DIOS EN NUESTRAS VIDAS XIX
Reflexión espiritual sobre la fe: Dios parece distante para muchos, pero su gracia sostiene incluso a quienes dudan. El texto pregunta por qué unos creen y otros no, y concluye en Cristo como respuesta y camino. La Navidad se presenta como momento privilegiado de encuentro con Dios.

Es curioso. De ordinario, en este mundo nuestro con sus múltiples peculiaridades, abundan multitud de seres humanos para los que el concepto de Dios es algo vago, distante, incoherente, inaceptable. A poco que uno se interese por ellos, no deja de sorprenderle de qué forma tan manifiesta las leyes naturales tutelan esas almas en la mayoría de los casos.
Ello consecuentemente nos lleva a pensar que Dios no nos ha creado para un mero vegetar en este mundo como cualquier animal, al margen de que nos demos cuenta o no de ello, y de que lo aceptemos o no, es algo que está por encima de nuestra propia racionalidad o de nuestra capacidad de merecer. Es como un regalo gratuito de Dios, al ser humano, para distinguirlo de toda especie animal. A nosotros nos ha dado un alma racional, para que nos asemejemos a Él, y para que como hemos aprendido en las lecturas espirituales, le adoremos y le demos gloria.
Pero la fe, ese fermento que ha de lograr la transformación de lo “natural a lo divino”, desde dentro de nosotros mismos, se presenta como un insondable enigma, cuando desde las palabras o del ejemplo, se pretende insuflar ese fuego que es la presencia amorosa de Dios en nosotros, en las almas de los demás. ¡Es como hablar distintos idiomas la mayoría de las veces! – Y uno se pregunta: ¿Por qué?
Indudablemente, no son los méritos propios, porque sin falsas modestias, no los hay nunca suficientes para esa gozosa sintonía con Dios. Pero no deja de apenar y de entristecer esa lejanía que se presiente, que se vive, y que se palpa, entre el querer de Dios y el querer de los hombres. ¿Qué sucede?
¿Por qué unos sí y otros no? ¿Por qué unos el amor y los otros, cuando no la indiferencia, el odio?
¿Es acaso, el uso irracional e incontrolado de esa libertad de elección de que Dios nos dotó para no mermar nuestra grandeza?
Uno llega al final a la conclusión de que Dios se anticipó a todas nuestras dudas, a todas nuestras preguntas, enviando nada menos que a su propio Hijo Jesucristo para que nos enseñara con el ejemplo y las palabras nuestro camino, nuestra salvación y nuestra vida, que sólo están en Él y por Él.
Pues todo razonamiento sin Él, es vano; y toda esperanza sin Él, es nula.
Creo sinceramente que la Navidad, es un momento especial para el encuentro con Dios, a través de ese Niño que se nos presenta desvalido y menesteroso de protección y de amor, al que paradójicamente debemos nuestra salvación por su amor.


Muy profundo amigo Antonio. Felicitaciones.