CONFIDENCIAS DE MI PERRO II

¡Hola amigos! Soy Adri. Bueno, ya me conocéis…

 

Mi vida sigue transcurriendo en un paraíso malagueño cuya casa se llama Loma Linda y se encuentra muy lejos de donde nací en un país llamado Croacia. El nombre de la casa lo bautizó mi amo en un viaje a California, cuyo pueblo era famoso por tener los habitantes más longevos del planeta. La mayoría de los vecinos de Loma Linda, vivían más de 100 años gozando de una extraordinaria salud, tal vez porque en el pueblo no se permitía instalar ningún restaurante de comida basura…

Y digo esto, porque vengo observando que debido a los 12 años que acabo de cumplir,   mi salud empieza a resentirse; me cuesta trabajo saltar la pequeña valla del jardín para que no riegue con mi orín las preciosas plantas que mi geisha cuida con sus delicadas manos verdes.  Y me resulta difícil subir los escalones de mármol de la escalera, con el peligro de rodar por ellos; pero tengo la suerte, eso sí, que me envían el ascensor cuando lo pido con un ladrido si me hace falta…

Desde que tuve mi  gran éxito periodístico como escritor,  con el  primer artículo que me publicó  el periódico  Granada Costa en el  año 2012, sin esperarlo me propusieron  rodar un video  concerniente a mi privilegiada vida de perro,  y  me convertí  en un actor también. Yo creía que había cumplido ya como escritor y mi ego estaba más que satisfecho; pero mi amo quiso que llegara a ser famoso y terminé siendo un perro de provecho.

Mi debut fue por casualidad. Fue una idea de la importante productora segoviana de Chatún “EmiliaRamosProductions&and Company”.  Al parecer,  la directora intentaba envolver en una hoja del  periódico Granada Costa unos huesos de chuleta para su  pastor alemán,  y al ver  mi foto de  perro  escritor  en dicha hoja, reparó,  leyó mi artículo y pensó  que debía  ser  protagonista de un  corto que  tenía pensado  preparar  con algún  perro o gato simpático. Y rodé mi primer CD como actor con gran éxito por cierto, aunque me hubiera gustado aparecer en el celuloide con María, la que desde que llegué a Madrid era mi ama, y bien que me acuerdo de ella…

Habíamos empezado ya con una serie de secuencias y lo estuve pasando fatal. Me refiero a unas escenas que tuve que rodar en el salón de mi casa… La verdad, no podía entender a mi padre: se había pasado la vida quejándose porque me meaba en las cortinas del salón y durante tres días me venía obligando a que me meara en una de ellas para que la cámara lo pudiera grabar. Yo no podía ni levantar la pata, ni soltar una gota; me daban chuches para que lo hiciera y me aplaudían incluso, pero yo no pude hacer en público lo que tanto me divertía hacer en privado cuando no me veían… y fracasé rotundamente.

Yo soy un perro de costumbres y no me gusta salir de casa, la verdad.  Pero claro,  teniendo  que rodar,  no me quedaba  otro remedio que cumplir  con el guion; y un día me  sacaron a un parque para que conociera a una yhorsay  y me relacionara con ella,   pero  no podía  saber lo que pretendían .  Aquella perrita era de una talla algo más pequeña que la mía y aunque no tenía mis colores, -cosa harto difícil realmente-, no estaba mal.  Pero las cosas de los amos: la habían colocado un moñito en lo alto de la cabeza con un lacito rojo que me pareció más cursi que un gato con gafas y chaleco… La habían afeitado en algunas zonas y sobre todo alrededor de su “cosita”,  que  por cierto,  desprendía un perfume que nunca tuve tan cercano y  me resultaba  un tanto atractivo, pero yo  olía y olía en dicho lugar que me era desconocido,  y  como veía la cámara con la que me querían  grabar, me daba mucha  vergüenza dejarme llevar de mis instintos que por momentos eran irreprimibles… y me marché; me aparté  de aquella cursi perrita, corrí veloz  a un árbol cercano,  levanté mi pata y pude mear con ganas  aunque en principio tenía  cierta dificultad. Pero la verdad, me quedé muy a gusto. El problema es que el rodaje no había hecho más que empezar, y con serio cabreo de mi amo, lo dejaron para otro día…

Jun22^62

 

Reconozco que soy un perro afortunado, pero realmente creo que me lo merezco.  A veces me paso de exigente, pero lo hago para que prevalezca mi dominio del que soy consciente entre los habitantes de la casa.  Y es que, sin yo proponérmelo, he llegado a ser el dueño y señor, porque se hace lo que a mí se me antoja en cada momento… Viene al caso referir una anécdota que escuché a mi amo, y que riéndose decía: “Llevo enseñándole 12 años a mi perro y ya he aprendido yo… a hacer lo que él quiere…” ¡¡Guauuu!!

Solo tengo una duda que me viene preocupando: hace tiempo que apareció en la finca una perrita que llaman Brisa y me temo que está teniendo mayor predicamento que yo con su jefe, que es mi padre…  Cada mañana se marcha a vigilar sus árboles, y debe pasar mucho tiempo con ella a juzgar por los olores salvajes que traen los bajos de sus pantalones y zapatos camperos.  Yo, que estaba tan tranquilo porque el perro callejero que mi amo había adoptado también allí, le puso el nombre de “Feo” por su pinta de paria -según le oí decir un día-, no le daba ninguna importancia, pero me obsesionaba pensar, que el tal perro feo, callejero y paria se hubiera beneficiado a la joven Brisa en su primer celo.  Y ardía en deseos de que me llevara un día a la finca, para poder participar en lo que debía ser una orgía, con una perrita sin experiencia con la que yo habría podido estrenarme, porque de experiencias amorosas no he tenido jamás ninguna. Pero la imaginación no para y mis sueños durante tantos años de asueto, han viajado con el viento acercándome tentadores perfumes de las hembras que los guiris suelen pasear por los chalets cercanos, y que permanecen en mi memoria de forma insistente y de los que disfruto a mi manera en mis eternas soledades caseras.

Mis exigentes ladridos cuando mis caprichos se disparan, resultan ser ley inapelable para mis disfrutes personales, sin otra razón que llamar la atención para seguir siendo protagonista de todos los eventos que surgen en la casa.  Considero que debo seguir recordando a mi amo el lugar que cada uno ocupamos en el hogar, lo mal que me han educado y las obligaciones que tienen para conmigo. Y como soy un perro privilegiado pero reflexivo, me digo en los   momentos de incertidumbre: ¿quién me ha traído aquí?  Porque no soy un producto de la lluvia, ni del aire,  ni aparecí  en la casa de manera  espontánea  como lo hiciera en la finca el perro callejero  llamado  Feo,   que fruto de su dramática experiencia buscando dueño  probó fortuna, se coló por una de las tapias alambradas, encontró  pienso  abundante para gatos y perros y enseguida el jefe, o sea  mi padre, lo llevó al veterinario y le  dio de alta en la empresa con un contrato a perpetuidad para el resto de su vida… ¡Vamos, que le tocó la lotería!

No es mi caso, naturalmente; porque a mí me adquirieron en una buena tienda madrileña, por iniciativa de María; pagaron un alto precio y abandoné el escaparate donde me exhibían pasando a la mejor vida que se me podía ofrecer y sin niños que me hicieran putaditas como le sucede al perro de un chalet vecino que se pasa el día quejándose.  Consciente de mi suerte  y como reconocimiento,  de vez en cuando acaricio con mi limpia  lengua  las  manos y  tobillos  de mi padre  y  mi gheisa cuanto los  tengo  a mi alcance para mostrar mi agradecimiento. Como de costumbre, hace unos días me llevaron a Casimiro. Ese personaje despreciable que llaman veterinario y que  me recibe casi siempre con una jeringa que clava sin miramientos  en mi piel,  como si fuera un  vulgar animal callejero  y luego se reconcilia conmigo con una caricia y dándome una chuche, mientras mi padre le paga una factura por el dolor  que me ha afligido, cosa que no entiendo, claro.

Solo soy un perro o un animal, pero muy inteligente, eso sí.  A veces cuando me comparo con algunos humanos que llegan a ser Presidentes de Gobierno, no me queda duda alguna de que un día veremos a un perro ejerciendo de tal cargo. Me baso en que he podido comprobar  en tiempos no lejanos,  que un primer ministro con sonrisa  tontolaba , cortito, muy cortito, ocupó un primer cargo y volvió loco al personal que le pagaba; pero no soy quién para criticar a nadie “ni meterme en política”, como aconsejaba creo,  hace mucho tiempo,  un  dictador  a uno de sus   ministros…

Hace unos días viajaba yo en la moto llevando a la gehisa de paquete, y escuché a una vecina decir a su hija: “mira, ahí va Heby con su mascota…” y me puse de los nervios.  Yo no me considero una mascota y no por llamarme Adriano como el célebre Emperador Romano y vivir como un marqués, ¡que también!   La palabra mascota es una cursilería de los niños pijos de Serrano en Madrid y en el reino animal; dicho adjetivo que no es peyorativo,   le pertenece en exclusiva al carnero de la legión,   que cuando le veo desfilar por televisión lo hace con tanta autoridad como sus jefes y supongo que pronto le adornarán con un mosquetón en los desfiles… En tal caso las mascotas serían mi amo y la doméstica -mi gheisa- que son quienes se preocupan por mí. Y no pierdo más tiempo en ello, porque en la casa donde vivo no nos gustan las gilipolleces y debo pasar página de la simple anécdota.

MI amo suele decir: “Adri es una persona disfrazada de perro”. Y cuando lo escucho, me dan ganas de ladrar Guauuu para decir, “que también hay animales disfrazados de persona”, tal como se comportan algunos cuando maltratan a los animales… Hay un tema que me saca de mis casillas: las pocas veces que me pasean por la calle o a un parque, me llevan atado con una correa.  Me parece una humillación que no estoy dispuesto a tolerar.  Y cada vez que veo que buscan mi collar y correa, si puedo, me escapo y en señal de protesta, sin que me vean, me meo en una alfombra…

Un día escuche decir a un periodista de los que colaboran en el periódico con mi padre, que los perros yhorsay somos unos cabroncetes porque hacemos lo que nos sale de los cojoncillos. Y lo que me dolió más, fue que mi amo le dio la razón.  Debo decir en mi defensa, que somos una raza con mucha personalidad  (se dice animalidad?) ;  que tenemos mucha dignidad, y aunque la  naturaleza nos regaló  una talla muy pequeña,  nos dotó  de  una inteligencia  muy superior a la de los dogos por ejemplo, que  son como caballos y de una perfecta escultura (he oído decir  que mi padre tenía 7 dogos cuando vivía en la Moraleja) pero son un poco pánfilos  y  puedo pensar incluso  que les falta algún  hervor…

Un día mi amo leía en voz alta un artículo de un profesor de pedagogía americano que decía a sus alumnos que había enseñado a hablar a su perro. Como notara que los futuros maestros no se lo creían, al siguiente día se presentó con el perro para hacer una demostración; el perro se tumbó y no dijo palabra alguna… Un alumno replicó: Profesor,   “su perro no habla”, y el profesor contestó: “Yo les dije que había enseñado a hablar a mi perro, no que mi perro hubiese aprendido. Ténganlo presente en el futuro. Nuestra profesión no es enseñar, sino conseguir que aprendan…”   El célebre profesor debía tener un perro muy tonto, porque a mí no me han enseñado y en mi idioma, ladrando, pido y exijo lo que me place y bien que se me entiende… También suelo escuchar a ciertas visitas cuando las cosas no les van bien, diciendo que “tienen una vida de perro”…  Una expresión tan impertinente no se le puede haber ocurrido más que a un gato.  Pero a fuer de ser sincero debo mencionar lo que también escuché de una visita que paseaba por el jardín con mi amo, refiriéndose a nosotros y estoy de acuerdo:    “Si recoges a un perro hambriento y lo haces próspero, no te morderá jamás; esa es la gran diferencia entre un perro y un hombre”…

Hay cosas en el mundo animal que se parecen a las cacas del gato; procuran mantenerlas invisibles y sin remover camufladas entre la arena del cajoncito que su ama le asignó para tal eventualidad. Están allí y nadie las ve, pero pueden hasta oler… Digo esto, por lo que he visto en el parque cuando me sacan, y observo que los perros callejeros son mucho más listos: cagan, disimulan, se van y se desentienden de la mierda… Los pijos como yo, no intervenimos en esas suciedades; cuando hacemos nuestras necesidades, son nuestros paseantes los que se humillan, recogen nuestra porquería y buscan un contenedor para depositarla; después se quitan el guante con mucha dignidad, y altivamente satisfechos nos siguen acompañando con su deber cumplido.  Y nosotros, tan panchos…

 

 

Jun22^63

 

Cada día que pasa me veo con algún impedimento que no me permite hacer mi vida normal y ello me empieza a preocupar.  Por ejemplo: cuando salgo al jardín, me solía saltar la pequeña valla que había colocado Ana (mi nueva gheisa) para que no me meara en sus preciosos tiestos, ni me purgue con alguna de sus frescas hojas verdes… Y yo, me lo saltaba porque era capaz de ello. Pero de hace poco tiempo mis patas traseras no me responden y no entiendo por qué.  El veterinario dice que tengo artrosis debido a mis muchos años… Y pregunto yo: ¿se puede ser mayor con simplemente 13 años?  ¡Guauuuuu…!

De todos modos, debo darme prisa a terminar este artículo que escribo poco a poco, y empecé hace dos años, porque mis tiempos se deben estar acabando, y tal vez estoy empezando a envejecer…  Al levantarme siento que mis dos patas traseras no me responden como antes lo hacían y recurro a mi amo exigiendo que me lo resuelva y compruebo que sus masajes son sólo parches afectuosos para decirme que es cuanto puede hacer por mí. Yo, que pensaba que él era capaz de todo, compruebo la cara de tristeza que pone al verme desvalido y no poderlo remediar. Eso sí, cuando hay que salvar escalones o tengo necesidad de saltar, él me coge en volandas y me lleva al lugar que preciso y me siento feliz. Pero sufro mucho cuando le veo preocupado por mi salud; y es que los perros como los demás animales tenemos también sentimientos; y hasta los gatos que son un poco subnormales y egoístas, también aman, sienten y sufren cuando son maltratados como le pasaría a cualquier ser humano.

Cuando regresó de su último viaje a Sudamérica,   le escuché decir que tenía cataratas… Yo no sé a qué se refería, pero al tocarme los ojos pude entender sus razones, ya que empiezo a ver con dificultad, y mis brillantes ojos de siempre tan bonitos y de los que presumía por su color azulado   se están cubriendo de nubes borrosas que me impiden ver lo que pasa a mi alrededor; menos mal que mi olfato suple tan puñetera carencia y el oído de momento es mi mejor confidente.  Pero me ha llevado a un nuevo veterinario y dice que además de la artrosis de caderas, nada podía hacer en mis ojos porque no soportaría una operación. Que todo era normal, teniendo la edad que tenía… Y siento no volver a contemplar las puestas de sol que tanto he disfrutado en este prodigioso lugar del Mediterráneo. MI amo me dice que no me preocupe porque pronto volveré a ver como antes. Yo sé que son fantasías suyas, porque se pasa la vida trabajando, escribiendo y soñando, aunque lleva un tiempo que apenas duerme por culpa mía…

Reinicio mi relato hoy día 8 de julio, porque  he cumplido  14 años; estamos en periodo vacacional y ayer escuché que mi amo comentaba con su hermana Angelines, las barbaridades que suceden en dicho mes con los animales en general y con los perros en particular. Al parecer, las mascotas son un estorbo en las vacaciones y es el momento de deshacerse de ellas abandonándolas en una carretera secundaria; primero les quitan el collar y aminorando la marcha despiadadamente los despiden, sin haber querido mirar a los ojos de su víctima, que intuyendo la traición de su amo le pediría con todo su amor un indulto a su traición. Seguro que viendo alejarse el coche con la que era su familia querida, el animal buscará desesperadamente volver a verse con ellos hasta encontrarse con la muerte…

Retomo de nuevo la escritura, porque estoy dilatando demasiado tiempo el final de este artículo y voy a cerrarlo de inmediato porque hoy 19 de agosto me encuentro fatal, no veo absolutamente nada, no puedo andar, ni tengo olfato alguno… Aunque desde hace tiempo no oigo nada, hoy me han llevado al veterinario y he podido escuchar milagrosamente la siguiente conversación: El Doctor le decía a mi amo que nada podía hacer por mí; que todo obedece a la edad que tengo, y lo mejor que se podía   hacer sería ponerme la inyección… Ignoro a qué inyección se refería, pero debía ser algo terrible, porque aunque no pude ver sus lágrimas, las intuí por el tono de su voz cuando le respondió al veterinario muy indignado: ¡no, no! Eso no, Doctor. Quiero a mi Adri vivo mientras tenga vida, salvo que los dolores le sean insoportables…

Las noches siguientes no hemos podido dormir. Yo no podía explicar con mis lamentos tantos dolores como tenía y solo me aliviaba un poco saber   que mi dueño estaba a mi lado tocándome para que me sintiera acompañado…Pero qué largas son las noches cuando no se puede dormir. Y aunque mi cabeza no respondía, supe que por la mañana me llevarían de nuevo a ver a Jesús el veterinario y aproveché para dejarlo escrito aquí… Espero poder terminarlo mañana.

 

 Y hoy, día 24 de agosto, yo, su amo, termino el relato final porque el pronóstico se había cumplido.  Sus lamentos durante toda la noche obedecían al parecer a los dolores insoportables que le acuciaban y a las 10 de la mañana el Doctor se encargó de sedarle y darle una muerte dulce. Y me pregunto angustiado: ¿La muerte puede ser dulce?

 

Julián Díaz Robledo

7 thoughts on “CONFIDENCIAS DE MI PERRO II

  1. Reepito mi comentario ya que, al parecer, no se ha reproducido.
    Precioso y emotivo. Me ha emocionado mucho porque sé lo que se siente cuando una criatura tan querida se nos va después de haberlos cuidado tantos años y darnos tanto amor. Ánimo, amigo Julián. Ahora estarán juntos adri y mi Yasmín. Un fuerte abrazo.

Deja un comentario