LA AMBICIÓN DE PODER
La política es una casa de putas
en las que las pupilas son bastante
feas. (Napoleón Bonaparte)
La ambición es consustancial a todos los seres humanos en mayor o menor medida. Para Salvador de Madariaga la ambición es como un fuerte deseo, un empuje, un vigor vital que aspira a conquistar cada cual su espacio para el que está predestinado; hoy diríamos realizarse. Ortega y Gasset dijo: “nos guste o no, tenemos que hacer realidad nuestro “personaje”, nuestra vocación, nuestro programa vital, nuestra “entelequia”… no faltan nombres para la terrible realidad que constituye nuestro auténtico “Yo”. ¿Nombres? Napoleón, Stalin, Hitler… y ahora Putin.
La Historia humana es un compendio de aventuras, de ilusiones, de frustraciones, de esperanzas, y especialmente, de ambiciones de poder. La ambición es como un cuchillo, puede ser bueno o malo según el uso que se haga de él. El hombre necesita cierta dosis de ambición, pues de lo contrario permaneceríamos estancados, indolentes, sin progreso, porque nos echaríamos a la bartola.
El hombre no trabaja y vive por estos dos motivos: “para haber mantenencia y ayuntamiento con hembra placentera”, como decía el Arcipreste de Hita. El hombre necesita algo más, pues “no sólo de pan vive el hombre”, según la frase evangélica.
Madariaga apunta un 3º motivo: la ambición. Los grandes descubrimientos tecnológicos, geográficos, científicos, etc. se han llevado a cabo gracias a la ambición inteligente, imaginativa, encauzada. Sin embargo, la ambición pierde su bondad, casi siempre, cuando entra en la política; ella es el origen y causa de las corrupciones, las injusticias, las guerras, las crueldades, la destrucción y la muerte, cuando el poder está en manos de personas sin inteligencia, sin formación, sin capacidades, sin escrúpulos y sin principios morales y éticos. Y poco importa el régimen, se llame reino, república, dictadura o democracia. Tenemos tantos ejemplos y tan conocidos que es superfluo enumerar alguno. Mandar sobre personas y cosas se convierte en enfermedad peligrosa y mortal si no se le pone freno. A la vista está.
Estoy leyendo el libro “Atenas, una democracia”, de Robert Cohen, y me he detenido en un personaje político depravado donde la ambición tiene su más claro ejemplo. Éste nefasto personaje en la Historia de Grecia clásica fue ALCIBÍADES, que nació en el año 450 a. d.C. en una familia de cierta nobleza; tuvo como tutor al gran Pericles que trató de disciplinar su torcida inclinación y encaminarlo hacia el bien, pero fue en vano; como maestro tuvo a Sócrates, pero fue tiempo perdido; como esposa tuvo a la mujer más rica de Atenas, y al poco tiempo despilfarró su patrimonio; fue acusado y condenado por muchos y graves delitos. A pesar de su currículum fue amnistiado y se le entregó el mando del ejército que lo destruyó causando la ruina y decadencia de Atenas y de toda Grecia. Un solo hombre con ambición descontrolada puede hundir el mundo.
Robert Cohen dice esto: “Alcibíades era el hombre más peligroso que pudiera imaginarse, un advenedizo feroz, un diletante amoral, que se inclinaba a considerar los asuntos de Estado como cosa que servía sólo para su ventaja personal”.
El catedrático de Historia Montenegro Duque lo describe así: “ Encarnación del hombre violento y ambicioso, tenía como máxima, tanto en su vida personal como político, que todos los medios eran válidos para conseguir sus fines”.
Indro Montanelli: “Alcibíades era egocéntrico y extravertido que con tal de causar sensación y hacer carrera, no reparaba en medios. Era un personaje turbulento, violador de leyes y de mujeres, seductor no sólo de corazones femeninos sino también de masas electorales. Era partidario de la guerra porque ésta significaba un atajo para sus ambiciones, uno de esos hombres que constituye un peligro para quien lo tiene a su favor, pero una desdicha para quien lo tiene en contra.”
Como se puede comprobar con un personaje así no hay pueblo que aguante. Ante esta situación surge una pregunta: ¿Cómo pudo una figura con estas cualidades canallescas dirigir un pueblo tan culto y rico como Atenas? Sencillamente porque los ciudadanos habían dejado de serlo, se habían vuelto indolentes, ingenuos, masa. ¿Y qué es masa? Masa es “todo aquel que no se valora a sí mismo, en bien o en mal, no por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo”. Así lo definió Ortega y Gasset. Alcibíades con sus partidarios, la escoria de Grecia, causaron la ruina de Atenas. Murió en Persia asesinado, donde se había refugiado. Era el año 404 antes de Cristo y había cumplido 46 años”. Así concluyó la carrera del más extraordinario e innoble traidor que la Historia recuerde” (Indro Montanelli)
Algún ingenuo puede pensar que en nuestro mundo tan civilizado no tiene cabida gente de esa calaña. Como ejemplo ahí tenemos a Putin que puede destruir no sólo a Ucrania y Rusia sino al mundo entero, mientras los demás países y organismos internacionales permanecen a la escucha. Hoy, con el armamento nuclear y el enorme poder que acumula un Jefe de Estado o de Gobierno es mucho más peligroso que en la Antigüedad.
El psiquiatra austriaco Alfred Adler afirmaba que la ambición va casi siempre acompañada de la vanidad y de la soberbia, un trío explosivo cuando no se controla y se le pone freno, porque este trío quiere la gloria, y la quiere ahora. Por eso cualquier frase, cualquier palabra la retuerce y valora según el punto de vista de la propia victoria. Ahí está el porqué de estos Alcibíades, y sus armas más utilizadas son la MENTIRA y el MIEDO.
Sería conveniente preguntarnos ¿tenemos en España políticos parecidos a Alcibíades? Partiendo de ese principio de que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece, no tendríamos nada que objetar, pero como este gobierno no ha sido elegido por la mayoría de los españoles, sino que está apoyado por los que son hasta ahora enemigos de España, como los separatistas catalanes y vascos, exetarras, comunistas, etc. pues se presta a muchas objeciones.
El Sr. Presidente dijo públicamente que nunca pactaría con los que a continuación pactó, y por lo visto duerme. Esos compañeros han pasado de traidores a héroes. “Todo es cuestión de fechas”, como dijo el político francés Tayllerand. En cuanto a ambición de poder, tiene en sus manos el Ejecutivo, el Legislativo, y casi también el Judicial. Golpes sonados de poder los tuvo durante la pandemia: cierre del Parlamento y encarcelamiento de la población; crea nuevos ministerios, y quita y pone ministros a su antojo y capricho; entrega el Sahara a Marruecos porque sí, sin importarle las consecuencias; sube los impuestos a 47 millones de españoles, y distribuye el dinero según sus intereses. Despilfarro en el más amplio de los sentidos.
Este comportamiento de imponer su voluntad es más importante que el resultado mismo de la imposición. Con cuánta razón el psiquiatra Adler afirmaba que la ambición, la vanidad, la soberbia “no sólo pide admiración, consideración y prestigio sino el ejercicio del poder y cada poder nuevo es un goce”.
Todos los golpes de poder y consecuencias por sus errores los estamos sufriendo: los precios de la luz, el gas, todos los carburantes, la deuda externa y la deuda pública interior, al borde de la quiebra, la enorme subida de los precios de todo que los economistas llaman inflación, las colas del hambre, parados, destrucción de empresas, comercios…
“El ambicioso, el vanidoso procura siempre apartar de sí todo error o fracaso, siempre tiene razón. La ambición en su crecimiento no conoce límites, siendo interesante observar que tanto en los cuentos como en la realidad, el aumento de afán de dominio y poder puede desembocar en una especie de ideal de divinidad” (Alfred Adler)
No sé si el Sr. Presidente aspira a la divinidad como los emperadores romanos. Según sus partidarios, él paró la pandemia que hemos sufrido a pesar de haber tenido en España el mayor número de muertos de toda Europa; también fue él el que apagó el volcán de La Palma, y está a punto de parar el cambio climático y la “pertinaz sequía”. Lo urgente es ahora enmendar la plana a la Naturaleza, a la biología, y a Dios mismo en su Creación con la ley Trans. El Sr. Presidente no comete errores, es un experto en todo él y su gobierno en pleno. No obstante, hay quienes dicen que Presidente y Gobierno son expertos en abrir tumbas y en el traslado de restos humanos a otros lugares. Otros apuntan a que al Sr. Sánchez le gustaría juntar en su persona la tiara y el cetro imperial…
No hay duda de que si persiste puede alcanzar el capelo cardenalicio, príncipe de la Iglesia Católica que hasta hace poco no era necesario ser sacerdote. Ejemplos tenemos: el Duque de Lerma en España; Richelieu y Mazarino en Francia, incluso el Secretario del Papa Pío IX no era sacerdote. Todo se andará.
ROGELIO BUSTOS
Muy buen artículo, como siempre
Me temo que tenemos varios ALCIBÍADES actualmente.
Esperemos poder desalojarlos del poder lo más pronto posible.
Muy bueno,