LA CONTIENDA DEL EBRO (5ª parte)
Para la defensa de la región levantina, importantísima para el resto del territorio republicano, pues es la principal zona agrícola de la cual se abastece sobre todo Madrid, el gobierno de Negrín va desplazando semana tras semana nuevas divisiones y brigadas.
EL ejército de levante, al mando del General Menéndez, esta englobado dentro del grupo de ejércitos de la región de centro (GERC), que dirige el General Miaja.
Desde inicios de mayo hasta el fin de la ofensiva a finales de julio, el ejército levantino va reforzándose con hasta un total de 15 nuevas divisiones aportadas por el ejército del centro, Extremadura y Andalucía. Como afirma el General Rojo; eran precisas tropas buenas, no contaminadas del efecto deprimente de los reveses que se venían sufriendo, que se fueran organizando y adquiriendo solidez sobre el propio terreno que habrían de defender. Además, el alto mando tuvo la serenidad suficiente para no emplear las unidades de refuerzo para alimentar la batalla que se venía librando y fueron reservadas para el momento de crisis que habría de llegar.
**LA UTOPÍA DE LA REUNIFICACIÓN**
El avance hacia el Sur de las tropas Nacionales es lento pero firme, a través de un terreno poco indicado para grandes movimientos estratégicos, se va haciendo retroceder al enemigo, aunque con un alto coste de pérdidas humanas por ambos bandos.
El mando Republicano se encuentra realmente preocupado, puesto que la franja que separa sus zonas de dominio empieza a separar paulatinamente.
A finales de abril, el frente Sur catalán de la república y el norte de levante apenas distan 40 kilómetros; con la retirada a la orilla norte del Ebro y el avance hasta Castellón de la Plana, conquistado el 15 de junio, la distancia de separación ya supera los 100 kilómetros.
El objetivo de realizar una operación fulminante y sorpresiva para recuperar esa franja perdida y volver a unir ambas zonas parece utópico.
Durante la etapa inicial de la campaña de levante, el Estado Mayor Central republicano, ordenó al General Hernández Saravia que hiciera dos ofensivas en Lérida.
Una vez más, el objetivo pretendido era intentar crear una cabeza de puente que forzara al jefe del Ejército del Norte Nacional, el General Dávila, a desplazar allí sus tropas, ahora al sur del Ebro y así desproteger la retaguardia de las tropas en Castellón. Estas fueron las dos primeras operaciones en las cuales intervino el Ejército del Ebro de Modesto y ambas fueron un rotundo fracaso.
La primera tuvo lugar en Tremp, con pocas unidades, y fue repelida con gran facilidad, la segunda tuvo lugar en Balaguer y aunque se utilizaron varias divisiones y hubo un apoyo importante de la aviación, la descoordinación hizo que el número de bajas republicanas fuera muy elevado y no se consiguiera atravesar las líneas nacionales.
Es importante observar que, en la operación de Balaguer, participaron cuatro d las seis divisiones que un par de meses después serían las protagonistas de la ofensiva del Ebro, concretamente la 3, 11, 35, y 46. Eran las mejores tropas, pero en el plan de ataque, su papel era avanzar en la segunda línea, una vez que las unidades del 18º Cuerpo de Ejército de José del Barrio, hubieran abierto la defensa enemiga.
Entonces las tropas de apoyo habrían aparecido en unidades motorizadas sobre camiones para penetrar con la resistencia enemiga disminuida. Modesto escribe en su autobiografía, soy del quinto regimiento que la operación de Balaguer fracasó ya en el momento inicial de su realización. Indica que, aunque el planteamiento parecía el correcto, se hizo de una manera forzada para ayudar a las tropas levantinas.
Lister, en esos días al mando de la 11ª división, es más duro y directo aún al culpar por completo a Del Barrio del desastre inicial, por incomprensiblemente utilizar tan solo 12 de sus 36 batallones en la penetración, dejando a los otros 24 de reserva.
La consecuencia fue suspender la operación cuatro días después de haberse iniciado y ordenar el regreso a sus bases de todas las unidades. Aunque en lo que fueron los tres años de nuestra Guerra Civil, esta operación tuvo aparentemente una importancia relativa, indirectamente tuvo consecuencias a posteriori.
Este ataque republicano contó con el apoyo de casi toda la aviación gubernamental, desplazada desde tierras levantinas, y sus esfuerzos no fueron acompañados por la infantería del ejército del Ebro, lo cual provocó que, en los primeros días de la ofensiva, o se contara con ningún avión de apoyo, algo completamente incomprensible.
El mando del Ejército en Valencia no quiso prescindir nuevamente de ninguno de sus aparatos aéreos, puesto que se encontraba en una situación agobiante y no quería que se repitiera el penoso fracaso de Balaguer.
Decidieron que era más importante defender sus posiciones que prestar su aviación para una nueva aventura incierta en Cataluña. Volviendo a la campaña de Levante, una vez que el avance empieza a verse frenado por el aumento de las tropas republicanas, Franco duplica sus unidades. De esta forma, tras un leve receso producido en los últimos días de junio y que servirá para reorganizar ambas formaciones, en un frente de poco más de 100 kilómetros, desde la costa hasta el sur de Teruel, se concentrarán casi 400.000 hombres, la mitad en cada bando.
En ese momento se hallan en plena ofensiva algunos de los mejores cuerpos de Ejército de Franco, repletos de moral, por supuesto, pues llevan meses avanzando.
Además, se acaba de crear un nuevo Cuerpo de Ejército, el del Turia, que se pone en manos del General Solchaga.
Se unirá al cuerpo de Ejército de Castilla, dirigido por el General Varela, al Cuerpo de Ejército de Galicia, encabezado por el General Aranda que cuenta con la cuarta División del General Alonso Vega, de gran importancia en los días siguientes, al CTV Italiano del General Berti y al destacamento de enlace guiado por el General García Valiño.
Hacia todos ellos sale una orden de instrucción del cuartel General del Generalísimo con fecha 23 de junio.
En ella se advierte de la concentración que el enemigo está llevando a cabo en los frentes de Levante.
Califica a las nuevas unidades de forma despectiva, afirmando que han sido organizadas precipitadamente y que cuentan con tropas mal instruidas y desprovistas de medios motorizados de desplazamiento. Por todo ello, les apremia para que aceleren sus operaciones.
Ante el potencial que avanza hacia ellos, la actividad defensiva republicana se centra en dos puntos importantes.
Por un lado, se crean dos nuevos cuerpos de Ejército, llamados A y B con algunas brigadas que llegan de forma intermitente de otros puntos de la península.
Y como decisión más importante se opta por centrar todas las esperanzas defensivas en la creación de una línea de repliegue donde acumular a la mayor parte de sus hombres, para esperar en ella bien pertrechados los avances frontales enemigos, se le conocerá como la línea XYZ.
Fidel Dávila, el General al mando del Ejército del Norte y responsable de la campaña de levante, encarga a las tropas del cuerpo de Ejército del Turia fijar al enemigo de la zona este de Teruel, que aún se mantiene firme.
Mientras tanto, las tropas de Varela deben envolver la bolsa creada en torno a Mora de Rubielos, lo cual supondría terminar con el peligro a las espaldas del avance de sus hombres.
Gonzalo Lozano