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Luna llena, poema de Marcelino Arellano Alabarces

LUNA LLENA

Esta noche habrá luna llena, sobre los almeces,

y será la hora propicia para las vestales.

Habrá azogue sobre la yerba candente

y los hados fecundarán a las mozas.


Las mozas de la aldea preparan sus enaguas

y recolectan bayas desconocidas para los profanos.

Se lavan con gasas de algodón perfumados

la piel candeal de sus núbiles pechos.


Las hechiceras de la aldea vestidas de negro

van al bosque a buscar enebros y ortigas secas,

que mesturarán con lluvia de primavera

para lavar el pubis de las muchachas.


Esperan que pase el verano y llegue otoño,

tiempo propicio de fecundaciones,

las mozas casaderas de la aldea esperan

con ansiedad de costumbres ser fecundadas.


Esa noche sí, ya es otoño y las cornejas

lanzan sus graznidos avisando del momento.

Es la hora aciaga de que las muchachas estén preparadas

y empiecen como un rito a depilar sus pubis.


Todo está preparado. Una de las hechiceras de cara arrugada

sostiene en sus manos el símbolo de la virginidad,

con la que penetrará a las mozas para comprobar

que son vírgenes y no han sido violadas por los faunos.


El vino de moras correrá sin descanso en la noche,

Y danzarán desnudas sobre las primeras nieves de otoño.

Las parejas se han retirado a sus aposentos de luces

y gritos de placer corren por toda la aldea.


Las viejas del lugar arrimadas al fuego

sonríen entre ellas mientras beben vino de moras.

Al final de la primavera, crecerán frutos nuevos

y habrá que preparar nuevas vestales para otoño.


Las mozas penetradas por la hechicera arrugada

guarda como un símbolo de virginidad la sangre,

mientras las viejas van contando los equinoccios

una pareja de jóvenes se pierde entre los madroños.

(01/06/2024)

Marcelino Arellano

Marcelino Arellano Alabarces 

El poema “Luna Llena” de Marcelino Arellano Alabarces ofrece una evocación intensa y mística de ritos antiguos y paganos, celebrando la fecundidad y la naturaleza cíclica de la vida. A través de una narrativa rica en simbolismo, Arellano nos transporta a una aldea donde la luna llena y las estaciones marcan el ritmo de rituales arcaicos, con un profundo respeto por la tradición y la fertilidad.

El poema abre con la promesa de una noche especial bajo la luna llena, un tiempo propicio para las vestales y los hechizos, donde las jóvenes de la aldea se preparan con esmero para ser parte de un rito de fertilidad. La descripción de las mozas y su preparación resalta la pureza y la expectación, mientras que las hechiceras, vestidas de negro, representan el conocimiento ancestral y la conexión con la naturaleza y sus secretos.

El tono del poema se oscurece ligeramente al detallar los rituales que las hechiceras llevan a cabo, simbolizando la inspección de la virginidad y la preparación de las jóvenes para ser fecundadas. Este pasaje, aunque puede parecer crudo, resalta la importancia de la pureza y el paso de las jóvenes hacia la madurez dentro de la comunidad.

El vino de moras y las danzas desnudas bajo la nieve añaden un toque de celebración y liberación, un contraste con la solemnidad de los rituales previos. Las viejas del lugar, sabias y experimentadas, observan y sonríen, simbolizando la continuidad de la vida y el ciclo de las estaciones. La referencia a los frutos nuevos al final de la primavera refuerza la idea de renovación y perpetuidad.

El poema concluye con una imagen potente de las jóvenes que han pasado por el rito, conservando la sangre como símbolo de su transición, mientras las viejas cuentan los equinoccios, recordándonos la eterna repetición de los ciclos naturales y humanos.

“Luna Llena” es una obra que fusiona lo místico con lo terrenal, celebrando la fertilidad y la tradición a través de imágenes vívidas y un lenguaje cargado de simbolismo. Es un tributo a los antiguos rituales de fecundidad y al poder cíclico de la naturaleza, narrado con una sensibilidad que mezcla lo sagrado y lo profano en una danza eterna.

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