Portada » ** EL SACRISTAN **

José Luís, niño espabilado desde bien temprana edad, nacido en el seno de una familia de Villa del Campo, Cáceres, cercano al Valle del Jerte y a la Vía de la Plata, ruta importante del Camino de Santiago.

Allí transcurrió su feliz infancia, hasta que sus padres y cuando él contaba los nueve años de edad, decidieron tomar el camino de la inmigración hasta tierras catalanas, en concreto, hasta la población de Bellvitge, cercana a la capital de Barcelona.

Una vez asentados, lo escolarizaron en la institución Doliana, de ámbito privado, donde cursaría los grados del tercer al quinto de la Enseñanza general Básica, el resto hasta el octavo grado lo cursó en colegio público.

Sus padres; él trabajador de la fábrica Seat y ella en las labores domésticas.

José Luís, inmerso en plena juventud, se sumergió en la formación profesional especializándose en Maestría Industrial, compaginaba los estudios con trabajos que empezó a realizar como; mecánico de coches, de mantenimiento en colegios, lo que le permitió hacerse con algún dinerillo que empleó en sacarse el permiso de conducir. Continuó en la automoción, hasta que le llegó la hora en que fue llamado para el servicio militar, labor que realizó en la Marina Española, entre Cartagena y el Ferrol, durante quince meses.

Al término del servicio obligatorio, y durante los siguientes tres años, trabajó como tornero en la apacible y tranquila población de San Clemente, pueblecito de montaña con mucha agricultura y grandes extensiones de cerezos.

Mas tarde, entraría a trabajar en la compañía Roca Radiadores de Gavà, aquí estuvo tan solo un año, pues el ambiente de trabajo no le pareció de lo más correcto debido a los abusos laborales de sus superiores, de los que José Luís presentó queja, pero como no le tomaban en cuenta, decidió dimitir justo cuando la empresa le tenía preparado su contrato indefinido.

A partir de entonces, se fue a otra provincia catalana a Lérida en concreto, donde ingresaría en una escuela agraria realizando funciones de mantenimiento, daba clases de taller, seguridad e higiene y neumática y encargándose también de llevar la residencia para los alumnos de intercambio, de otros países. Ahí estuvo has finalizado el curso 93-94, donde se acogería al desempleo durante quince meses.

Después, se inició en la producción en la empresa Tecnimagen, fundada por antiguos trabajadores de la Philips, pasando también por el mantenimiento y cesando de la misma, justo dos meses antes del cierre definitivo de la empresa.

Pasó a diseños electrónicos, en una firma de San Feliu como responsable de almacén, donde le propusieron llevar una cadena de producción para la fabricación de mallas para varios usos, logrando junto aún ayudante en prácticas, por todo personal, preparar los pedidos veinte días antes de la fecha de entrega.

Ellos mismo, se propusieron comprar la empresa, pero no les fue posible, lo que acabó con la venta de la misma a capital de fuera. José Luís, trotamundos incansable, puso rumbo a otra provincia, Tarragona, donde entró a trabajar de mantenimiento, en los colegios del Arzobispado de la provincia, por el tiempo de tres años. Donde se trasladó al Colegio Camp Joliu en el ArboÇs, otros tres años de mantenimiento.

Volvió de Tarragona, y aquí yo creo, que encontró su inspiración por la puerta grande; se adentró como Sacristán, en la Parroquia de Santa María de la Salud de Castelldefels, realizando cuando la ocasión lo merece, labores de mantenimiento.

Enseguida se hizo notar entre la feligresía, por su carácter afable y bonachón, una magnífica persona, querida por todos en corto espacio de tiempo. Un verdadero manitas para todo, muy profesional en cualquier labor que desempeñe.

El que escribe, tiene el placer de conocerle y tratarle casi a diario, desde que entre a colaborar como voluntario, para la labor de custodia de la parroquia, forjando una gran amistad hasta nuestros días.

Toda la agenda Parroquial, la preparación y engalanamiento de la misma, junto a otros voluntarios, para las fiestas litúrgicas, dirigir a otros voluntarios, llevar los pedidos de lo necesario para el sustento parroquial y el suministro de los mismos a los otros tres centros de cultos existentes en Castelldefels.

No solo su figura, si no, la labor que desempeña, es de vital importancia para el buen funcionamiento de la iglesia.

Persona dadiva y muy humanitaria, siempre ofreciéndose en pro del prójimo y que no lo hace por quedar bien, no señor, pues le sale del alma y un servidor puede dar buena fe de ello.

José Luís es el primero en llegar y el ultimo en irse de la iglesia. Todo está oscuro y en silencio, todavía no han llegado los feligreses, se oyen unos pasos que se acercan y cerrojos correr, se abre la puerta de la iglesia, es el Sacristán, que llega temprano como siempre para prepararlo todo.

Lo primero que suele hacer al llegar, es orar en silencio, encomendar al Señor, nuestro padre, su jornada diaria, luego se embarca en las tareas más diversas; coloca y prende los cirios del altar, pone o quita los floreros, prepara el Misal y lo que el Sacerdote utilizará durante la celebración eucarística, instala y conecta los micrófonos, pone el leccionario en el ambón dejándolo por la página que corresponde, pone en el atril la hojita de las peticiones, prepara las vestiduras del sacerdote, según el color que corresponda, también es conocedor de lo necesario para los bautizos, bodas y comuniones y de aquellas otras celebraciones especiales, como puede ser la Semana Santa, donde se requiere cuidar muchísimos detalles, teniendo la humildad necesaria para realizar sin reproches lo que se necesite.

Se arrima a barrer, fregar, a recoger las hojitas de misa que dejaron olvidadas los feligreses, a apagar las velas gastadas y limpiar su cera vertida, sacudir y limpiar bancos y reclinatorios y hasta despegar, porque no, los chicles que algunos maleducados rumiantes dejaron pegados en el suelo y en la parte de debajo de sus asientos.

Cuando llega el sacerdote celebrante, lo ayuda a revestirse, y durante la celebración de la misa, se mantiene atento, por si le toca sostenerle el misal, ayudarle en cualquier otro menester o resolver cualquier imprevisto, como cambiar aprisa de micrófono porque se haya estropeado el habitual, ajustar el equipo de sonido o de iluminación ¡¡ Y quién sabe cómo se las ingenia!!, pero siempre encuentra la solución.

José Luís sabe dónde está todo, en que mueble, en que estante, junto a que o debajo de que, conoce cada rincón de la iglesia como la palma de su mano, conoce todos los tecnicismos utilizados y desconocidos para la mayoría de la gente.

Llega a tener tal compenetración con su Párroco, que basta con que este le haga un ligero gesto, una mirada, para que José Luís capte al instante lo que necesita y se apresure a traérselo.

Y no solo a uno, que como el caso de Santa María de la Salud, que tiene varios sacerdotes, asume sin rechistar, el reto constante de adaptarse a lo que solicita cada uno, según sus gustos.

Otra gran virtud de José Luís como Sacristán, es la paciencia que ejerce constantemente para tratar con afabilidad a toda la gente, que no siempre es amable ni prudente.

Cuando termina la misa, el padre celebrante y los feligreses se van, pero él se queda, y va y viene atareado, retornando a la sacristía lo empleado en la celebración, lo guarda todo, en espera de volver a preparar lo que se utilizará al día siguiente.

Apaga los cirios del altar, cierra las ventanas y verifica que ya no queda nadie en la iglesia, hecha un último vistazo para asegurarse de que lo deja todo en orden, hace una breve oración ante el altísimo, agradeciendo su feliz jornada y apaga las luces. Todo queda en la más absoluta oscuridad y en el más escandaloso silencio, ya se fue toda la gente, se oyen unos pasos que se alejan, es el Sacristán que se va a descansar, tarde, como siempre.

Una vez le pregunté, que era lo que más le gustaba de su oficio, sin titubear un instante, me respondió algo muy bello; “Poder servir a Dios y mis hermanos”.

Que pena que esos hermanos a los que sirve, ósea nosotros, y no son todos, no siempre apreciemos o agradezcamos su abnegada labor. Encomendemos a José Luís y a otros Sacristanes como el, a San Abundio de Roma, Santo Sacristán de la Basílica de San Pedro, a quien la iglesia celebra cada quince de abril, y va con ello mi propuesta, que ojalá esa fecha se instituya como “Día del Sacristán”, para que así podamos expresarles nuestro reconocimiento y gratitud.

Por lo pronto digámosle ¡¡Gracias!! Y que Dios te recompense por tu valioso servicio. En boca de José Luís; evidentemente, hay muchas maneras de hacer las cosas y todas están bien cuando se ama a Dios, yo siempre intento transmitir mi experiencia, para que los feligreses sean aún más santos.

Lo primero, es aprender a rezar, es fácil, te pones delante del Santísimo con el evangelio u otro libro espiritual, lees un poco y le miras a él, ¿Como lo puedo poner en práctica en mi vida? Y así sucesivamente…

A José Luís Morcillo, el Sacristán.

Pluma de : Dogoan.

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