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A TODA COSTA – La avaricia es “holgazana”

En el centro de la plaza, próximo a una fuente, huérfana de agua…,

se encontraban en el suelo unos sacos repletos de una gran variedad de hierbas de aromas penetrantes y junto a ellos un hombre vociferaba:

– Yo llevo voluntades. ¿Quién me las compra?

Las personas que le rodeaban estaban intrigadas y desde luego no entendían que era aquello que el anciano pretendía ofrecerles.

El vendedor de tan extraño artículo, lo explicaba diciendo:

– Yo traigo en mis sacos todos los destinos de la tierra; vendo todo cuanto podéis desear; yo hago reyes, ricos comerciantes, terratenientes de inmensas extensiones, ministros, cantantes, inventores; cuanto vuestra imaginación sea capaz de concebir lo conseguiréis con mis fórmulas.

El mutismo era general y la extrañeza también. Cada cual pensó a su modo, luego le preguntaron:

Y eso ¿Qué vale?-

De momento, veinte maravedís, y el día que hayáis conseguido lo ambicionado, cada uno me repondrá el dinero que estime su filantropía.

vendedor de ilusines

Pronto salieron a relucir los maravedíes de este bolsillo y de aquel otro zurrón, las riñas y puñetazos se sucedieron por doquier, con tal de arrebatarle al hombre las recetas para ser rey, rico, comerciante opulento, etcétera; nadie pedía ser lo que ya era, ni trabajar en su actual oficio.

Todos se paralizaron cuando una fuerte voz reclamo exigente:

-¿Y todo eso cómo se consigue?-

El anciano vendedor insisto:

-Aparte de mis hierbas, para ser hombre rico sin que nadie pueda echarte en cara tu riqueza, deberás ganarla con tu esfuerzo, sin tomar nada de nadie. Para ser rey, estudiar con atención las necesidades de tu país, sus defectos y virtudes, escuchar las ideas de otros y conocer hacia donde quieren ir. Para ser ministro tendrás que pasar muchas noches en vela; deberás pulsar por ti mismo la desgracia y la suerte, serás parco en el mandar y espléndido en escuchar. Para ser terrateniente deberás ocuparte del bienestar de tus jornaleros que se encargan de cuidar tus posesiones…

– Sobre todo, – continuó – no debéis olvidaros de que, para ser lo que decidáis es necesario mostraros perseverante en el trabajo, os levantaréis al amanecer os acostaréis temprano, ahorraréis todos los días de tres partes dos y viviréis con una, habréis de adaptaros a las costumbres de todos los países que visitéis, leeréis mucho, hablaréis poco…

El viejo levantó la vista y comprobó que le habían dejado solo.

Francisco Ponce Carrasco

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