Tres sonetos encadenados, de Francisco Jiménez Ballesteros
SOY HUMANO
1º
Se me nublan los ojos y sentido
y en los iris se formar chiribitas
al pensar en las cosas tan bonitas
que imagino a través de tu vestido.
No quisiera mis sueños ver perdidos
pues en ellos sin ropa tú levitas
si tan solo con verte ya me excitas,
el tenerte será un sueño prohibido.
De tu piel el contacto lo imagino
cual la seda cogida entre mis manos
o ese raso tan puro, limpio y fino.
Mis deseos no quiero sean vanos
y por eso mis ímpetus domino
pero como cualquier ser, soy humano.
2º
Hoy que puedo ya darte mis caricias
teniéndote a mi lado permanente
esos sueños se han ido de mi mente
y de tu piel obtengo las delicias.
Al mirarte frente a mí grito: ¡albricias!
y sin querer me enervo de repente
y en tus senos escondo yo la frente
sintiendo la mayor de las codicias.
Si mis manos abrazan tu cintura
lo disfruto al saber que soy su dueño
y acaricio con mimo tu figura.
Que al contacto ya no es de berroqueño
aunque parezca ser una escultura
se despierta y me dice: no es un sueño.
3º
Hoy que ya varios años han pasado
y que de sí, ha dado tu figura
para mí sigue siendo tu cintura
lo que siempre me tiene enamorado.
Las mieles de tus pechos han colmado
con amor a los hijos y dulzura
son los mismos que en nuestra edad madura
me enloquecen al ser acariciados.
Para mí, sigues siendo la señera
la que deseo en sueños y despierto
de mi amor la mujer, mi compañera.
Tú, el rosal que dio flores en mi huerto
la que adorna mis noches de quimera
la que se entrega a mí, a campo abierto.
El poema «Tres Sonetos Encadenados: Soy Humano» de Francisco Jiménez Ballesteros es una obra que explora la evolución del deseo y del amor a través del tiempo, capturando las fases de una relación desde la pasión inicial hasta la ternura de la madurez.
Primer Soneto
El primer soneto está lleno de anhelo y deseo. El poeta describe cómo la mera visión de su amada a través de su vestido despierta en él una intensa excitación. Utiliza imágenes vívidas para ilustrar su imaginación y sus fantasías, comparando la piel de su amada con seda y raso, materiales conocidos por su suavidad y pureza. Este soneto refleja la lucha interna entre el deseo ferviente y el autocontrol, destacando la humanidad del poeta en su vulnerabilidad y pasión.
Segundo Soneto
En el segundo soneto, el poeta celebra el logro de sus deseos y la presencia constante de su amada. Las fantasías se han convertido en realidad, y ahora puede disfrutar de las caricias y del contacto físico que tanto anhelaba. La alegría y el placer se manifiestan en la exclamación «¡albricias!» y en la descripción detallada del deleite físico. La conexión entre los amantes es tangible y poderosa, subrayada por la imagen de la figura de su amada despertando de una escultura a una realidad viviente.
Tercer Soneto
El tercer soneto se adentra en la etapa madura de la relación. A pesar del paso de los años, el amor y el deseo permanecen fuertes. El poeta aprecia la figura de su amada no solo por su atractivo físico, sino también por su papel en la vida compartida, como madre y compañera. La metáfora del rosal que dio flores en su huerto es especialmente poderosa, simbolizando el crecimiento y la belleza continua del amor que han cultivado juntos. La entrega completa y sin reservas de su amada «a campo abierto» encapsula la intimidad y la confianza profunda que han construido con el tiempo.
Conclusión En conjunto, estos tres sonetos encadenados ofrecen una rica narración del amor erótico y romántico en sus diversas etapas. Francisco Jiménez Ballesteros captura magistralmente la evolución de los sentimientos y la profundidad de la conexión entre los amantes, desde la pasión inicial hasta la madurez llena de ternura y devoción. El poema celebra no solo el deseo físico, sino también el crecimiento emocional y la permanencia del amor verdadero.