Dejó las risas y las voces encerradas en la vieja casa, jugando al corro de los recuerdos. Al salir encendió un pitillo sin mirar atrás. Se apoyó un momento en una de las columnas del porche, para ver como las volutas de humo se perdían en el aire, igual que pompas de jabón. La lluvia al fin había dejado su tarjeta de visita − olor a tierra mojada  –  murmuró, observando como pequeñas gotas de agua resbalaban por el voladizo para caer sobre el piso de madera.

     Una ardilla saltó entre las ramas del viejo roble que desde siempre , estuvo junto a la casa familiar.

     Una alondra trinó, y un ratón de campo corrió a esconderse bajo una de las tablas sueltas de los cuatro escalones, que llevaban a la casona.

  El viento del sur agitaba los girasoles que salpicaban la pequeña huerta, ya sin cuidar.

  Una gallina boba cloqueaba juntó a él, sin percatarse de su presencia.

     Un conejo corrió a esconderse, por puro instinto de supervivencia …

     Quería irse, pero sus pasos le llevaron hasta la vieja cochera, de la que solo quedaban algunos tablazones derrotados por la carcoma y el paso del tiempo.

     El viejo Chevrolet aún permanecía allí, inamovible, impasible; ajeno a todo lo que no fuera esperar a que alguien se sentara frente al volante y pusiera en marcha el viejo motor que, al fin y al cabo, era su corazón. Un corazón de metal que a pesar del paso de los años se moría por latir…

     Abrió la portezuela del lado del acompañante y metió la mano entre el respaldo y el asiento. No le costó encontrar lo que buscaba. Lo mantuvo en el puño cerrado durante un momento, tal vez esperando el milagro de volver al pasado en cuanto abriera la mano…

     El tañido de una campana le recordó que era hora de regresar al mundo real. Un mundo en donde la vida sencilla no tenía sentido;  el mundo de hoy.

No aflojó los dedos hasta que se sentó en el flamante coche, que la empresa le tenía asignado. Desde la palma, la pequeña figura de plástico de El Capitán Trueno lo miraba impasible ,como si nunca se hubiera ido, al tiempo que hacía rodar el coche por el camino dormido de…

 niño de campo, de granja,

 de tierras aradas,

 de colada al viento,

de ropa más que usada,

de masa de pan recién horneada,

de beso de madre oliendo a manzana.

De caricia burda de padre, y sonrisa cansada,

de heridas con costras,

de hermanos jugando a la guerra,

de sueños montados con Ingrid, con Goliat, con Trueno…

Y se fue sin mirar atrás, llevando su vida guardada en un puño,

Tal vez esperando el milagro de volver al pasado…

                                                  Gudea de Lagash

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