Portada » ¡AL AYUNTAMIENTO DE ABRUCENA Y PARA LA GRAN SEÑORA ANTONIA “LA PERALERA”!

¡AL AYUNTAMIENTO DE ABRUCENA Y PARA LA GRAN SEÑORA ANTONIA “LA PERALERA”!

En este emotivo artículo, Ángeles Martínez rinde homenaje a Antonia “La Peralera”, una mujer ejemplar de Abrucena (Almería) cuyo esfuerzo y amor por la tierra dieron origen a “Los Huertos de Abrucena”. Un reconocimiento merecido del Ayuntamiento a una pionera de la humildad, la constancia y la dignidad.

Antonia pelillera web

Esta vez cambio la entrevista personal por un agradecimiento al Ayuntamiento de Abrucena (Almería), por el reconocimiento que han hecho a una vecina ya fallecida. Nunca es tarde para valorar a una persona que merece que su historia sea recordada y publicada.

Esta mujer, casada y madre de tres hijas y un hijo, vivía en los años 70 en un cortijo llamado El Peral, situado en la sierra del pueblo. De ahí que todos la conocieran como Antonia “la Peralera”.

Vivían de criar animales y del trabajo del campo. Cuando los hijos crecieron, se trasladó con su marido al pueblo, aunque a ella siempre le gustó el campo. Cerca del pueblo tenía un terreno en una ladera, y con sus propias manos subía piedras del río en su delantal y arena en un cubo. Así, poco a poco, fue creando un huerto ecológico con varias terrazas (paratas), hasta transformar aquella ladera en un hermoso espacio que parecía un tobogán. Allí cultivó toda clase de hortalizas y legumbres totalmente ecológicas, creando una arquitectura paisajística de piedra natural. Su idea fue tan original que otros vecinos comenzaron a imitarla, dando origen a la zona hoy conocida como “Los Huertos de Abrucena”.

Hasta aquí, todo parecería normal. Pero si les cuento que yo he visto a esta mujer llorar sin consuelo por culpa de algunas personas del pueblo (no todas, pues sería injusto generalizar), entenderán mejor su historia. Hubo quienes la criticaban y la ridiculizaban en los corrillos, la apodaron “la Leona” y hasta le tiraban piedras para asustarla. Sin embargo, con una humildad y una fortaleza admirables, Antonia recogía esas mismas piedras con las que la habían “lapidado” para seguir construyendo los balates de su huerto.

Se veía obligada a trabajar de noche o al amanecer, cuando los malintencionados aún dormían, porque era el único momento en que podía trabajar en paz. Sufrió muchísimo, pues no entendía por qué no la dejaban tranquila. Ella no se metía con nadie, solo trabajaba. Cuando pasaba por donde había gente, la miraban como a un bicho raro. Era una mujer alta, delgada y con buena figura —hoy habría sido una gran modelo—, pero la vida depende de la época y del lugar donde nacemos. Sus nietos y nietas han heredado su belleza, y hasta tiene ya tataranietos.

¡Era una gran persona! Lo pasó muy mal por ser una mujer humilde y sencilla, trabajadora, y por no meterse en la vida de nadie.

Por todo ello, cuando supe que en el paseo ecológico de la Jairola, uno de los rincones más bonitos y románticos del precioso pueblo de Abrucena, el Ayuntamiento le había dedicado una placa de reconocimiento sobre su histórico huerto, me emocioné profundamente. En esa placa se la compara con una científica, y razón no les falta. Ella ya no puede verlo, al igual que muchos de los que la criticaron, porque ya han fallecido. Pero aún quedan personas de aquella época, a las que invito a visitar el lugar y leer las hermosas palabras que se le dedican.

Eso es hacer justicia póstuma, reconocer a quienes lo dieron todo por su familia, su trabajo y su pueblo. Antonia dejó un legado histórico para todos los que sepan valorarlo.

¡Vivan las nuevas generaciones que saben reconocer lo que sus antepasados no supieron apreciar!

Enhorabuena a su hijo, que aún vive, y a todos sus nietos, bisnietos y tataranietos, que pueden sentirse muy orgullosos de ella y del legado que nos dejó. Fue toda una pionera, una verdadera científica de la construcción en piedra seca, aunque para ella lo importante, en aquel tiempo, era construir un espacio donde cultivar la tierra y alimentar a su familia con el fruto de su esfuerzo y sacrificio.

Gracias al Ayuntamiento de Abrucena, a su alcalde Ismael Gil Salmerón y a todos los que han hecho posible este homenaje.
Y gracias, sobre todo, a la familia de Antonia “la Peralera”, que hoy puede sentirse muy orgullosa de su legado humano e histórico.

Ángeles Martínez

Deja un comentario