuero, una edición de: Las mil y una noches edición de 1987 ilustrada con facsímiles de miniaturas sacadas de manuscritos persas e hindúes, aunque tiene su habitat en la biblioteca, cuando llega el mes de abril, lo guardo bajo mi almohada una buena temporada, porque no quiero dejar de soñar. Olvidaba comentar un gran tesoro que me acaba de regalar mi gran amigo el periodista Jorge Riobó: Las mil y una noche. Contar o morir. (2020 Asociación Cultural Graphiclassic). Ya entré en este universo de sorpresas y maravillas de la mano de Sherezade, si ese ha sido el designio de Alá, solo él con su inmensa sabiduría es conocedor del destino que nos aguarda a todos. A continuación, les muestro un fragmento que escribió el capitán Burton que llegó a dominar más de treinta idiomas:
Yo soñé la ilusión desbordante de un hombre que daba comienzo a la aventura más grande que hubiera podido imaginar. Las lágrimas recorren mi cuerpo corrupto y caen a este mar centelleante, convirtiéndose en átomos imperfectos. Nunca he escuchado una letanía tan hermosa, tan llena de savia y a la vez tan melancólica. Esta canción me acompañó incesantemente por las dunas que me llevaron a la Medina, por las veredas que me postraron ante Yeddah; solo de mi alma cuando entré en la tumba de Eva, la primer mujer, y me dio la mano y me amparó con sus sílabas contadas cuando entré en la Meca…
El gran Visir le pregunta a su hija: “¿Dónde nacen las historias? Y Sherezade responde: En los temores y deseos de los hombres. ¿Y para qué existen? Para ayudarnos a sobrevivir. Para conectar con el tiempo de los muertos con el de los que vendrán.”
He disfrutado muchisimo con este maravilloso artículo. Muchas gracias Ana Maria, genial como siempre💝