La Cruz de Mayo de La Encrucijada
Ayer fui a ver Agua para Elefantes, una estupenda película basada en la famosa novela del mismo título de la escritora canadiense Sara Gruen. Me ha dejado huella y ahora forma parte de mis películas favoritas.
Hoy ha hecho una mañana preciosa de esas que te hace pensar que el mundo es algo maravilloso. Y porque es maravilloso, aunque solo sea porque hemos comenzado otro día sin que el mundo haya explotado por los aires, no debe una quedarse entre cuatro paredes, así que arrastré a mi consorte hasta el paseo que va hacia el Tarajal, previo desayuno en la tetería de abajo, con una mano en la suya y la otra en la cámara de retratar como dice mi amigo Yo Mismo. Un día estupendo, con gente estupenda caminando al paso, al trote o al galope según los bríos. Un día estupendo con la playa adornada de farolillos con forma de bañador. Mucho color, mucha luz, mucha alegría, mucho calor, y ¡voilá! frente a nosotros al otro lado de la carretera, la vieja estación del ferrocarril que tiempo atrás iba de Ceuta a Tetuán, nos llamó con su canto de sirena, luciendo a un lado de la puerta: Cantina 139. Cruzamos la carretera y tras sacarle un par de fotos a un gato tan entusiasmado con una raspa de sardina que pasó de nosotros olímpicamente, preguntamos a una gente amable con respuesta amable si se podía pasar…
Nuestros pasos nos hicieron cruzar el umbral solo de medio cuerpo para arriba, a sabiendas de que no habíamos sido invitados a entrar, no porque nadie nos lo indicara, sino porque las personas que estaba en su interior se afanaban en los preparativos de una comida de hermandad.
— ¡Pasen! pasen, si quieren ver La Cruz de Mayo de la Cofradía…
Un hombre de cara más que amable nos invita a entrar. Y nosotros así lo hicimos. Al fondo, junto a la barra, en una mesa otros dos hombres ensartan pedazos de carne adobada en largos pinchos de madera. Pinchitos morunos, rico, rico, rico.
— Buenos días.
— Buenos.
Y sin dejar los pinchitos nos observan satisfechos, al ver los comentarios de aprobación que salen de nuestros labios frente a ese pedazo de exposición de la Santa Cruz, que han elaborado esos hermanos de La Encrucijada. Un bello trabajo hecho con todo el cariño del mundo, eso era algo de percibir al momento.
Una preciosa cruz cuajada de flores junto a un sin fin de señas de identidad que lleva la firma de la sangre del sur, tan caliente y viva, que hace rebotar el corazón en el pecho de tanto amor como ponen en todo lo que les rasgue el alma, como a las cuerdas de una guitarra:
La Cofradía de la Encrucijada. Su hermandad. La que les une desde el primero hasta el último, como Manolín, ese precioso chiquillo que mira a la cámara de retratar con ojos de asombro. Ojos grandes, oscuros y profundos a los que les queda por ver mucho mundo, bueno y malo, en su largo caminar por esta vida.
— ¡No me saque en la foto que salgo muy mal!
— No te saco niña pero es una pena, adornarías un poco mi pluma…
— ¿ Y eso que es?
Y yo sonrío…
Un plato con una pera y unas tijeras clavadas en ella forma parte de la exposición. Una cree haberlo visto casi todo, de esta cultura popular tan de todos, pero no, porque siempre aprendes algo nuevo.
— Es por <<los peros>>¿comprende? — me dice con gracia uno de los dos cofrades metidos a cocineros— la pera y la tijera corta los peros que puedan surgir — comenta riendo.
— ¡Ja, ja, ja! Me ha hecho una gracia tremenda semejante salida. Está muy bien eso de que para las objeciones, plato, tijeras y pera.
Y hablan y hablamos Al tiempo de que el hombre de sonrisa amable que nos invitó a entrar, busca y rebusca un trapo de cocina limpio a ese otro lado del mostrador.
Y hablan y hablamos de Granada, de Armilla y al hablar de la Base, salen los aviones que mi consorte voló.
Y hablan y hablamos de ese Helipuerto que tienen en Ceuta, y que dice la muchachita, que no quería que la retratara con mi máquina de retrata, que ella no había subido jamás en su joven
vida en ese helicóptero, y que a ella lo que le mola de verdad es pasearse por Cadiz, esa bella ciudad del sur, al sol de la mañana y a la luna de la noche.
Y hablan y hablamos, y hablamos y hablan, y estamos tan bien… tan a gusto con ellos que nos cuesta arrancar y salir del local.
Y nos vamos con un adiós no rotundo porque Ceuta es chiquita y tal vez una mañana o una tarde se crucen en nuestro camino.
Y nos vamos encantados de haber conocido aunque sea un poquito a esa Cofradía de La Encrucijada y su Cruz de Mayo.
Ayer fui a ver Agua para elefantes.
Hoy, el sentimiento de La Encrucijada bordado de flores me ha dejado huella.
¡Va por vosotros Encrucijada!
(Ceuta tan lejos y tan cerca)
Gudea de Lagash