GRANADA SU LEYENDA e HISTORIA DE LA ALHAMBRA
Una pluma de Mallorca a Molvízar
EL CABALLERO DE BARRAX EN LEJANAS TIERRAS
GRANADA SU LEYENDA e HISTORIA DE LA ALHAMBRA
Muhammad I Al Ahmar Bin Nasir de la dinastía Nazarí mandó construir su residencia palaciega en el siglo XIII en el cerro de la Asabica, a la que más tarde llamaron Alhambra de Granada. Cuando estuvo terminada, ante tanta grandeza y belleza de sus jardines y estancias, rogó a Alá, su Dios, que nunca fuera residencia de cristianos y, que si los designios de Alá, Él así lo decidiera, que el último rey moro que en ella viviera fuera despojado de su alma por los restos del tiempo y vagara, como castigo, por perderla por almenas, jardines y estancias de La Alhambra por los siglos de los siglos.
Pasaron los años y nadie volvió a recordar tal conjuro y embrujo. Cuando fue tomada Granada por los reyes cristianos, Isabel y Fernando, y firmaron con el rey moro Bu abdillah Boabdil (El Chico) la capitulación en el 2 de enero del año1492 en la sala de Los Embajadores, nadie podía figurarse que a través de los siglos siguiera vigente dicho conjuro.
Pero cuando el Rey Boaddil salía para el exilio, en la última puerta de salida de La Alhambra a pesar de ser muy de mañana, un rayo de sol iluminó su cara cegando su visión y haciendo correr por sus mejillas las lágrimas. Su caballo siguió caminando con su jinete, pero a éste le había sido robada el alma. Nadie de su sequito pudo notar nada y el rey Boaddil (El Chico) nunca volvió a recuperarla. Su alma vagaba y vagaba sin descanso por las estancias de La Alhambra.
Las personas que pernoctaron y vivieron en La Alhambra cuentan historias de embrujos y aseguran que se escuchan versos de Ibn-Zamrak y rezos al caer la tarde y al alba risas de enamorados, y cantos de zambra.
Cuentan las gentes que una mañana de primavera entre un grupo de turistas extranjeros pasó una joven gitana con cuerpo de junco de ribera, morena con el pelo suelto desafiando el viento, sus ojos negros de noche cerrada I-ain-dar-aixa: “ojos de sultana,” sus pechos de bronce bruñido queriendo escapar de su camisa atada, su falda danzaba al son de sus caderas, sus pies casi descalzos solo con unas chinelas de colores las cuales se sujetaban a duras penas en el torbellino de sus pasos ,pues más bien parecía que danzara una zambra en vez de caminar ,muy guapa delgada su piel cetrina, sus labios finos sonrosados, y su talle en armonía, con sus andares despiertos y sonrisa franca cual potra de fina raza. Su belleza no pasaba desapercibida para nadie que la mirara.
Como quiera que la gitana se dedicaba a afanar lo que podía a los turistas que despistados contemplaban las maravillas de La Alhambra, quitó el monedero con limpieza y tacto a una señora rubia extranjera que portaba su bolso con descuido, sin que su dueña se percibirse de ello. Otro turista que detrás de ella caminaba denunció a la gitana a los vigilantes. Ésta al darse cuenta de ello y como conocía todos los rincones de La Alhambra corrió a esconderse de los que la perseguían hasta la Torre del Cadí. Allí quedo quieta y oculta, en un pasadizo acodado, perdiendo a sus perseguidores que despistados e incrédulos miraban y volvían a mirar sin poder encontrarla.
Estando en su escondite escucho cerca, muy cerca, de su cara una voz que le acariciaba y en susurros le reprochaba su actitud y le invitaba a devolver lo que había substraído. Y en recompensa él le daría todo lo que él poseía por ser Rey de Granada y tener su alma prisionera de un hechizo en La Alhambra.
Ella no estaba muy convencida pero el rey moro le dijo que si en algo dudaba le permitiera darle un beso, a lo que ella quedo pensativa, y él dando por sentado su consentimiento, ante la falta de respuesta, besó a la gitana largamente y con pasión. De lo cual a la gitana no le quedó duda alguna de la veracidad de sus palabras. Salió de su escondite decidida a rectificar su hurto y, con la maestría que lo había cogido, dejó el monedero en el bolso sin que la dueña se diera cuenta de nada. Pero como los vigilantes estaban al acecho prendieron a la gitana. Ésta se defendía diciendo que ella no tenía nada. Preguntaron a la señora si le faltaba alguna cosa del bolso. Ésta tras mirar concienzudamente respondió que no le faltaba nada. Los vigilantes dejaron libre a la gitana, no sin advertirla que no volviera a pisar La Alhambra. Ésta marchó con su aire de grandeza, balanceando su cuerpo y pelo con orgullo de raza como si no pasara nada.
Pasaron los días y no podía descansar porque lo acaecido la turbaba en exceso. A nadie le contó nada. Pasaron los días y no volvió más por La Alhambra. Pero desde las terrazas del Sacro Monte no dejaba de mirarla. De día y de noche lloraba y lloraba sin que a nadie dijera su mal para que pudieran ayudarla. Apenas comía, ni siquiera dormía ni descansaba. Sólo miraba y miraba en la distancia La Alhambra. Hasta que una mañana bajó del Cerro del Valparaíso o Sacro Monte resuelta a entrar en La Alhambra por donde pudiera no ser vista por sus guardianes. Recorrió la muralla de Norte a sur buscando un fallo por donde pudiera franquearla hasta que al final encontró uno cerca de la Torre de La Alcazaba. Desde allí por el bosque no sería fácil que la pudieran ver hasta llegar a la Torre del Cadí, donde el rey moro la encontrara.
Dejó su aventura para una noche que no hubiera luna para que nadie viera su entrada. Decidió entrar cuando todo se apagaba y las puertas se cerraban. Ella conocía los sonidos de los cerrojos y a las puertas que pertenecían cada uno de ellos. No en balde había estado muchas noches en vela escuchando y mirando todo lo que acontecía en la penumbra y el silencio en La Alhambra.
La espera se hizo larga para ella que tanto ansiaba entrar para ver a su rey moro, para que cumpliera su palabra dada.
Días más tarde empezaron a caer las primeras sombras de la noche cerrada y sin pensarlo bajó del Sacro Monte por calles estrechas y poco iluminadas, camino de las murallas de La Alhambra. Trepó sin dificultad dada su agilidad de gacela endiablada a pesar de lo peligroso de la muralla y entre las sombras caminó con sigilo por las almenas desde las torres Bermejas a los jardines de Alcazaba hasta donde el rey moro la encontrara.
No llegó donde iba pues él la esperaba en su oratorio frente a la hornacina del Testero Oriental rezando en silencio versos del Corán a la Alquibla o Meca.
Salió a su encuentro resuelto y enamorado. Dio un beso a su amada. Ésta quedó en sus brazos largo tiempo entregada, hasta olvidó lo que hasta él la llevara. Pasearon largo tiempo por los jardines salones y estancias. Hablaron de su hechizo, ella dio su palabra de secreto y él cumplió su palabra dando a la gitana su dag, zadaque o dote nupcial y su tesoro hasta el alba.
Vistió sedas de Arabia. Lució collares de rubíes, zafiros y esmeraldas y perfumes de cuentos de hadas. Rizo su pelo y pintó de alheña sus uñas blancas. Todo quedaba hechizado hasta la llegada del alba. Ésta llego puntual. Ella salió de La Alhambra, como vino por la muralla, hasta otro atardecer volver a la Alhambra.
Pasó el tiempo y todas las tardes al caer las noches ella entraba y salía con las primeras luces del alba. Todo seguía igual y ella más y más enamorada. Los suyos decían que se había vuelto loca, que deliraba, y decidieron vigilarla. La siguieron una y otra vez y pudieron al fin ver cómo entraba en La Alhambra noche tras noche hasta el alba.
Ella no daba explicaciones a nadie y pidió que no la delataran. Hasta que un día se puso muy enferma y la llevaron a una curandera en la alta sierra de Las Alpujarras y ésta diagnostico que se encontraba embarazada. Los suyos montaron en cólera y quisieron saber quién era el padre para casarla y ésta no soltaba palabra. Quisieron averiguar quién sería sin conseguirlo y culparon a un inocente que decía estar enamorado de la gitana, pero al que ésta no hacía caso riéndose de sus pretensiones en su propia cara. Le pusieron al cuello una navaja. Él juraba y perjuraba que él no había sido y ella con risas lo afirmaba.
Trascurrió el tiempo y ella seguía con sus escapadas hasta que llegó el día del alumbramiento y la gitana tuvo una niña morena y guapa, con rasgos gitanos y árabes a la que pusieron Alba, con los apellidos de su madre por no poderle poner los de su padre.
Éste, enterado por la gitana, fue muy feliz y rogó que no se preocupara que nada le faltaría siempre que viviera en El Sacro Monte o en las cercanías de La Alhambra.
Y así fue. Un día jugando encontró un medallón de oro con la inscripción
Wala galid illa “no hay vencedor si no Dios” (lema de la Dinastía Nazarí) con el nombre de su padre, al que ella no conocía e ignoraba, y varias monedas de oro referentes a la conquista de Granada.
Los gitanos, sus padres y abuelos, pronto entendieron el conjuro quedando más tranquilos.
Todo seguía igual y pasó el tiempo. Una mañana de enero con nieve, frio, escarcha y hielo, al salir de La Alhambra, la gitana resbala quedando muy mal herida, despeñada al pie de la muralla.
La encontraron de media mañana con la cara desfigurada y moribunda casi desangrada. A su casa la llevaron y rogó a los suyos con un hilo de voz que mirando a La Alhambra la enterraran. Haciéndoles jurarán por su honor, para que no la engañaran.
Y así la enterraron en El Sacro Monte de frente mirando a La Alhambra.
Cuentan que todas las noches salía de su tumba camino de La Alhambra.
A su hija Alba nunca le faltó de nada. Tenía la virtud de encontrar cosas de valor cuando más le hacía falta hasta que marchó desposada lejos de Granada.
Dicen las gentes que por las noches se escuchan llantos de niña y cantos de nanas en árabe, risas de enamorados y conversaciones por los jardines y las estancias. Y que en la tumba de la gitana nunca faltaron flores de los jardines de La Alhambra sin saber quién las depositara.
DIOSA DE LA TIERRA
Hoy he visto el campo natural
en sus barbechos sembrando
los surcos de trigo de candial,
ya no son yuntas solas del pasado.
Estoy lleno de inocencia
el tiempo va en su renovación
midiendo toda distancia
basta alcanzar la nueva generación.
Toreo de la diosa de la tierra
no permitirá que el hombre la destruya
ella tiene su ejército en la guerra
vencerá y su victoria será suya.
Florecerán los campos habrá lluvias
en sus épocas de las estaciones;
pastaran animales con sus crías
Viviremos llenos de muchas ilusiones.
compartiremos nuestra convivencia
sin tener pereza en necesidades
de nuestra naturaleza y amor.
¡Hay que tener amores compartidos
con mucha elegancia!
Costa d’en Blanes
23/07/2022
Enrique Martínez de Barrax