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ACERCA DEL CONCIERTO DE AÑO NUEVO

Aunque carezco de formación musical, en mis últimos veinte años por mor de mis viajes, he tenido ocasión de acercarme en varias ocasiones a la meca de la música, allí donde se encuentra la mágica ciudad de Viena. Y tuve ocasión de asistir a un concierto de la Filarmónica en la espectacular sala denominada Sala Dorada o Musikverein de Viena, que había sido incluido en el programa de un crucero que hice por el Danubio. Y sentí sensaciones musicales que jamás había tenido y que latían y se repetían dentro de mí, cuando contemplaba los bellos paisajes de El Tirol y el Parque Nacional Kawender.

Desde aquella fecha, nunca dejé de asistir al programa televisivo más visto en el mundo cada 1 de enero del Año Nuevo, y sentir un cúmulo de emociones que desajustan los lagrimales y remueven los íntimos sentimientos, a lo largo de las tres horas que dura el mayor espectáculo musical del mundo.

No importa quién sea el director que lanza sus dardos desde el estrado  a cada uno de los instrumentistas, porque todos nos han hecho vibrar con sus desmelenadas intervenciones: el joven Gustavo Dudamet recientemente  y antes,  entre otros muchos,  Boskowski, Mehta, Barenboim y Karajan, me habían tenido hipnotizado y sumergido entre sus escalofriantes ritmos musicales. El próximo año, una vez más, le tocará el turno a otro de los iconos de la Filarmónica, el profesor Ricardo Muti, cumplidos por entonces sus 76 años.

Gustavo

El último concierto había generado una enorme expectación, porque intervenía Dudamet, el director más joven que jamás lo había hecho dirigiendo la Filarmónica de Viena: un actor venezolano de 36 años nacido en Barquisimeto, poseedor de una memoria prodigiosa por haberse comprometido a desplegar su actuación sin partitura ni chuleta alguna, tal como felizmente lo hizo, a pesar de que muchas de las piezas elegidas eran novedosas en el Neujahrskoncert de Viena. El auditorio explotó de entusiasmo cuando interpretó la “Marcha Radetzky” colaborando cómplice con sus palmadas…

La música, como la poesía, representa un eficaz alimento para el espíritu. Lo confirman esos cincuenta y tantos millones de espectadores que cada Nuevo Año se reúnen frente al televisor en los 90 rincones más apartados de nuestro planeta. Los valses son, musicalmente para mí, la parte más deliciosa del Concierto de Año Nuevo. El vals vienés se convirtió en el siglo XIX en el género predilecto de la música de baile en Viena. “El Danubio azul es un portento de belleza” que Johann Strauss hijo nos legó y que no puede faltar en tan magno festival.

La Filarmónica de Viena cumplió 175 años de historia en el reciente Concierto de 2017. Tiene fama de ser un conjunto muy tradicional. Mantiene un sonido autóctono y dispone de variantes instrumentales locales diferentes a las utilizadas por otras orquestas. Su ideología conservadora y tradicional generó algunas polémicas en los últimos años por incurrir en actitudes sexistas y hasta 1997 no se permitió a ninguna mujer tocar en la orquesta; actualmente dispone de quince integrantes femeninas de pleno derecho, y desde 2011 cuenta con una mujer entre los cuatro concertinos de la orquesta: la búlgara Albena  Danailova.

La Filarmónica de Viena considera su Concierto “como un saludo musical y un mensaje de esperanza y paz” que desde 1941 transmite a todo el mundo con motivo del Año Nuevo. Y los amantes de la música tenemos que felicitarnos y disfrutar de tan extraordinario acontecimiento.

 

Julián Díaz Robledo

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